POSADAS. “Soy un hombre de campo porque así me crié. Soy muy madrugador, trabajo diez, doce y quince horas. No me hace mella el trabajo”, supo contar en una de sus tantas entrevistas el gaucho Raúl Silva, quien hacía más de 50 años que vivía en Misiones. Con orgullo supo contar sobre su pueblito Jubileo, allá en Entre Ríos, y como mencho y buen gaucho, siempre se mostró a caballo. Ayer por la tarde partió a la vida eterna, dejando detrás esa apasionada manera de hablar, su fe cargada de alegría por la Santa Virgen y ese orgullo de sentirse gaucho. Con la Virgen de Itatí, Raúl Silva impulsó procesiones y propuso llevar en alto ese gran encanto al hablar de la cultura gauchesca. Conocía los secretos del campo como pocos, se adaptaba a todas las circunstancias y aseguró en su momento que podía aprender cualquier oficio, por esa voluntad divina de superarse. Como talabartero confeccionó cientos de producciones en cuero y especialmente en botas para gauchos. Con orgullo supo contar que su caballo lleva como adorno de montar un trabajo hecho a mano con cuero tejido, el que le llevó dos meses terminar, justo para cuando emprendió viaje a sus pagos a modo de promesa. Ayer se fue un grande y noble señor de costumbre campestres.





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