Se le podrá achacar muchas cosas al kirchnerismo: su manejo errático de la economía, la construcción de un relato épico que cruje demasiado ante una realidad que le pasa por encima o la ceguera para reconocer problemáticas que caen de maduras. Pero la cintura que tiene para crear ejes de discusión que alejan el foco de escenarios más calientes es innegable. No importa si el debate lo deja mal parado. Lo que le sirve es enfriar temas, plancharlos. Esta semana la estrategia le sirvió para desviar la atención de la gente de, por ejemplo, la situación judicial acuciante del vicepresidente Amado Boudou; los números que se manejan sobre la inflación de febrero; la decisión de reducir a la mitad la dotación de gendarmes en el candente conurbano bonaerense; y del conflicto docente, que se hizo sentir en el inicio del ciclo lectivo 2014.En esta ocasión, las usinas del oficialismo sostuvieron las banderas de la promocionada reforma del Código Penal. El anteproyecto lo redactó una comisión encabezada por el ministro de la Corte Suprema Raúl Zaffaroni, que nunca ocultó su adhesión a la causa kirchnerista, pero al que nadie puede reprochar su idoneidad, pues se trata de una eminencia académica internacional en materia de derecho penal.La jugada le dio réditos, porque dividió a una oposición de por sí atomizada. Y todo porque en la comisión que trabajó en la iniciativa había gente del PRO de Macri y del radicalismo. Sólo Massa marcó el territorio contra la iniciativa, pero dejó más sensación de oportunismo político que de verdadera convicción en cuestionar una reforma que le daría más matices garantistas a la legislación penal argentina. La modificación del mencionado Código es un proceso que tiene que estar ajeno a los vaivenes de las miserias políticas. Y también atento a la realidad nacional en materia de seguridad y delincuencia. Se trata del corpus que tipifica delitos y precisa los castigos, nada más ni nada menos; por lo que el regateo de posicionamientos de cara a 2015 girando a su alrededor no le hace ningún favor.Mientras el cruce de artillería, sobre todo mediática, entre el massismo y los pretorianos del oficialismo copaba la parada, otros datos se colocaban al tope de la preocupación del ciudadano común y corriente. Alcanzan tres para ilustrarlo: * En los dos primeros meses del año, la inflación se ubicó entre el 9,2 y el 10%, de acuerdo con la mayoría de las consultoras privadas y de la Dirección de Estadísticas de la Ciudad de Buenos Aires. Salta a las claras que los “Precios Cuidados”, que al interior llegan a medias, no alcanzan. En un bimestre, la espiral inflacionaria casi devora el 11,31% de aumento que le otorgaron a los jubilados, por ejemplo.* la industria, sobre todo la automotriz, uno de los pilares del “modelo”, cae de manera alarmante. Las ventas de unidades se desbarrancaron un 19,1% en febrero Precisamente el viernes, Cristina recibió a la cúpula de la Unión Industrial Argentina, que se quejó por las subas de tasas de interés y la falta de créditos. También planteó su alarma sobre la caída de las ventas de autos en general y de los de alta gama e importados en particular, que sufrieron la implementación de un impuesto aprobado meses atrás por el Congreso. Después del encuentro, calificado de “cordial” por los participantes, la UIA se marchó llevando una bolsa de promesas. Y otra cargada con reproches por la suba de precios.* El paro docente se hizo sentir en 19 provincias del país. Más de tres millones de chicos no pudieron arrancar las clases. El Gobierno se mostró mezquino, tal como estaba previsto y no se movió un milímetro del 22% que ofreció en la mesa paritaria. Y se confió en que los “gremios amigos”, como la CTERA, iban a replegarse y no a cumplimentar las medidas de fuerza. Error. Hubo paro y encima rechazo a la conciliación obligatoria dictada por el Ministerio de Trabajo. No sirvieron los reclamos de Jorge Capitanich para que los docentes enrolados en la CTA de Hugo Yasky se echaran atrás. Habrá que ver si ahora siguen siendo considerados “amigos”.El salario docente, sin lugar a dudas, continuará levantando polvareda. Con una inflación que estiman terminará más allá del 35%, el magro ofrecimiento será motivo de protesta constante. En el horizonte se avizoran más jornadas con aulas vacías.Mover el escenario del debate mediático y político alcanzará para sacarse de encima a los opositores molestos, pero no para ponerle un velo a la realidad, que no abunda en buenas noticias para los argentinos.Ecos del desalojo violentoEn la provincia, también el paro docente marcó el ritmo político de la semana. Y tampoco el centro de la discusión fue el porcentaje de adhesión a la huelga convocada por los gremios nacionales. Aquí el termómetro del conflicto marcó el punto de ebullición con la represión al grupo de educadores, desocupados, gremialistas y referentes sociales que cortaba la ruta nacional 12, a la altura del puente sobre el arroyo Garupá.Como nunca, Closs y sus generales se mostraron más obsecuentes con la Presidenta para ofrecerle un obsequio: ella se cansó de los piquetes y quiere que se actúe contra los que cortan rutas; el gobernador y sus alcahuetes decidieron demoler uno, para que vea que se puede hacer y luego guarecerse en el argumento de que “actuó la Justicia”.El piquete siempre resulta urticante para quienes lo padecen, pero nada justifica la violencia contra los que deciden valerse de ese modo de protesta que la Argentina ha patentado.A los manifestantes los zamarrearon, golpearon y hasta les tiraron los caballos de la Policía encima. Obró una mano milagrosa para que nadie terminara lastimado de gravedad. Metieron presas a 20 personas, tratadas como delincuentes y liberadas seis horas después y en gran medida gracias a la presión de sus compañeros para que así sucediera.La salida pacífica nunca fue explorada. Había que demostrar fuerza bruta para escarmentar. Y así se hizo. Flaco favor le hizo Closs a los misioneros con este tipo de posturas. El desalojo se sumó al rosario de penurias que pasan los docentes. Pero no fue uno más. Hasta aquí, más que denunciarlos ante la Justicia, en los últimos años jamás habían usado contra ellos la violencia. Ahora saben que puede volver a suceder.Los costos políticos por la represión serán altos. Al gobernador seguro le llegará la factura. También a la dipu-sindicalista Marilú Leverberg, a la que sus pares la consideran una “traidora”.Marilú sue&a
mp;ntilde;a con ser vice en una fórmula con Hugo Passalacqua. En la renovación ya tomaron nota que puede ser una piantavotos. Muchos votos docentes podrían esquivarla en 2015.El acuerdo sellado entre el Gobierno y la Intersindical que fijó en 28% el aumento salarial para los docentes misioneros no sirvió para desactivar los días de paro.Lejos de la imagen que quiso instalar la “familia renovadora” (con todos sus integrantes en la foto del acto oficial), fue un inicio de clases con clima enrarecido.Como a nivel nacional, el relato oficialista en la provincia no alcanza para maquillar los desequilibrios. No puede justificar por qué se amarretea con los docentes y el resto de los estatales y se tiene la birome presta para impuestazos y tarifazos (como el del agua, servicio al que esta semana se autorizó una suba del 17%). O por qué sigue la defensa a rajatabla de algunos intereses, como quedó plasmado en el Concejo posadeño, donde el oficialismo (más algún que otro amigo) se abroqueló para no avanzar con el boleto educativo gratuito.Tampoco alcanza para entender el silencio del Gobierno provincial ante la situación de cuasi anarquía que vive Santa Ana, donde dos concejales se dicen intendentes y tienen de rehenes a los vecinos, que son espectadores de una lucha de poder entre figuras (algunas de ellas denostadas) de la renovación.





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