Semana Santa siempre se convierte en un período de profunda reflexión para algunas personas, un momento donde se pone de manifiesto el perdón, pero también se deposita algún anhelo que se intensifica en esta fecha especial. Para otras puede tratarse de un simple feriado largo donde aprovechan para realizar un largo viaje y descansar. Pero en lo recóndito de nuestras vidas todos cargamos con nuestra propia cruz y la llevamos a transitar por solitarios senderos en un andar constante. De alguna forma siempre nos convertiremos en peregrinos, porque por más que estemos acompañados por familiares y amigos, el hombre siempre se sentirá solo cuando tenga que afrontar las difíciles situaciones que se le presenten. En ese momento, las personas que se encuentren al rededor podrán aconsejar, incluso intentar brindar alguna ayuda, pero la esencia de nuestra vida siempre nos llevará a la más absoluta soledad a la hora de tomar las decisiones más importantes, que marcarán de alguna forma el destino de nuestras vidas. Lo importante, es aprender de todas las situaciones que se presentan en ese peregrinar y que muchas personas lo llevan como una necesidad que no se puede explicar sino vivirla.La enseñanza del peregrino es nunca quitar la vista del horizonte esquivo, tampoco mirar atrás como arrepintiéndose de las cosas que ha dejado, porque ellas estarán detrás queriendo alcanzarlo para convertirse en una carga sobre su espalda. Por momentos, ese errante caminante bajará la mirada y observará esos gastados y polvorientos zapatos, que hace tiempo perdieron la cuenta de lo que han caminado. A pesar de que el recorrido esté signado por la ausencia, una sombra encorvada le recordará que su camino aún no ha terminado. No hace falta que todas las personas carguen el peso de sus vivencias sobre sus espaldas y comiencen a transitar por algún camino, simplemente este recorrido lo hacen en el interior de sus almas, y es por ello que la Semana Santa se transforma en la oportunidad para darnos cuenta de que aún seguimos caminando y que la fe es el impulso que nos lleva a seguir detrás de esa fuerte convicción. Muchas veces escuchamos la frase “a procesión va por dentro” y de alguna forma tiene razón cuando vemos a esas personas que nos muestran una realidad, pero en su interior llevan una pesada carga y desean librarse de ella, pero muchas veces no saben cómo y prefieren disfrazarse de lo que no son. El transitar de un peregrino no es en vano, el peregrino no es alguien encerrado en una especie de fantasía de cristal que pronto despertará o recobrará la cordura, es alguien real y el transitar es algo concreto que se manifiesta cuando esa convicción se alcanza. El hombre que camina para descubrirse siempre encontrará una respuesta y el deseo de seguir avanzando en busca de la verdad.En su andar, el peregrino no querrá que lo sigan o deseen aprender de sus experiencias, simplemente se conformará con que caminen a la par y que cada uno descubra lo esencial de la vida y la fortaleza que adquieren al afrontar las adversidades del camino, las que muchas veces se esconden debajo de las piedras.Todos somos peregrinos que transitamos por la vida en busca de respuestas y la única manera de encontrarlas es caminar con esperanza, ayudando al que está en el suelo para que siga su camino y pueda encontrar también su verdad. Por Raúl [email protected]





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