Señora Directora: Uno de estos días pasados caminaba bajo la lluvia, un poco por necesidad y otro por deseo propio. Iba abstraído por la magnanimidad del momento y esa imagen de la ciudad tan distinta a la de los demás días, cuando el calor y el sol nos obligan a protegernos y estar en la calle, expuestos, lo menos posible.Paraguas, algún alero, toldo o techo servían de protección para quienes marchaban prestos, algunos, más lentos, otros, o simplemente, pacientes y resignados, esperaban el colectivo. Los vehículos con el clásico ruido del desplazar las aguas… Una tarde agradable, para disfrutar, sintiendo la lluvia rozarme la cara, suave y fría. Muy profunda y verdadera la sensación de vida. Y solemos olvidarla al pasar la esquina, en el fárrago cotidiano. Poder decir: ¡Estoy vivo!




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