GARUPÁ. Los más de 300 niños que asisten a la Escuela 663 del barrio Ñu Porá comenzaron el ciclo lectivo 2014 recién ayer, es decir, un mes después que lo que marca el calendario escolar en Misiones. Y este retraso no fue por paro docente. Fue por no contar con un edificio donde desarrollar las actividades ya que su escuela, a la que se le cayó el techo a fin del año pasado, tenía serios problemas estructurales y está siendo desmantelada para construir un nuevo edificio en su lugar.En consecuencia, los próximos ocho meses de clases las cursarán en el salón comunitario del barrio Ñu Porá. Eso si para fin de año se llega a terminar el nuevo edificio.“Sabemos que no va a ser sencillo, pero esta es una oportunidad que no podíamos desaprovechar porque hace ocho años venimos pidiendo un edificio nuevo, y llegamos al extremo de que se caiga el techo. Así que tendremos que hacer un sacrificio entre toda la comunidad educativa, que vale la pena, porque el año que viene si Dios quiere y si el Gobierno (provincial) quiere, vamos a iniciar el ciclo lectivo en nuestra nueva casa”, destacó a PRIMERA EDICIÓN la directora y licenciada en Letras, Marta Matlluk.Aulas “virtuales”El salón, utilizado habitualmente para fiestas y reuniones sociales del barrio, es simplemente eso: cuatro paredes y un techo de chapa. No hay aulas. Entonces tuvieron que inventarlas. La Municipalidad de Garupá les acercó unas estructuras de machimbre que colocaron a modo de tabiques, para separar los distintos grados. Pero en definitiva, están apenas aisladas entre sí. El mayor inconveniente es el ruido, porque el galpón no tiene buena acústica y todos los sonidos rebotan.“Hoy fue el primer día, nos estamos acomodando. La sensación es que como las aulas no son cerradas, los niños por ahí se sienten más expuestos a la mirada de otras docentes, entonces están más tranquilos, colaboran”, señaló una maestra. Hasta ayer había tres grados que aún no tenían sus tabiques. Lo único que los separaba era un pasillo un poco más ancho entre las filas de bancos. Lógicamente, el riesgo de distracciones aumenta y los docentes así lo entienden. Es por ello que se las ingeniarán para evitar que la participación de la clase moleste al desarrollo de los de los otros grados. Todo un desafío. Así lo vivió la profesora de música, hora en que lo que se espera es que justamente los chicos canten. Ayer no pudieron salir al patio porque había un grupo de operarios armando más tabiques de madera y cortando el césped con motoguadañas -con el ruido que también generan.“Los días de sol, los chicos podrán ir a tener su clase en el patio, que es algo que les gusta mucho”, dijo Matlluk. La profesora de plástica, Mónica Acosta Rey propuso tener, en un sector del fondo del salón, una mesa de plástica donde estén todos los materiales de dibujo dispuestos, evitando que los niños pierdan tiempo, acomodándose o buscando sus carpetas, con lo que los 40 minutos de clase son insuficientes para que puedan desarrollar sus trabajos.Copa de lecheLas clases empezaron. Pero la copa de leche todavía no. El lunes recién podrán dar desayuno y merienda a los niños, alimento que ellos valoran y necesitan, porque el 75% de los alumnitos son de muy escasos recursos.“Tuvimos que ordenar y limpiar la cocina, tenemos que colocar una mesa para poder preparar la leche. Vasitos tenemos. El lunes creo que podremos darle la leche a los niños”, dijo la directora. Los baños, iluminación y el techo serán reparados por una empresa contratada por el Consejo General de Educación (CGE).Una espera angustiante“En febrero, los docentes nos presentamos en el edificio viejo y ahí estuvimos unos días intentando trabajar, planificar, pero era imposible porque ya están las máquinas trabajando, desarmando la escuela. De ahí nos fuimos a una iglesia. Fue un mes de incertidumbre y angustia porque sabíamos que los chicos tenían que tener clase, pero no había un lugar”, recordó. Recién el viernes 28 de marzo “el CGE nos confirmó que ya podíamos ingresar al salón (cuyo alquiler está a cargo de este organismo)”, indicó la directora. El plantel docente se ocupó de descargar los tres camiones de mudanza, acomodar los bancos y limpiar pisos, cocina y baños. Puntos conflictivosAlgunos padres no estuvieron uy conformes con que sus hijos tengan que cursar en estas condiciones. “Nuestros hijos no tienen la culpa, ellos tienen derecho a una educación digna, y no nos parece adecuado este lugar”, señaló a PRIMERA EDICIÓN Lorena Da Silva, madre de una niña de 4º grado. Sus argumentos son válidos: teme que el dictado de las clases no sea de calidad “porque todos los ruidos se mezclan, va a ser un bochinche”. También entiende que en los meses de frío los chicos van a pasar frío, y en verano, calor. Evidentemente no son las mejores condiciones para aprender. Pero la directora sostiene que “es un sacrificio que debemos afrontar para poder tener por primera vez, un edificio adecuado para aprender y enseñar, como se espera que sea la escuela nueva.





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