POSADAS. Cuando la noche del microcentro posadeño cobraba su tradicional calma de domingo, después de haber “sufrido” los bocinazos y festejos de los hinchas de River, “El Negro” Álvarez se apoderaba, para robar carcajadas, del auditórium del Instituto Montoya con “Sobras de Arte”.Ni bien subió al escenario, el cómico expresó su felicidad por el triunfo del Millonario y, a partir de allí, no hizo más que hacer reír con “lo que tiene que hacer”, a pesar de no tener cara ni voz, “para no trabajar”.Y entonces, tomó la guitarra y convirtió el clásico “Y cómo es él”, de José Luis Perales, en una canción en primera persona, con la que se preguntó, interactuando con sus músicos, sobre su existencia y función en este mundo, obviamente, siempre en tono burlón.Los recuerdos de sus años de juventud, cuando “no estudiaba y paseaba por Córdoba con los apuntes bajo el brazo junto a sus tres amigos” para distinguirse, no podían estar ausentes en el encuentro con los misioneros; así fue que narró cómo fueron sus inicios, cantando, a cambio de vasos de “vino filoso”, los temas que le enseñaba Chango Rodríguez.Anécdotas que van y vienen derivaron en sus tiempos de primaria, cuando “almidonado de pies a cabeza” y “soquetes que se los chupaban los zapatos” iba a la primaria, siempre cargando el trabajo de manualidades, que consistía en un tejido “sorete”, que luego fraccionaba en metros y cosía posa-pavas.Para salir del momento, Álvarez recurrió nuevamente a su guitarra y, con un tono de voz que sorprendió, cantó “Ella ya me olvidó”, de Leonardo Favio, esta vez respetando la letra.Quienes lo acompañaban también tuvieron oportunidad de lucirse, así fue como “Luisito”, el guitarrista, asombró con una extraordinaria interpretación de “Pájaro Campana”. Pero su momento de gloria fue mucho más allá cuando “Checho”, el bajista, le recordó cuando junto a Pedro, tecladista, y Evaristo, percusionista”, paseaba por la ciudad con un vaso que, pretendía, llenen de fernet, y fue nada más y nada menos con este elemento en la mano izquierda y sobre las cuerdas de la guitarra que ejecutó ritmos del cancionero popular, como así también “Arroz con leche” y “Feliz Cumpleaños”.Y para entonces el ícono cordobés regresaba frente al público con más y más chistes. Los de “chichises rápidas”, animales como el gallo “Tucho” y el loro de la tía Muqui, hicieron “descostillar” al auditorio, sin embargo la más festejada fue la historia de los cuatro hinchas de Belgrano que, borrachos, daban el último adiós a un amigo y cuando se aprestaban a llevarlo a su última morada, en el edificio en el que llevaban a cabo el servicio fúnebre, se interrumpió la luz y debieron bajar el cajón cinco pisos por las escaleras y, al llegar a la planta baja, se dieron cuenta de que no fue al finado al que trasladaron, sino la cómoda.Un momento emotivo, que por supuesto tuvo sus toques de humor, fue cuando el “Negro” contó sobre la relación que mantuvo con Alberta cuando vivió en California y compartió la canción que le escribió a esta mujer de raza negra.Entre bromas cargadas de ingenio, memorias y situaciones que debió hacer frente, “en su vida real”, cargadas de ocurrencias, el cómico cantó “Mi calzoncillo azul” y para entonces hombre y mujeres lloraban de risa en sus asientos.Para el final, no podía faltar la terapia de grupo, para la que invitó a tres “muchachos” presentes a acercarse al escenario. Allí fue cuando la bellísima Julieta hizo su aparición y, justamente, fue con ella que debieron bailar en un concurso del que el público fue jurado. Alejandro, de Posadas, resultó ganador y, además de llevarse el CD del Negro recibió muchísimos besos de la asistente. Y así pasó una noche a pura risa.




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