POSADAS. La pasión por volar y por los propios aviones los convocan semana a semana. En algún café de ésta ciudad se encuentran para recordar vivencias que les colman el alma y que -como ellos mismos sostienen- son imposibles de transmitir con palabras. Este sentimiento tan intenso es el denominador común que reúne a Darío Benítez (84), un piloto con once mil horas de vuelo; a Federico Ennio Luján (77), piloto a lo largo de 66 años, y a Oscar Clemente Bazzani (64), un mecánico de mantenimiento de aviones durante 44 años. En esas largas charlas hacen volar la imaginación, matizan el clima con anécdotas pintorescas y, con un cortado de por medio, se les hace imposible olvidar a quienes ya partieron en ese vuelo sin retorno, como Carlos de Perini o Ángel Cardozo, sólo por mencionar a los más recientes. Desgranando recuerdosBenítez empezó a volar a los 15 años. Se hizo piloto en 1948 y se recibió en el Aeroclub Posadas, que comenzó a operar allá por 1927, unos tres años antes que él naciera. Luego se fue de la provincia y en 1987 regresó a pedido de Luján, que había sido nombrado director de Aeronáutica de la provincia. Aseguró que desde siempre esa fue su vocación y que su primer acercamiento a la aviación fue un curso por correspondencia de la escuela “Washington School”, de Los Ángeles (EEUU), que tenía una agencia en Buenos Aires. Luego, hizo un curso de piloto privado en Posadas y más tarde, se suscribió a un curso por correspondencia de piloto comercial que brindó un excomandante de Aerolíneas Argentinas. “Ahora estoy fuera de toda actividad aeronáutica. Me precedieron varias camadas de las que, lamentablemente, vivos quedan pocos”, señaló el hombre que durante once años se ocupó del correo aéreo de Posadas a Eldorado, además de volar para varias empresas privadas.Del Aeroclub fue socio y practicó aeromodelismo cuando Matilde Carossini Castro llevaba a los chicos de Posadas y les enseñaba a confeccionar modelitos de aviones. Es que, a su entender, en esa época había una mentalidad de fomento aeronáutico que se perdió. “Ella juntaba a los chicos en su casa y daba instrucción gratuita. Hoy todo es rentado”, reflexionó.En 1960, en uno de sus tantos viajes que transportó a monseñor Jorge Kemerer, Posadas estaba cerrada por la niebla y tuvo que aterrizar cerca de Garupá justo donde estaban construyendo el pavimento, hasta que el fenómeno se diluya. En otras pistas hubo que espantar vacas y hasta lavar el avión que venía “enchastrado” hasta la cola.“Esto es mi pasión, mi vida y tuve muchas satisfacciones. Estoy alejado porque la aeronáutica desapareció. Por eso nos juntamos los que recordamos algo. Me gustaría volar” aunque no sueña con aviones. Tras un sorbo de café, coincidió con el reiterado término “satisfacción“ como la de cumplir con el sueño de poder ver el mundo desde otra dimensión. “¿Sabe lo que significa estar a 45 o 50 mil pies y ver siete u ocho ciudades juntas a la medianoche o al amanecer, sabiendo que allí duermen, mueren, se aman? Y yo solo allá arriba, volando. Eso es impagable. La satisfacción es interna pero grandiosa. Creo que para todos los colegas es igual porque vivimos de eso y alimentamos esa pasión”, aunque hoy ya no sea igual. Consideró que de pilotos de fin de semana pasamos a ser pilotos de café. “Acá volamos tres veces a la semana y seguimos aprendiendo” y tienen pendiente hacer un recuento histórico del desarrollo aeronáutico en la provincia porque “Misiones tuvo una gran voluntad aeronáutica. Hubo gente extraordinaria en la materia y nadie la recuerda, está en el olvido. No se sabe cómo contribuyeron al desarrollo de la provincia en otra época de la que los modernos de hoy no tienen idea. Hubo