SAN VICENTE. Víctor (60) y Mauro Zukowski (30), padre e hijo, comparten una misma pasión: educar. Mientras Víctor espera poder jubilarse, su hijo lleva cinco años en esta labor, ambos en escuelas primarias de la zona.La carrera de Víctor se remonta a 1976, cuando comenzó trabajando tres años en una escuela privada, para luego continuar en escuelas públicas del ámbito rural. Actualmente es director de la Escuela 651 de segunda y en disponibilidad en la Escuela 453 Sierra Grande, en el centro de San Vicente. “La educación es todo para mí, lo transmití durante treinta y pico de años a diario a los chicos. Es importante la educación formal y la informal en una persona. La de la escuela, la casa y la sociedad, todo eso hace a la formación de las personas”, resaltó a PRIMERA EDICIÓN don Víctor, que ha sido de gran influencia no sólo en Mauro, sino en otros de sus hijos que también se inclinaron por esta actividad.“Yo tuve oportunidad de estudiar otras profesiones, pero me di cuenta de que educar es lo que más me gusta hacer y por suerte lo conseguí”, señaló Mauro, quien comenzó a trabajar como docente hace cinco años. En este corto lapso recorrió muchas escuelas cubriendo suplencias y hace un mes consiguió su primer interinato en el aula satélite de la aldea Iviray, que pertenece a la Escuela 651. “Recorrí muchas escuelas cubriendo suplencias, actualmente soy suplente en un cargo de una escuela, pero como se cerró esa división me pasaron a la Escuela 411 del kilómetro 1.274, en el paraje San Miguel. El 1 de agosto me dieron mi primer interinato. Es en un aula satélite de la aldea Iviray, en el kilómetro 1.281, a más de 30 kilómetros de San Vicente”, explicó.“Cuando la secretaría escolar me ofreció el cargo, no dudé. No conocía el lugar, pero como me gusta estar en contacto con la comunidad guaraní, no tuve problemas en ir. Para llegar allá hay que pasar por dos arroyos”, explicó Mauro, quien viaja cada día en su moto. Uno de los cursos de agua puede cruzarlo en ese vehículo, pero el otro (el arroyo El Soberbio, que es mucho más ancho) requiere de una aventura cotidiana. “Estábamos haciendo un puente colgante, pero no pudimos porque crece mucho cuando llueve. Ahora pasamos por un cable, ayudados con unos gajos. Luego de la nota que publicó PRIMERA EDICIÓN el martes, me llamó gente de Vialidad Provincial y dijo que van a hacer el puente”, señaló fuertemente comprometido con las necesidades de la comunidad.Las dificultades para llegar a la escuela las pasó también su padre: “Recuerdo que me enviaron a una escuela en el kilómetro 25 de la ruta provincial 221 -contó Víctor-. Vine en un Citroën y se empastó por el barro. No dudé, tome mi bolsito y me fui caminando unos 30 kilómetros. Fue una prueba de fuego y la superé. Los chicos me estaban esperando a pesar de la lluvia y eso me hizo olvidar el cansancio de la caminata”.Y así, Víctor pasó más de la mitad de su vida en las aulas. “Tengo la edad y los aportes para jubilarme, estoy esperando que el Consejo de Educación me ofrezca la jubilación. Creo que el año que viene me van a jubilar y espero que para entonces esté resuelto el tema del 82% móvil. Después algo tengo que hacer para no estar quieto, uno no puede dejar de trabajar y no hacer nada”, opinó.En cambio para Mauro esto recién comienza y su tarea no implica sólo enseñar: también se está ocupando de lograr fondos para construir nuevas aulas en la aldea y lograr que la luz llegue al salón.





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