LEANDRO N. ALEM. La muerte del gendarme José Riquelme De La Cruz (49), atropellado por un automóvil mientras llevaba adelante un control sobre la ruta provincial 4, fue un crimen. Así lo entendió la Justicia misionera, que en las últimas horas procesó por homicidio simple al policía que manejaba aquel vehículo, que viajaba repleto de cigarrillos de contrabando.La evidencia en contra de Daniel Zorrilla (28) fue contundente. Fuentes de la investigación se lo confirmaron ayer a PRIMERA EDICIÓN, junto con la última novedad: la magistrada Selva Raquel Zuetta, al frente del Juzgado de Instrucción 5 de Alem, firmó en las últimas horas el procesamiento en contra del policía bajo la carátula “homicidio simple”, ni más ni menos.De esta manera, Zorrilla quedó expuesto a sufrir una condena de hasta 25 años de prisión, tal como está previsto en el artículo 79 del Código Penal Argentino, una vez que la causa sea elevada a juicio oral y público.Hasta que llegue ese momento, el agente de la Policía de Misiones permanecerá tras las rejas, habida cuenta de que ese delito no contempla la excarcelación y Zuetta ordenó la prisión preventiva del uniformado.El hecho que se le imputa a Zorrilla ocurrió alrededor de las 16.15 del jueves 11 de abril de este año a la altura del kilómetro 14 de la ruta provincial 4, en jurisdicción de San Javier.En ese lugar, un grupo de efectivos de Gendarmería Nacional llevaba adelante un operativo de control vehículo para prevenir el tránsito de contrabando, entre otros tantos objetivos.En determinado momento apareció en la escena a toda velocidad un Renault Megane tricuerpo que aminoró la marcha cerca del control. Sin embargo, cuando parecía que iba a detenerse, el conductor pisó el acelerador y atropelló a De La Cruz, quien a raíz del tremendo impacto sufrió gravísimas lesiones que le provocaron la muerte de manera instantánea.El Megane continuó su alocada carrera unos 500 metros más y se detuvo en la banquina, frente a un monte. El conductor y su acompañante se internaron en la densa vegetación y desaparecieron.Luego de dar aviso a las autoridades correspondientes, se procedió al secuestro del Renault, donde se descubrió un importante cargamento de cigarrillos de contrabando, es decir, sin el aval aduanero correspondiente. Tras el episodio, efectivos de la comisaría de San Javier y de la Unidad Regional VI llevaron adelante una profunda investigación que en pocos minutos los guió hasta una vivienda del barrio Malvinas de San Javier. Allí, los policías se toparon con quien provocó la muerte de De La Cruz, quien resultó ser el agente Zorrilla, oriundo de esa localidad pero con prestación de servicios en la comisaría de Caa-Yarí en aquel momento.El uniformado quedó detenido e incomunicado a disposición de la jueza Zuetta. Al otro día se demoró a otro joven vinculado con el caso, quien resultó ser el acompañante de Zorrilla. Junto con el procesamiento del policía, la jueza Zuetta sobreseyó de culpa y cargo a este individuo.Todo indica que el policía procesado y el otro joven habían traído la carga de cigarrillos desde Brasil, de manera ilegal, e intentaban llevarla hasta Caa-Yarí, donde trabajaba el efectivo. Eso no fue más que un detalle en medio del escandaloso caso que trascendió a los medios nacionales.El suboficial principal De La Cruz era muy querido en el barrio Ayrault de San Javier, donde vivía junto a su esposa y sus cinco hijos. Se había criado en el pueblo y, pese a que toda una vida en la fuerza federal lo había llevado a recorrer medio país, siempre regresaba al lugar de sus afectos. Estaba cerca del retiro cuando la muerte lo sorprendió trabajando.“Queremos que se haga justicia. Él ya no está y no vamos a recuperarlo, pero no queremos que esto quede impune y vuelva a pasar. Confiamos en la Justicia, pero si es necesario vamos a golpear las puertas de quien sea”, le había dicho días después del hecho a PRIMERA EDICIÓN Marcos De La Cruz, uno de los hermanos, horas antes de la primera de varias movilizaciones que el pueblo llevó adelante para que el caso no se olvide y se haga justicia.




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