gente visionaria que vino del otro lado del océano”. Recordó que hubo varios intentos de líneas aéreas regulares como no sucedió en otras provincias. “En Eldorado, en Posadas, con aviones trabajando, con líneas concedidas. Había conciencia aeronáutica, interés y necesidad pero se perdió. Cambio la mentalidad, se introdujo la política, el status”.Para toda la vidaConocido con el sobrenombre de “Pocho”, Luján es bonaerense, nacido en San Antonio de Areco. Llegó a Misiones cuando tenía 24 años y aquí permanece hace 53. Asegura que casi todos “nos arrimamos a la aviación, a la aeronáutica, por vocación. Personalmente perseguí a esa novia durante dos años. Y fue la de toda la vida, a la que jamás engañé y de la que sigo disfrutando”, dijo entre risas. Cuando en 1945 se hizo una exposición en Buenos Aires, tenía 13 años y allí supo que para empezar a volar se necesitaban 17. Siguió recorriendo por los stands y descubrió que a los 15 se podía empezar a volar en un planeador. Su experiencia empezó en Merlo, luego pasó al avión en el Aeroclub Argentino y se hizo instructor de vuelo en Misiones “donde descubrí que era una necesidad y que había pocos pilotos”.A pesar de los caminos intransitables y los arroyos crecidos, “los marinos que tenían que cambiar los prácticos del Paraná debían volar para alcanzar sus barcos a la altura de Itá Ibaté, Ituzaingó, y desde el Aeroclub se los transportaba. Hacíamos horas sin pagar porque toda esa gente abonaba para llegar a destino”, confió.Aprendió a conjugar su trabajo en el hospital con la aviación. Los sábados y domingos eran suyos. Llegó a la tierra colorada en momentos en que el Aeroclub se posicionaba en segundo lugar en la formación de alumnos pilotos. “Tenía muchos, algunos de los cuales son pilotos de línea y otros, deportistas”. Durante la semana, continúa ejerciendo su profesión. “Tengo un trabajo que es la cirugía, pero tengo un hobbie que es la aviación. Son dos satisfacciones distintas”.Experiencias fuertesPor ese entonces el Aeroclub tenía una vida muy activa. “Nos llamaba el gerente de apellido Castillo y decía: ‘Y cómo se siente hoy para ir a Corrientes, a San Pedro, a Puerto Iguazú’. Y era un jolgorio, porque volábamos y hacíamos horas”, con muchos sustos y cero accidentes.El día en que cerca de Puerto Iguazú se accidentó el avión –
piloteado por Pirovani- en el que perdió la vida el gobernador César Napoleón Ayrault y el vicegobernador, Juan Manuel Irrazábal, lo llamaron desde la Dirección de Aeronáutica y le comunicaron que tenía que llevar hasta esa ciudad el avión de la provincia. “Le dije que nunca había volado con él y me respondieron, “Pocho, vos podés. Lo llevé con Alcaráz, un piloto de Oberá. De regreso, como el grupo de pilotos estaba acongojado por la tragedia, al pasar por Eldorado me encomendaron que trajera a la hija de Irrazábal, que estaba muy quemada”, rememoró. Lo hizo acompañado por el traumatólogo Carlos Bordón, un amigo suyo que residía en la Capital del Trabajo. Llegaron a Posadas en medio de una tormenta y un avión de Aerolíneas le cedió el turno para el aterrizaje. Emocionado, destacó el gesto del comandante de Aerolíneas, que siempre tiene prioridad para decolar y aterrizar, “de decir a la torre de control que deje entrar a ese avión que viene en plena tormenta. Y tuve que decir gracias comandante”. En ese arribo se encontraba un médico que después sería primer mandatario de Misiones. Julio César Humada dijo en esa ocasión: “Si alguna vez voy a ser gobernador, éste será mi director de Aeronáutica. Y así fue. Lo convoqué a Darío, y en esa gestión llegamos a transportar 400 enfermos por mes con los Aravá”. Cuando levantaba vuelo rumbo a Buenos