POSADAS. Finalmente, tras mucho andar y luego de golpear infinidad de puertas, Ginger Gentile y Sandra Fernández Ferreira, junto a un sinnúmero de colaboradores, lograron estrenar, el jueves 1 de octubre, en Buenos Aires, el documental “Borrando a papá”, un filme que enuncia una problemática en aumento: la obstrucción de los vínculos entre padres e hijos que, en procesos de divorcios conflictivos, se ven inmersos en un sistema que considera al padre peligroso y un accesorio prescindible en la crianza de los hijos y lo aparta sistemáticamente. En poco más de una hora, Héctor, Yura, Claudio, Guillermo, Diego y Sergio cada uno con su historia, se convierten en la punta de un iceberg que se va desentrañando a lo largo de la película, para dejar al descubierto la industria de la obstrucción de vínculos familiares: centros de revinculación de dudoso origen, abogados y psicólogos inescrupulosos, jueces prejuiciosos y hasta un organismo creado por la Corte Suprema.Una industria en la que existen profesionales e instituciones que no buscan solucionar, sino mantener familias judicializadas y prolongar el conflicto de manera sistemática, valiéndose de medidas judiciales, denuncias de contenidos ridículos o incluso falsos, para mantener a los padres alejados.Así, “Borrando a papá” es la historia de estos y otros muchos padres que no se resignan y de instituciones y profesionales que, sin ningún tipo de pudor, admiten trabajar para erradicar al padre de la vida de sus hijos y desvían los recursos que podrían estar siendo utilizados para proteger a las verdaderas víctimas de violencia.Y entonces, Diego, un hombre que parece gracioso y divertido, relata cómo en su cabeza resuena cada día la frase que la madre de sus hijas le dijo tras decidir separarse: “Si vos te vas yo te voy a tachar como papá”.Yura, por su parte, habla en perfecto castellano, pero no puede esconder el acento ruso, “hace dos años que no sé nada de Sasha (su hijo). No sé dónde está y tengo miedo de que si intento ir a verlo, me hagan otra falsa denuncia” (fue denunciado por enseñar al niño a hablar en su idioma), expresa.La historia de Guillermo es más triste aún, luego de recibir una golpiza propinada por su esposa, fue denunciado por ella y sin ninguna prueba lo echaron de su casa. Ese día abrazó por última vez a su hijo, y a pesar de que, gracias a la cámara oculta de sus vecinos se descubrió que la violencia era ejercida por la mujer, nunca volvió a verlo.Otro hombre que sufre el perderse ver crecer a sus niños es Sergio, él lucha por la tenencia negada a pesar de que la madre de los chicos, luego de golpear ferozmente a uno y ser acusada de intento de homicidio agravado por el vínculo, sigue en libertad y con los pequeños a su cargo, puesto que el juzgado alega que “es la madre y los hijos, deben estar con ella”. Así, otra vez el sistema prioriza un prejuicio sobre la vida a un niño.En un momento del documental, Sergio explica que en una oportunidad le preguntó al juez, “si hubiese sido yo quien intentó matar a mi hijo y no la madre, ¿qué hubiera pasado?” y el magistrado le contestó que “usted estaría preso, porque usted es el papá”. Claudio, que de niño fue obstruido en el vínculo con su padre, reconoce tristemente cómo su madre le enseñó a odiar al hombre que le dio la vida. Hoy, adulto, vuelve a sufrir obstrucción de vínculos pero con su hija.Y es en estas pocas historias, detrás de las cuales se esconden millones, muchas en la misma tierra colorada, que el documental deja al descubierto cómo los padres son castigados por ser hombres, por pertenecer al género masculino, estigmatizándolos como violentos y peligrosos y devela la doctrina que propone la exclusión del padre por considerarlo una amenaza.Una doctrina traída a Argentina por el “célebre” psicólogo Jorge Corsi, considerado como una eminencia en temas de violencia y abuso intrafamiliar, que proponía que el hombre es siempre el violento y la mujer siempre la víctima, que hoy por hoy cumple una condena por pedófilo confeso, sin embargo innumerables profesionales siguen aplicando su método.Simplemente, dineroErin Pizzey, fundadora del primer refugio para víctimas de violencia doméstica, menciona en el filme que de las primeras 100 refugiadas que recibió, 62 eran tan violentas como sus exparejas, por ello entiende que “nunca fue un problema de género. Estas mentiras y estadísticas falsas son difundidas en todo occidente y como resultado los hombres son considerados violentos, no por lo que hacen sino porque son varones”. Y agrega que tuvo que abandonar el país por las manifestaciones en su contra y las graves amenazas que recibió, al tratar de demostrar que “la violencia doméstica es una industria millonaria y las mujeres que la controlan no van a tolerar ninguna evidencia que afecte ese financiamiento”. Y con “Borrando a papá” fue justamente eso lo que pasó, provocó el rechazo de importantes ONG, como Salud Activa, el Comité Argentino de Seguimiento y Aplicación de la Convención Internacional sobre los Derechos del Niños, y medidas cautelares de integrantes del Programa de Investigación y Asistencia para la formación de familias (PIAFF), quienes expusieron sus ideas y pensamientos con absoluta libertad y consentimiento en el documental. Un hombre que sabe de qué hablaA Gabriel Balanovsky, productor de “Borrando a papá”, lo motivó mucho más que la idea de producir al momento de trabajar en el filme. “La razón por la que decidí emprender este proyecto es simple, pero profunda, la obstrucción de vínculos familiares la sufrimos en primera persona, mi hija, toda mi familia y yo.Luchar por recuperar el contacto con mi hija me llevó a situaciones de altísimo riesgo para mi vida, un juez me encarceló durante un año y dos meses en una prisión de máxima seguridad acusándome de secuestrar a mi propia hija sin importarle que la jueza de familia me había otorgado la guarda provisoria mientras se definía la tenencia.La situación penal se resolvió cuando la Cámara de Casación Penal sentenció que un padre jamás puede ser acusado de secuestrar a su propio hijo y menos aún teniendo la guarda otorgada por una jueza de Familia. Quedé libre de culpa y cargo, el juez no tuvo ninguna consecuencia y mi hija y yo nunca más nos volvimos a ver.Hoy, y desde hace ya varios años, cuento con un régimen de visitas con sentencia firme y que nunca ningún juez hizo cumplir. Frente a esta terrible realidad comenzar a
trabajar en el documental era una situación casi obligada, debía entender esto que nos pasa a mi hijita y a mí.¿Por qué? ¿Quiénes? ¿Para qué? ¿Cómo solucionarlo? Fueron algunas de las preguntas con las que empecé. Hoy, gracias al documental, muchas, además de las nuevas que surgieron a lo largo del trabajo, tienen una respuesta y están en la película.Para las preguntas que aún no tienen respuestas, espero que este trabajo ayude a abrir el debate, tan necesario sobre esta problemática, pero por sobre todas las cosas, deseo que esta película ayude a reencontrarme con mi hija”, relató Balanovsky.




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