POSADAS. “Cuando era chiquito, le dije a mi mamá que quería ser como Sarmiento”, contó a PRIMERA EDICIÓN el joven Fabrizio De Andrade, de 17 años, quien este año egresa del nivel secundario y que en toda su carrera escolar nunca faltó a clases. La historia de este joven es digna de contar: en una sociedad donde es cada vez más común “ratearse”, Fabrizio eligió no hacerlo, quizás por convicción propia o por herencia y valores de sus padres, lo real es que el muchacho no faltó nunca ni siquiera en la escuela primaria. “La verdad es que nos llamó mucho la atención cuando nos encontramos con esta situación. Por lo general, todos los años nos tomamos el trabajo de buscar quiénes tuvieron asistencia perfecta durante el año, pero jamás consideramos encontrarnos con este chico”, dijo el sacerdote Juan Rajimón, rector del colegio. “Me avisan de esta situación y lo llamo al preceptor Antonio, quien corrobora que fue así, que Fabri nunca faltó desde que comenzó en nuestra escuela. Ellos hablan y ahí el alumno nos confirmó que jamás había dejado de asistir a clases. Fue toda una sorpresa, ya que estamos acostumbrados a ver cómo hacemos para que los chicos no dejen el colegio por faltas, siempre conversamos con aquellos que faltan mucho, vemos si pueden seguir, y enterarnos de esto fue toda una grata revelación”, aseguró.Fabrizio estudia en el colegio Roque González de la capital, donde cursa el quinto año (modalidad Informática). A la misma escuela asiste su hermana menor, Fiorella. El joven dialogó con este medio en compañía de sus padres Rolando Alberto De Andrade y Rocío Noemí Hilleseind. Asistencia perfectaLa historia empezó en el colegio Santa María, reveló su mamá, quien comentó que “siempre nos pedía que le llevemos a los actos, porque si no es doble falta”, contó Noemí. Fabrizio vive con su familia en el barrio Villa Sarita y éste fue el único año que “se me complicó en el colegio, porque entré a la Estudiantina y viajé a Bariloche, por eso me relajé un poco”, admitió. El joven es amante del fútbol y se considera “un buen jugador, pero sin suerte”, dice a carcajadas, ante la atenta mirada de su padre, un ex jugador de Guaraní Antonio Franco, entre otros equipos. Fabrizio sigue despuntando el vicio de la redonda. “Tengo una vida normal, hago muchísimas cosas además del colegio, para mí no es sacrificio, es normal asistir a clases”, admitió el muchacho. “Nosotros siempre les enseñamos a los dos (Fabrizio y Fiorella) sobre cumplir las obligaciones, sólo que éste se pasó un poco de la raya”, dijo Alberto sonriente y mirando de manera cómplice a su hijo. Fabrizio recordó varias anécdotas, una ellas es que “cuando era más chico e iba al Santa María, siempre había actividades en la quinta a las que teníamos la obligación de ir, y yo les pedía a mis padres que me llevan porque no quería tener falta. A veces ellos no querían hacerlo, pero de tanto insistir tenían que llevarme, porque me enojaba mucho”. “Cuando era más chico quería ser abogado, para defender las causas justas”, indicó el papá, dando una clara muestra de los valores que tiene Fabrizio, pero -completa él- “hoy estoy un poco indeciso: también me gusta la carrera de Seguridad e Higiene y el Profesorado de Educación Física”.Uno de sus hobbies es tocar la batería y además integra el ballet estable de la Compañía de Arte y de manera reciente, junto a su hermana, participaron en el Festival Nacional de la Música del Litoral.





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