POSADAS. En su edición del pasado sábado, el suplemento de arquitectura “M2” del diario porteño Página/12 se despachó con un duro informe sobre los monumentos que afean la ciudad de Buenos Aires en la avenida 9 de Julio en su cruce con avenida de Mayo. Cita varios desde “El Quijote” hasta que llega a la plaza donde el Gobierno misionero puso más de 10 millones de pesos para su reforma: “El horror urbano se agrava del lado norte, donde la provincia de Misiones se vengó de alguna ofensa porteña con una pieza de particular fealdad. Entre la avenida y Rivadavia angosta, sobre Bernardo de Irigoyen, se levanta el Mingitorio Misionero, una ‘escultura’ que supuestamente es un elogio, un símbolo o un apelativo a las Cataratas del Iguazú”, afirmó Sergio Kiernan, editor del mencionado suplemento “Metro Cuadrado”.Agregó: “Se trata de un semicírculo de bloques de piedra verticales con cascotes pegados con cemento por donde pasan cañerías de agua. El agua sube y cae, creando una nubecita como de vapor y un río. Según un cartel cargado de escudos, la pieza es ‘una recreación de la Garganta del Diablo’ que transmite la experiencia, sensaciones, vibraciones y energía de esta Maravilla”.“El mensaje tan New Age falla, porque la escultura no transmite ninguna de estas sensaciones o energías, y parece nomás un mingitorio con exceso de presión de agua. El autor -y el autor del texto- todavía se debe estar preguntando cómo hizo el gobernador Maurice Closs para creerse todo esto. De hecho, el monumento fue usado como mingitorio por la población sin techo del centro, con lo que hubo que enrejarlo. El Gobierno porteño completó la plazoleta con la idea de que ‘entre más más, más mejor’, saturándola de objetos. Atrás del mingitorio siguen dos de las viejas esculturas de hierro que alguna vez estuvieron en Plaza de Mayo, melancólicas en su elegancia. Hay dos palmeras imperiales y tres más jóvenes, sostenidas con palos, plantadas también en platitos de maní, y otro cantero en diagonal”, describió a continuación el crítico periodista kirchnerista.“El indio de lata”Kiernan dedicó otro párrafo al monumento a Andrés Guacurarí, que tardó largos años en llegar a su plaza como ordenaba una vieja ley: “Pero en el rincón de Rivadavia y el carril central de la 9 de Julio, está el indio de lata. Es como un muñequito de huevo Kinder, con una lanza con un banderín, brillante y pulido. Tiene una expresión vacua pero algo preocupada porque la amoladora con que lo limpiaron le abrió un ojo más que el otro. Sus piernas son cuadradas, modelo anterior a Astroboy, y su bragueta tiene unas ménsulas preocupantes. El asombrado visitante encontrará la explicación del objeto en una placa sobre la muy berreta base de adoquines que sostiene al indio de lata. Ahí se explica que el Gobierno misionero decidió homenajear con esa burla al Comandante General Andrés Guacurarí y Artigas, también conocido como el cacique Andresito”, resumió.





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