Aires, llevando enfermos “pensaba: puedo hacer esto que me gusta y encima me pagan. Hubiera pagado por volar. Y, volaba esas máquinas como el Twin bimotor con una potencia bárbara que no había en los aeroclubes”. Unos quince años después de haber trasladado a una enferma fue a comprar unas cubiertas para su automóvil a una firma cercana a la exGarita del Kilómetro 10. Manifestó que llevaba dos y que a fin de mes pagaría las dos restantes. “No, usted lleva dos y no paga más”, dijo el propietario. Sin entender Luján lo miró desconcertado, y enseguida llegó la respuesta: “la chica que está ahí es mi hija, usted la llevó a Buenos Aires y se salvó”.Lo lleva en la sangrePara Bazzani, esto es “nuestro primer y gran amor. Es un sentir muy especial. Tocando al avión, estando en sus entrañas, siendo mecánico, viendo este ingenio que vuela, uno siente que se eleva. Más allá del lugar que se ocupe, la pasión por volar es única”. Oriundo de Buenos Aires, cuando iba a pasear con sus padres a aeroparque veía a los aviones detrás de un alambrado. Eso lo llevó a madurar el sueño de estar cerca algún día. Por eso cree que “cuando uno tiene un gran deseo, se cumple, más aún cuando es propicio el ámbito social, la educación”.Entre 1980 y 2001 se extendió su permanencia en el aeropuerto viejo de Posadas, cuando aún era de madera. “Vine a la fundación, al inicio de esta mole de cemento” y continuó aquí hasta luego de la privatización de Aerolíneas Argentinas, lo que calificó como algo “traumático para todos lo de mi generación. Sentimos que todavía hay una explicación que dar porque se privatizó una de las líneas aéreas de mayor calidad en el mundo, con diez escalas en Europa y 20 en el país”.Le preocupa porque se interrumpió “la transferencia de conocimientos de una generación a otra. A nuestra edad, recordamos que tuvimos maestros. Para los 20, uno de 40 años era un señor al que había que tratarlo como una autoridad. Nos preocupa que no haya lugares, ámbitos, donde los jóvenes demuestren interés. Se nos ocurre que la historia para ellos comienza con el celular y que con una notebook debajo del brazo el chico ya resolvió su educación”. “Aprendimos de seres humanos, de grandes maestros anónimos, mecánicos a los que queríamos estar atentos para imitarlos, subir la escalera del avión para acercarle una herramienta, observarlos con grandeza. Y después yo llegué a estar en ese lugar, esperando todos los días en la pista hasta que el avión levante vuelo, como un acto mágico. Lo sentimos pero no podemos decir, describir. Todos hablamos de enamoramiento”, reveló.Confió que antes era el Estado el que formaba al alumno con facilidades, con el combustible y el propio avión “pero ese Estado se retiró”, dijo Bazzani, que tiene antecedentes en la familia porque su tío Andrés era piloto de los hidroaviones y figura en uno de los primeros vuelos que se hicieron a Posadas. “Cuando llego nombrado al aeropuerto de Posadas para el puesto de mecánico, que estaba vacante, mi apellido era conocido porque habían atendido al avión en el que mi tío venía como comandante”. Además, su papá, Clemente, fue mecánico de avión en Aerolíneas.Sobre estos temas hablan casi todos los días. “Hay lindos recuerdos, agradecimientos y hay un dolor también. Vamos quedando en el recuerdo en una mesa. Hace dos semanas falleció De Perini, y Cardozo, quien había viajado a Israel para traer los Aravá nos dejó hace un año y medio, tomando un café con nosotros”.Escribió el libro “El espíritu aeronáutico”. Es que cuando se retiró, empezó a extrañar y comenzó a escribir porque aunque sean los únicos que recuerdo “yo sí sueño con aviones”.





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