POSADAS. Se cerró anoche la ronda de testimoniales en la causa que investiga el crimen del albañil Carlos Raúl Guirula, ocurrido el 19 de julio pasado, en la que once policías están imputados por el delito de “tortura seguida de muerte”. La Justicia deberá determinar el grado de responsabilidad que le cupo a cada uno.Dos de ellos recuperaron la libertad porque están sospechados de encubrimiento, una calificación que contempla el beneficio de la excarcelación. Antes, debieron garantizar una caución real de 20 mil pesos.Anoche declararon dos detenidos, vinculados a otras causas penales, que estaban alojados en la comisaría seccional Decimotercera cuando llegó la camioneta con el cuerpo de Guirula. El común denominador, después de las testimoniales que prestaron las personas que presenciaron el procedimiento, la madrugada del 19 de julio, es que el trabajador de la construcción fue reducido y esposado dentro del motel ubicado en Santa Catalina y Andresito.Según el conserje del lugar, Guirula y sus dos amigos estaban tranquilos; habían pagado la botella de whisky que provocó el llamado telefónico a la Policía y se disponían a irse cuando arribó la patrulla de la comisaría 13.Si todo estaba controlado, no se entiende la razón de la demora de Guirula. Ni el motivo porque los uniformados lo bajaron por la fuerza del Renault 19 blanco. Tampoco la causa del pedido de apoyo y el arribo de tres patrullas del Comando Radioeléctrico Uno, con dos efectivos policiales por coche.Una de las teorías es que cuando lo sacaban del automóvil -los expertos entienden que, al igual que el domicilio, es inviolable de no mediar una orden judicial-, el albañil habría forcejeado con los uniformados y en el medio, quizás de rebote, golpeado a la mujer policía.Esa circunstancia habría desatado la locura que se produjo después.La primera reconstrucción contempla la posibilidad de dos incidentes entre los policías y la víctima. Uno ocurrió dentro del alojamiento y fue observado por los empleados y los dos amigos de Guirula.De todos ellos, el encargado de Seguridad fue el único que afirmó haber visto a la oficial y cuatro o cinco camaradas patear al trabajador de la construcción, cuando estaba en el piso y esposado. El otro ocurrió, aparentemente, fuera del motel, cuando intentaban subir al albañil a la camioneta Toyota Hilux de la Decimotercera.Un dato revelador pareciera sustentar esta hipótesis. Los peritos hallaron uno de los zapatos de Guirula en la vereda. Además, el pasto estaba dañado, con rastros de arrastre y muchas pisadas.Si la víctima mantenía la fuerza y bravura propia de un hombre acostumbrado a trabajar pesado, de 1,90 de estatura y 110 kilos; es lógico pensar que la paliza que terminó en su muerte se produjo arriba de la camioneta policial.El cadáver habla, reza un antiguo adagio forense. Y vaya si lo hizo el de Guirula. La autopsia determinó que tenía las costillas fisuradas, hematomas y puntazos de borceguí por doquier y una hemorragia pulmonar, que motivó el deceso. La teoría del encubrimientoDos de los once imputados están sospechados de encubrimiento y, de hecho, son los únicos que recuperaron la libertad, al menos hasta anoche. Se trata de un oficial y de un agente que no participaron en el procedimiento en el motel y estuvieron de guardia en la comisaría Decimotercera.Para la Justicia, habría sido imposible que no vieran lo que sucedió en el playón de la dependencia la madrugada del “19-J”, aunque ellos insisten en que fue así.Los investigadores sostienen que los involucrados habrían arrojado agua a la camioneta con el objetivo de alterar el rumbo de los acontecimientos, para hacer desaparecer pelos, huellas dactilares, pisadas y otras evidencias; no para borrar las manchas de sangre.“Cualquier novato sabe que el luminol se activa al detectar sangre, aun si lavaron las manchas con lavandina. Ni hablar solamente con agua”, indicó uno de los detectives.Fuentes consultadas por este diario indicaron que los once imputados irán a juicio oral, donde se determinará la responsabilidad de cada uno. Versiones diferentes de un mismo episodioNo se sabe ni se entiende cómo personas que estuvieron en un mismo lugar y presenciaron un mismo incidente pueden dar versiones tan diferentes. Pero suele ocurrir y sucedió en la causa que investiga la muerte del trabajador de la construcción Carlos Raúl Guirula. El conserje, dos mucamas y el encargado de seguridad del motel donde comenzó esta triste historia declararon ante el juez de Instrucción 1 de Posadas, Marcelo Cardozo. Coincidieron en parte y en otra no. Todos confirmaron que el fornido trabajador de la construcción fue reducido y esposado dentro del alojamiento.Sin embargo, sólo el empleado de seguridad complicó la situación de la oficial que encabezaba el procedimiento y de cuatro o cinco camaradas.Sobre ellos, indicó que patearon a la víctima cuando estaba en el suelo, esposada y sin posibilidades de defenderse.Los otros testigos hablaron más bien de “tumulto” y no de golpes. En este sentido, no sería descabellado pensar que el magistrado pueda, en el futuro, ajustar estos detalles de la macabra historia.Más allá de esta circunstancia, es significativo que ellos confirmaran que Guirula fue esposado en el motel, porque su estado de indefensión y la inferioridad numérica en que se encontraba configura la teoría de las torturas, antes de su deceso. La calificación contempla la pena a prisión o reclusión perpetua.





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