BUENOS AIRES (Especial de NA por José Calero). Cristina Fernández de Kirchner va concluyendo su último mandato en el marco de una economía con déficit récord, zafarrancho cambiario y reservas en retirada…una herencia complicada para su sucesor.Lejos de hacerse a un lado, intenta subir la apuesta y fijarle la agenda a su sucesor, con iniciativas como el envío de un proyecto de ley al Congreso que atará aún más las manos de quien ocupe la Casa Rosada.Se trata de la participación estatal en empresas clave que el kirchnerismo recibió al estatizar las AFJP, otro de los manotazos a sumas millonarias que dio a lo largo de sus casi doce años de mandato.Constituirían un buen capital en caso de que el próximo Gobierno se viera urgido por las necesidades económicas, como se espera por la tendencia declinante de la hora.Pero la Presidenta parece dispuesta a evitar esa opción para su sucesor, con la intentona de obligarlo a obtener dos tercios de apoyo en el Congreso para poder vender parte de esas participaciones.El 10 de diciembre próximo habrá otro líder sentado en el Sillón de Rivadavia, pero la Presidenta actúa como si lo único que debiera hacer su sucesor fuese continuar en piloto automático y repetir lo hecho hasta ahora.La baja en el precio de los commodities demostró que este modelo era “sojadependiente”, y que sus ideas se van apagando a medida que la cotización del “yuyo” -así lo llamó Cristina una vez, hace mucho- se desploma en las pizarras de Chicago.También se comprobó la “Brasildependencia”, porque bastó que la economía del socio mayor del Mercosur dejara de demandar autos argentinos para que la industria ingresara en un tembladeral.El problema es que ese cóctel está acompañado por un proceso de retraso cambiario que para el consenso de los especialistas ronda el 30%.Es decir, el dólar debería valer al menos 30% más de los 9,30 pesos de la actualidad, más o menos por encima de los 12 pesos, para dotar de mayor competitividad a las exportaciones, repitiendo la estrategia ya usada por Brasil, la Unión Europea y la propia China.Pero Axel Kicillof y Alejandro Vanoli prefieren seguir “regalándoselos” a los privilegiados que los pueden adquirir a valor oficial, como ya hizo notar Miguel Bein, uno de los economistas que más escucha Daniel Scioli por estas horas.El problema es que como la Argentina no supo aplicar una política antiinflacionaria, se empecinó en gastar más de lo que recaudaba -vieja tentación de los gobiernos, sean democráticos o dictatoriales- hasta llevar el déficit a niveles récord, y emitió moneda como si no existiera un mañana, cualquier ajuste cambiario se trasladaría casi de inmediato a precios.Y en un escenario preelectoral, con una cosecha de votos inferior a la esperada en las Paso, el Gobierno no se puede dar el lujo de llegar a las elecciones de octubre con precios aún más recalentados, si quiere retener el poder, objetivo de máxima de Cristina.Así, Kicillof, quien nunca debió lidiar con un escenario tan complejo, y en realidad con casi ninguno porque es nuevo en estas lides, prefiere mantener el esquema y jugar al alargue con la expectativa de que si debe haber una crisis, la deba resolver el equipo económico que llegue.No son los únicos desafíos que quedarán para el próximo Gobierno: el litigio interminable con los fondos especulativos -que Kicillof alguna vez dijo tener bajo control pero igual mantiene cerrada la canilla de las inversiones extranjeras directas-, representa otro dolor de cabeza.La Argentina necesita divisas si pretende ir normalizando el descalabro cambiario, para a su vez obtener más dólares del exterior, por ejemplo para invertir en los yacimientos de Vaca Muerta.Es un problema que Kicillof no vio o nunca quiso reconocer: ¿quién puede estar interesado en traer un dólar al país si apenas entren sus divisas perderán 65%, la famosa brecha cambiaria?El error de considerar que porque el blue es un mercado diminuto y dominado por la especulación no es capaz de hacer daño en la economía puede terminar costándole cada vez más caro a la Argentina.Sin embargo, los funcionarios parecen no terminar de entender el problema y, ahora que las políticas de la dupla Kicillof-Vanoli volvieron a evidenciar dificultades en contener la escalada de la divisa marginal, sólo se molestan porque los argentinos “piensan en dólares”.La ministra de Economía bonaerense, Silvina Batakis, a quien Scioli tendría entre las posibles candidatas a ocupar un cargo si llega a la presidencia, cayó en estos días en el mismo error cometido por decenas de funcionarios -democráticos y de los otros- en la historia argentina.Le reprochó a la ciudadanía intentar defender su dinero apostando al dólar, lo cual, como siempre, se terminó verificando acertado a la luz de lo ocurrido con la divisa marginal.¿O acaso Néstor no apostó siempre al dólar, primero sacando del país la renta obtenida por Santa Cruz tras la venta de YPF, y después comprando a nombre propio el tope establecido, de 2 millones en un mes, cuando el cepo no existía?Los argentinos que buscaron mantener sus ahorros aceptando los consejos de Vanoli de colocar plazos fijos a tasas reguladas del 25% anual apenas pudieron mantener la pérdida de poder adquisitivo por la inflación.En cambio, deben observar como otros, con sólo un par de movidas -comprando dólar ahorro y vendiéndolo a los arbolitos de la city por ejemplo-, pueden hacer la misma diferencia pero en apenas un día, a través del mecanismo conocido como “Puré”.Cualquier esquema económico que permita ganar 25% en un día no tiene destino, es apenas una bicicleta financiera, porque no existe aparato productivo alguno en el país capaz de producir renta a semejante nivel.Es tan claro y simple, que hasta funcionarios obnubilados por teorías puestas a prueba en el pasado que fracasaron una vez tras otra -sean heterodoxas o liberales-, deberían ser capaces de comprender con rapidez.




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