GARUPÁ. El rumor fue creciendo con el correr de las horas y se hizo tan fuerte que ellos, señalados por los vecinos como los encargados de sembrar el temor en la zona durante años, se transformaron de “perseguidores” a “perseguidos” de la noche a la mañana, al decir de los propios vecinos.El grado de conflictividad social que por estas horas se vive en Garupá tras el crimen de Cristian Mendoza (18) volvió a sumar ayer un nuevo capítulo, con la confirmación de que los familiares de “Picurú” (16), presunto homicida, decidieron abandonar el barrio Los Potrillos por temor a represalias.“Efectivamente se están yendo del barrio. Anoche era todo un griterío. Después de tantos años, ahora son ellos los que tienen miedo”, le dijo a PRIMERA EDICIÓN un vecino del lugar que prefirió mantenerse en el anonimato. Es que más allá de la polémica que pueda o no generar, esa era la sensación que vivían ayer los habitantes de la zona, los mismos que tiempo atrás hasta habían juntado firmas para expulsar de Los Potrillos a la familia.Los familiares de “Picurú” habrían tomado la determinación entre la tarde y la noche del lunes ante los intensos rumores que hablaban de que vecinos de Mendoza organizaban una multitudinaria venganza en la que “incendiarían las casas de todos los familiares del adolescente, con los niños adentro”. Así de dura habría sido la advertencia, según los comentarios.“A última hora del lunes vinieron tres remises y una camioneta de fletes en la que se llevaron algunas cosas. Supuestamente llegó al oído de ellos que iban a prender fuego todo. Por eso estaban a los gritos, como desesperados. Decían que no querían morir quemados”, sentenció otro vecino, quien relató que “hasta se llevaron las chapas” del techo de una de las viviendas que abandonan.Semejante bronca popular, sostienen en la zona, tiene que ver claro con el crimen de Mendoza, pero también con la seguidilla de hechos delictivos que se le adjudican al menor detenido por el crimen y sus hermanos.“Ellos mantienen atemorizado a todo Los Potrillos y a varios sectores de Garupá. Son protagonistas de robos a mano armado, cobro de peajes y muchas cosas más. También son ellos los que arrojan piedras a los autos o colectivos para robarles”, sintetizó el vecino. Él no es el único: un buen porcentaje de los consultados conoce del supuesto andar del grupo y sólo hace falta mencionar el apellido para que los antecedentes salgan a la luz.Las fuentes le contaron a este diario que serían nada más y nada menos que unas 50 las personas que por estas horas abandonan Los Potrillos por temor a una “vendetta”. En total, serán entre seis y siete casas las que quedarán deshabitadas.Uno de los vecinos le contó a este medio que en el barrio sospechan que los familiares tienen una suerte de “informante” que les aseguró que el ataque estaba preparado para las próximas horas. De ahí, la urgencia por escapar del barrio.A todo esto, los vecinos de Los Potrillos se mostraron aliviados ante la salida de la familia. “No lo podemos creer, es algo milagroso”, sentenció una voz que aseguró no concordar con la violencia ni con tomar “justicia por mano propia”, aunque reconoció que en la zona “ya nos tenían cansados a todos”.La bronca popular estalló luego de que el último sábado por la madrugada fuera ultimado de un balazo por la espalda Mendoza, cuando regresaba de comprar hielo junto a un amigo, en el barrio Don Santiago de Garupá.Horas después del hecho, efectivos policiales demoraron a seis menores, entre los que se encontraba “Picurú” (16), quien está seriamente comprometido: además de los testigos que lo señalan como autor del disparo fatal, la prueba de parafina le dio positivo.El crimen derivó en un intento de linchamiento a un allegado del adolescente, que según vecinos del barrio Don Santiago -donde ocurrió el hecho- había llegado para provocar a los vecinos y familiares de Mendoza que realizaban un corte sobre avenida Las Américas para pedir por la rápida entrega del cuerpo, en la noche de ese sábado.El ambiente continuaba anoche convulsionado en Garupá, fiel reflejo del alto grado de conflictividad social que se vive tanto allí como en otros sectores de la capital provincial, donde las autoridades no tienen más que reconocer que han perdido la batalla contra la inseguridad. El ministro que no ayuda Sin ruborizarse, el ministro de Gobierno, Jorge Franco, dijo que pidió a los jueces y fiscales “que quienes delinquen, por menor que sea el delito, estén presos”. En su defensa, en el futuro, podrá alegar al menos que su especialidad no es el Derecho sino la medicina. Menos mal. Pero aún así, no lo eximiría de semejante barrabasada. Se trata nada menos que del jefe de la cartera política, no de Doña Rosa.Para qué eruditos del Derecho Internacional se habrán reunido a debatir por las Garantías y Derechos de los menores, para que un funcionario de una remota ciudad llamada Posadas salga a decir, sin inmutarse, que hay que poner a todos en la misma bolsa.Sabrá el médico que Argentina adhirió a tratados internacionales, como el pacto San José de Costa Rica, que la hace pasible de sanciones de no acatar las disposiciones legales que rigen la vida en sociedad a nivel planetario.Su actitud es, a todas luces, un claro avasallamiento a la independencia del Poder Judicial.Pero fue una movida audaz. Le pasó la pelota a los jueces. Ahora podrá decir “es la Justicia la que no hace nada”. Pues nada se puede hacer si se quebrantan garantías tan básicas como la presunción de inocencia y esa violación procede, justamente, de quienes deberían garantizarla. Argentina adolece de amnesia en ciertos temas. Se endurecieron las penas con Bloomberg y la situación no cambió; más bien empeoró, pero seguimos pidiendo sangre. No se tiene una sociedad más segura con más cárceles o una sociedad más justa ignorando las leyes que rigen nuestra vida en sociedad. Eso sí, el Ministro obvió -y los lacayos no se lo preguntaron-, hablar de los orígenes de la inseguridad, basados en datos alarmantes de pobreza y marginalidad.





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