Con la presidenta Cristina Kirchner todavía sin entrar en funciones por un problema de salud, el ministro de Economía Axel Kicillof partió desde Río Gallegos, en un jet privado contratado al efecto, hacia Australia, a la reunión del G-20 en la que reiterará, entre otras posturas del gobierno argentino, la necesidad de acordar a nivel global una estrategia para proteger a las futuras reestructuraciones de deuda soberana de los ataques de los llamados fondos buitres.El planteo se da en coincidencia con las señales reiteradas de que se avecina una fase decisiva en las negociaciones con los holdouts que pretenden hacer realidad el controvertido fallo del juez Thomas Griesa, de Nueva York, que ordenó el pago de más de 1.200 millones de dólares a estos tenedores de bonos que no ingresaron al canje de deuda en 2005 y 2010.La puja con estos grupos especulativos ingresará, como se había anticipado, en una etapa con mayores posibilidades de llegar a un acuerdo en el mes de enero próximo, debido a que en el caso de pagar, la Argentina ya no podrá ser demandada por los bonistas que ingresaron el canje en base a la cláusula Rufo, que hasta esa fecha prohibe al país pagar bonos de la deuda en default a valores más altos que los que se pactaron en el canje. El abogado Daniel Pollack, designado por el juez Griesa para actuar como mediador, está embarcado en la organización de una ronda final de negociaciones para la primera semana completa de enero, entre el 5 y el 9, ya sin la vigencia de la cláusula Rufo; aunque Jorge Capitanich y el diputado nacional K y ex vice ministro de Economía, Roberto Feletti, coincidieron en bajar los decibeles a las versiones sobre un acuerdo inminente. La intención de Argentina es, subrayaron, “resolver la situación del 100% de los bonistas, no sólo de Paul Singer”. Para el gobierno es fundamental dejar sentado que cualquier acuerdo vendrá en el marco de la estrategia que se trazó desde un principio, y no implica reconocer a quienes creen que las dificultades económicas actuales se deben al default; generado a su vez por una mala estrategia del gobierno argentino respecto del conflicto. Desde la percepción oficialista, el peor momento de la crisis ya pasó, y en 2015 habrá claros signos de mejora en la situación económica, incluyendo a la inflación. Mundos paralelosEl ya mencionado Feletti, tras mostrarse optimista respecto al año proximo; señaló que 2014 “fue el año en que hubo mayor brecha entre lo que se proyectó y lo presupuestado”. Además, admitió que “fue un año que arrancó difícil con una devaluación muy grande en enero y con una expectativa negativa de Argentina, pero a mitad de año cambió y nos encaminamos a un fin de año mucho mejor”.En este marco, y concidiendo con las tensiones en el escenario electoral; el Indec anunció que la inflación de octubre fue de 1,2% y acumuló en el año un alza del 21,4%,; en tanto que para las consultoras privadas vinculadas a la oposición, la suba de precios se ubicó en un 2,25%, lo cual proyecta que el índice interanual sea del 41,25% y el acumulado en 10 meses del año trepe al 33,25%. La disparidad entre ambas mediciones ya no ocupa el centro del debate político, pero no es por ello un dato menor, ya que se habla de más de un 20% de diferencia en la suba al final del período. A esta polarización manifiesta en el análisis de un indicador que es básico para el registro del día a día de la economía; y que refleja visiones diametralmente diferentes, corresponde un escenario político que en las últimas semanas se inclina con fuerza hacia 2015. EfervescenciasA diferencia de lo que ocurría a pricipios de año, cuando la devaluación y el costo de vida incontrolable arrinconaban al kirchnerismo en una incómoda trinchera de lucha contra una agonía política indiscutible; ya al filo del fin de año cada vez más los analistas avizoran una reconstitución del oficialismo como dato central del tablero electoral. El cambio de expectativas animó a dirigentes de La Cámpora, que anunciaron su decisión de “trabajar” para lograr que el kirchnerismo obtenga el 40% en primera vuelta, y evite la profecía anunciada de una derrota en el ballotage, como