POSADAS. Desde diciembre de 2012 hasta el último jueves pasó de todo. Bergoglio se transformó en Francisco I, murió Hugo Chávez, Máxima fue consagrada reina de Holanda, Independiente descendió a la B y volvió a Primera, la fragata Libertad volvió tras estar retenida más de 70 días en Ghana, se aprobó la polémica Ley de Medios y hasta en Uruguay se legalizó la marihuana. La historia no se detuvo y el mundo siguió andando, al contrario de una moto que en todo ese tiempo juntó polvo en el fondo de una comisaría.Su dueño, Jorge Daniel González, tampoco se quedó en ese tiempo. Cumplió 34 años, comenzó a estudiar y en seis meses se recibió de especialista en refrigeración. Emprendió nuevos proyectos. Siguió con su vida. Pero de a pie. Su motocicleta, ésa que habían robado de su casa primero y de la comisaría después, recién volvió a sus manos la semana pasada, abogado de por medio. Tuvieron que pasar 571 días, más de un año y medio.La increíble historia relatada desde el principio por PRIMERA EDICIÓN finalmente tuvo su “final feliz”: el último jueves, después de un calvario que duró exactamente un año, seis meses y 24 días, a Jorge finalmente le devolvieron la motocicleta. Fue el corolario de una historia increíble pero real.“Estoy contento, pensé que ya no me la iban a devolver. Le faltan algunas cositas, pero no importa. Ya está”, le dijo el protagonista de la historia a este diario con el rodado nuevamente en sus manos.La insólita historia comenzó el 17 de diciembre de 2012, a las 2 de la madrugada, cuando González se percató de que le habían robado de su casa en el barrio Costanera de Itaembé Miní su Yamaha FZ-16 por la que meses antes había pagado 17 mil pesos.Apenas amaneció, el damnificado caminó hasta la comisaría Novena y radicó una denuncia. En principio, el trabajo de los uniformados fue excepcional: antes del mediodía ya la habían recuperado. La moto quedó secuestrada en la dependencia y sólo faltaban los peritajes para recuperarla.González se armó de paciencia. Como consuelo le servía poder ver su moto en la comisaría cada vez que pasaba por la Novena. Sin embargo, un día la buscó nuevamente con la mirada y no volvió a encontrarla. Fue el viernes 15 de febrero de 2013 y al denunciante enseguida llegaron los rumores del barrio que indicaban que la Yamaha había sido robada de la dependencia. Fue corriendo y pidió para verla. Una, dos y tres veces en el mismo día. Nadie supo o quiso decirle donde estaba la Yamaha.El misterio comenzó a resolverse otra vez gracias al testimonio de vecinos, que guiaron a González hasta la casa de una vecina, cuyo hijo curiosamente estaba detenido por andar con una motocicleta de características similares a la suya.Se enteró entonces que había sido un policía el que aparentemente “entregó” el rodado a otra persona para que corriera “picadas”.El caso llegó a la Jefatura de la fuerza y desde allí se lanzó un “ultimátum” al personal vinculado con el caso, para que la motocicleta apareciera antes del lunes 18 de febrero. La amenaza obtuvo resultados y aquel fin de semana se llevó a cabo una serie de allanamientos en el barrio Belén de Itaembé Miní, donde el domingo 17 por la noche, al límite del lapso establecido, apareció la moto.En esos procedimientos se detuvo a tres personas que, se supone, actuaron en connivencia con el uniformado sospechado. Ese policía después fue trasladado. Así las cosas, la motocicleta aparentemente volvió a la Novena. La pesadilla parecía haber terminado, pero la Justicia se topó con otro impedimento para devolverle el vehículo a González.“Me dijeron que se presentó alguien a decir que yo le vendí la moto y que tiene un seguro pagado, algo totalmente falso. Después de que me retuvieran los documentos en la comisaría, yo pude recuperarlos. Tengo la cédula verde y el título, pero increíblemente todavía no tengo la moto”, contó Jorge en junio del año pasado, todavía sin poder creer lo que vivía.Ante tal situación y pese a que en aquel momento estaba desocupado, González decidió contratar un abogado particular para que siguiera la causa. Eso le permitió contar con cierta esperanza que finalmente se transformó en realidad el último jueves cerca del mediodía. El llamado con el que tanto había soñado finalmente se hizo real.“El martes pasado me llamó mi abogado y me dijo que ya estaban listos los papeles. Fue una emoción muy grande. El jueves al mediodía fui con un amigo a la comisaría y después de firmar todo pudo sacar de nuevo la moto. Le faltaban algunas cosas como los espejos, pero eso ya no importa. Voy a traer un mecánico y la voy a dejar a punto de nuevo”, le dijo a PRIMERA EDICIÓN ese mismo día, apenas llegado desde la sede policial.Cuando este medio llegó a su casa, Jorge mantenía la mirada incrédula. No podía creer que la moto había regresado. La rodeaba una y otra vez, palpándola, como tratando de comprender que eso ya no era un sueño.Después de la insólita experiencia, González se prometió a sí mismo no volver a vivir algo así. “Si antes la cuidaba mucho, ahora la voy a proteger el doble; no me la van a sacar más”, sostuvo, como si él fuera el responsable de todo lo que tuvo que pasar desde diciembre de 2012 hasta ahora.





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