SANTANDER DE QUILICHAO, Colombia (AFP-NA). El minero Manuel Cifuentes tiene pesadillas con los compañeros a los que no pudo ayudar, según dijo a la AFP, tras el alud en la veta ilegal del oeste de Colombia donde trabajaba, que dejó diez muertos y seis desaparecidos. “Logré escapar y ayudé a una señora que había quedado sepultada hasta la cintura, quien finalmente murió. Ahora los muertos se me aparecen en sueños”, relató a la AFP este sobreviviente de 25 años, originario de Popayán, departamento del Cauca (oeste), quien frecuentaba la mina de oro ubicada en Santander de Quilichao, en el mismo departamento. El yacimiento a cielo abierto, donde ocurrió el deslice el miércoles pasado, no tenía permiso para la explotación. Sin embargo, un grupo que reunía a 33 trabajadores y hasta cinco retroexcavadoras, extraía oro allí. Cuando acababan sus labores, el grupo que controlaba el sitio -del cual los trabajadores no dieron mayores detalles- permitía a cientos de mineros artesanales (“barequeros”) extraer manualmente el oro y lavarlo.La minería ilegal es una práctica extendida en Colombia y alcanza hasta el 80% de las explotaciones del país, según datos oficiales.José Rodrigo Murillo, un hombre bajo y muy delgado de 44 años, también estaba en la veta ese día. Trabajaba allí desde hacía un año y medio, luego de perder su empleo en una fábrica de ladrillos del mismo municipio, tras quedar tuerto en un accidente laboral que lo dejó incapacitado durante meses.“La noche del miércoles fue de pánico y dolor. Me alegro que ya me hubiera retirado, porque si no, me sepulta también”, dijo a la AFP, a la vez que lamentó haber perdido su fuente de ingresos. “Yo tengo hijos que mantener. Acá no hay empleo para mí”, añadió.




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