sinónimo de un cambio de ciclo político. Las mayores tensiones, no obstante, no se ven en esta renovada aspiración del kirchnerismo a sobrevivir al período constitucional de Cristina; ya sea con Daniel Scioli, Florencio Randazzo u otro de los presidenciables que se disponen a pelear las Paso en el ruedo oficial, ocupando la estructura del justicialismo, sino en el Faunen; el frente que se supo armar con el progresismo como concepto aglutinante y la base territorial del radicalismo como cable a tierra. La cruzada que iniciara “Lilita” Carrió para anudar una alianza electoral con Mauricio Macri, que divide aguas en la alianza; parece haber sembrado una discordia sin retorno en el radicalismo; cuyo Comité nacional se reunirá mañana para evitar -según los fuertes rumores que circulaban el fin de la semana- que una vez más el centenario partido opte por la fractura. La historia dice que la propensión a dividirse en dos fracciones enfrentadas es un signo permanente de la cultura política del radicalismo desde los tiempos de la “alvearización”, que enfrentó la intransigencia de Hipólito Yrigoyen; y uno de los episodios emblemáticos fue la fractura en el marco de la ascensión a la presidencia de Arturo Frondizi. En la actualidad, la vieja dicotomía entre frentismos “a la Unión Democrática” y progresismos referenciados en la mítica figura del caudillo de Balvanera, se jugaría principalmente entre el presidente del Comité Nacional, el senador mendocino Ernesto Sanz, asociado a la postura pro macrista de Carrió, y el ex kirchnerista Julio Cobos, que aspira a una alianza que no cruce el límite ideológico de las posturas radical progresistas. Hasta ayer, se decía que el cobismo pediría un paso al costado de Sanz, como mínimo, para seguir debatiendo, ya que creen que el senador “está siendo juez y parte en un momento delicado de la vida del partido”.Se produzca o no el cisma partidario que se esperaba hasta ayer, el panorama de atomización de propuestas, que incluye a quienes pretenden asociaciones provinciales con Sergio Massa, sirviendo a las necesidades del tigrense de contar con una cobertura territorial; es evidente que la cohesión interna en el Faunen no sobrevivirá de aquí a octubre del año próximo. ApuradosEl dilema radical ratifica, asimismo,
que la virtual fractura del radicalismo misionero no obedece únicamente a la situación provincial, sino que refleja posturas de fondo frente al panorama nacional que se definirá en estas elecciones; en las cuales, paradójicamente, los grandes partidos nacionales -el radicalismo y el justicialismo- vuelven a estar en el centro de la escena, pero fuertemente fragmentados. La decisión, esta semana, del Comité Provincia de apurar los tiempos y convocar para diciembre a la Convención partidaria, organismo rector que debe aprobar el proyecto frentista de la cúpula que encabeza Hernán Damiani, que tenía la intención de sellar rumbos anticipadamente, perdería obviamente su razón de ser en caso de una fractura, o incluso de que se prolongue la indefinición nacional. La incertidumbre predomina también en la Renovación, que esta semana se disponía a blanquear la candidatura de Hugo Passalacqua a la Gobernación, en dos reuniones pactadas a esos efectos; una de ellas la de la Juventud que lidera “Toto” Alvarez, eventos que se suspendieron por el problema de salud de Rovira. En el interín, en las elecciones de la CEEL de Eldorado, la semana pasada, los analistas de las internas soterradas de la renovación sacaron más de una conclusión. Se había hablado de un mix de listas renovadoras anotadas para competir contra una eventual lista de Alex Ziegler; pero la realidad se impuso una vez más a las expresiones de deseo. El podio quedó en manos de un renovador, y se diluyó el fantasma del poder mágico del diputado nacional en su territorio; pero las malas performances mencionadas dejaron que pensar. Como a nivel nacional, la conclusión es que en términos electorales, cualquier conclusión demasiado tajante, hoy, es apresurada, y lo es mucho más en los casos en que las rencillas dirigenciales marcan la cancha.





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