POSADAS. En pleno monte misionero hay gente que vino a echar raíces en el más literal sentido del término, y lo hace en un entorno que la mayoría no elegiría para vivir. Son los habitantes de las ecoaldeas, concepto que engloba a una comunidad autosustentable que fomenta la permacultura y una actitud ética con la naturaleza. El movimiento se expande en todo el mundo y nuestra provincia es una de las preferidas del país, junto con Mendoza y Córdoba. Al menos cinco Ecoaldeas se encuentran en distintos puntos del Alto Uruguay misionero, especialmente en El Soberbio. El Proyecto Cocreativo Naranjo, la Comunidad Ixlandia, la Ecoaldea Viviendo en el Paraíso, Mama Roja y la Comuna Yerbas del Paraíso son algunas de las que funcionan en plena selva. Cada una tiene su particularidad, aunque comparten elementos que las caracterizan: sus habitantes -algunos permanentes, otros temporarios y viajeros- son agroecologistas, veganos o vegetarianos, saben levantar casas con barro, tacuaras, piedras y elementos reciclados; saben cómo mantener techos verdes, baños secos, huertas orgánicas, y son profundamente espirituales. La espiritualidad que practican es el eje de unión para algunas de estas comunidades. Otras incorporan el yoga como práctica habitual y fundante; y otras incluyen ceremonias antiguas y de culturas precolombinas como el temazcal o la cura mediante la ingestión de ayahuasca, además de rituales de medicina natural. En todos los casos, los une “la profunda conexión con la naturaleza y su convencimiento de que se puede construir el cielo en la tierra”, y de que “todo tiene que ver con todo”.Y mientras que las hay muy cerradas, otras se abrieron a los visitantes, a miembros temporarios y a un turismo muy selecto, que en realidad debe serlo porque aceptan el albergue sin los lujos y los servicios del turismo tradicional. Es que en muchos casos no tienen luz eléctrica, señal de celular, calefacción o aire acondicionado ni Internet. A pesar de las carencias, hay emprendimientos que reciben viajeros de todas partes del mundo encantados de haber encontrado exactamente lo que buscaban: el aislamiento, el respeto por la naturaleza, el entorno para la búsqueda espiritual y la calma que proporciona la selva misionera. Organización “circular”En casi todos los casos, la compra de las hectáreas de monte misionero que ahora son ecoaldeas, se llevó a cabo de manera mancomunada entre un grupo que ya estaba amalgamado en otra ciudad. Es el caso de comunidad Ixlandia, a 30 kilómetros de El Soberbio, que se creó en 2011 cuando un grupo de jóvenes porteños logró su sueño y se trasladó a la provincia. Joaquín Bayer (28) es uno de los comuneros de Ixlandia, a la que ingresó a los 22 y con la cual promueve la permacultura, aunque sin condimentos espirituales, religiosos o místicos. “En nuestra comuna -explica- la principal diferencia con la “sociedad” tal como la conocemos, es su organización vertical. La única autoridad de cada comunidad es la “asamblea” que es impersonal, no tiene un jefe. Las asambleas definen todos los aspectos de la convivencia y establecen una forma de organización “circular” y equitativa, tanto para la distribución del trabajo como para la contención emocional de cada miembro”. Mama Roja, uno de los mas antiguosMama Roja es un experimento que ya lleva al menos siete años de vigencia en una chacra de Campo Ramón. Sus creadores la presentan como “un lugar para aprender, disfrutar y conectarse con la bellísima naturaleza” para lo cual ofrecen cursos, pasantías y retiros en los que se practica la “autosuficiencia”. “Queremos vivir fieles a nuestros ideales y honestos con nosotros mismos. Para nosotros, esto significa vivir cerca de la naturaleza, la toma de decisiones con conciencia ecológica, y la construcción de un lugar tranquilo y confortable propicio para el crecimiento y la distribución”, indican.El albergue fue construido con técnicas de bioconstrucción que incorporan el barro y elementos reciclados, como las botellas de vidrio. “La naturaleza no sólo proporciona todo para nuestras necesidades básicas (alimentación, vivienda, medicina y ropa), sino también alienta el crecimiento personal (mental, físico y espiritual). Es una forma de recuperar nuestra independencia y seguridad personal” agregan, y para eso, aprenden y enseñan sobre instalación de fuentes de energía renovables, jardines orgánicos, reducción del consumo y preservación de los espacios silvestres para la flora y fauna nativa. “Viviendo en el paraíso” misioneroA 17 kilómetros de El Soberbio, sobre la ruta 2 y metida en la espesura se encuentra “Viviendo en el Paraíso”, otra de las ecoaldeas de la provincia en la cual se organizan actividades casi en forma permanente. En abril realizaron talleres de “techo vivo” (o techo verde) y baño seco, ambas técnicas de bioconstrucción, y proponen a sus visitantes “retiros, ceremonias ancestrales (del Fuego, Temazcal, Plantas Sagradas), oración, silencio, meditación, ayunos, alimentación consciente y trabajo con la tierra a través de huertas, permacultivo y ecoescuela”. En todas sus actividades incluyen “arte en todas sus formas y expresiones”.De “mingas” y comunidad El “proyecto cocreativo El Naranjo” queda en Campo Ramón y su concepto es el de una “aldea”, según la definen sus integrantes. Matías Man vive allá desde hace tres años tras hacerse cargo de una necesidad que le fue “surgiendo y evolucionando desde las incoherencias de la vida urbana, y viajando, conociendo y experimentando otras maneras de existir y sustentarse”. Matías cuenta que en las mingas -grandes reuniones con mucha convocatoria desde todas partes del mundo- “aprovechamos los conocimientos y experiencia de Julio (bioconstructor) que nos apoya desde el inicio. Nos enseña a hacer la kincha (entramado de tacuara) y mezclas de barro para estructura y revoques. Además estamos compartiendo danzas de Paz Universal (una tradición de danzas circulares) y ceremonias de temazcal”. No son dogmáticos en relación al veganismo: “Sólo agradecemos y bendecimos lo que llega a nuestra mesa de una manera más consciente”.





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