POSADAS. Desde hace más de treinta años, cada mañana una mujer de gesto amable y sonrisa contagiosa abre las puertas del kiosco de diarios y revistas de la chacra 32-33. Su nombre es Almi Cena y tiene 49 años. A los trece años heredó el oficio de canillita de su tío, quien lo llevó adelante como sustento de vida incluso hasta el día de su muerte. Ella es la segunda generación de una familia de canillitas.Almi inicia su rutina por las madrugadas. Cerca de las 4, sube a una motocicleta de 110 cilindradas y recorre gran parte de la ciudad repartiendo los diarios. Luego, regresa al escaparate donde continúa la venta. A veces, los ofrece en el semáforo.Tiene un apodo especial, y es que en el barrio la conocen como la “mujer transformers”. Cuando el reloj marca las 12, ella se maquilla, se pone un guardapolvo y es la “mae”. Sube a la motocicleta y viaja cerca de 19 kilómetros, hasta llegar a una escuela primaria de Garupá. Allí es docente del segundo grado.La historia de Almi es de vitalidad, fuerza y constancia. “Siempre pido a Dios que guíe mis pasos. Y siempre sonrío”, explicó Almi. Del otro lado del mostradorAlmi comenzó a vender diarios y revistas cuando tenía trece años. El oficio se le dio casi de casualidad. “Yo iba al secundario y como de costumbre, a la salida iba a lo de mi tío que tenía una revistería en Colón esquina Belgrano, se llamaba Blas Armando Cena. Un día faltó su ayudante y le di una mano”.Por horas estuvo detrás del mostrador; vendió varios diarios y revistas. De repente supo que ese trabajo era lo que quería hacer, a lo largo de su vida. “Me gustó estar detrás del mostrador y charlar con la gente. Recuerdo que ese día los clientes me decían ‘nena, dame un diario o un Billiken’. Y supe que quería seguir en el oficio de canillita. Como todos en mi familia”.Esa misma tarde Almi se lo anunció a su madre, pero siendo la única hija mujer entre tres varones, la negativa fue contundente. “Me dijeron que no, que era cosa de varones. Pero verlo a mi hermano vendiendo diarios y con su dinero, me motivó y así comenzó mi historia de querer vender diarios”.“Inútil presentarse”Esa tarde fue la primera vez que Almi discutió con su madre. Pidió disculpas, pero no dio el brazo a torcer. “Fue porque yo quería un trabajo, era una adolescente. Entonces mamá se dio cuenta que no iba a cambiar de opinión. Me dijo que se iba a comprar al kiosco. Pero antes, me pasó un diario; ‘cuando vuelva quiero que tengas un trabajo’. Yo le dije ‘claro que voy a encontrarlo’ y me largué a llorar”.El anuncio de trabajo que eligió decía; “Inútil presentarse”. Entonces, tomó la bicicleta y fue en busca de ese empleo. Era en una escribanía de Salta esquina Junín. Tocó timbre y la atendió el escribano. Llorando le dijo “‘no busque más yo soy esa persona’. El escribano abrió el anuncio y me dijo ‘no leíste más abajo. Dice inútil presentarse sin referencia’”, explicó Almi y se sonrió con cierta ternura. Luego agregó “fue mi primer empleo, me tomaron como cadete y a la tarde trabajaba en limpieza”. Allí trabajó durante cinco años.Pero un día “estaba limpiando y dije ‘no quiero esto para mi vida’. Entonces estudié, terminé el secundario y me anoté en Magisterio donde me recibí como docente”.El escaparate propio En los ‘80 Almi se casó y su esposo se enteró que un canillita puso en venta un escaparate en la chacra 32-33. “Él me dijo ‘pintate, arreglate que te conseguí un trabajo’. Después me dijo ‘agarrá una escoba y escurridor’. Entonces me enojé, y le pregunté ‘¿qué me estás diciendo, qué trabajó es’? Subimos a la moto y me trajo hasta el escaparate. Cuando lo abrimos se caía todo. Pero yo estaba feliz”. Comenzó un 19 de marzo, con cinco diarios y la venta fue nula. De eso hace 35 años.De zona sur al centro“Desde ese día hago el mismo recorrido. Me despierto a las 3.30 y a las 4 subo a la moto”, explica. Su recorrido es disperso, comienza por la zona sur hasta el centro. “No debo pasar por el mismo lugar dos veces. Voy hasta al barrio El Regimiento, paso por el barrio Palomar. Después voy a buscar los diarios que son del día para el local, que abro a las 8”. A las 12 “termino el tiempo de canillita. Saco el guardapolvo, me pinto y salgo rumbo a la escuela. Algunos vecinos se ríen, me dicen ‘abran paso que transformers tiene que izar la bandera’”. Almi viaja hasta la Escuela 815 Alto González de Garupá. “Siempre mis niños me están esperando. Saben que a veces la mae llega unos minutos tarde. Pero Almi y gracias a Dios, siempre llega”. “Mae, ahí está mi mae”En una oportunidad, cuando Almi ofrecía diarios en la calle, escuchó la voz de un niño decir: “Mami, ahí está mi mae”. Estaba vendiendo y los padres le dijeron al nene que no podía ser. “Pero el niño me gritó ‘mae, deciles que sos vos’. Entonces me acerqué y dije: ‘Soy la hermana de tu mae’. Dio verde y el niño se fue”. Al día siguiente, el pequeño la abrazó y le dijo “decime que eras vos”. Y Almi confesó: “Sí amor, era yo”. Y “en una reunión de padres, expliqué que por las mañanas soy canillita”.





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