POSADAS. Han transcurrido cincuenta años desde que Carlos Tartarini pintó por primera vez y sin embargo el paso del tiempo no logró arrebatarle la pasión y el misterio que genera estar frente a un lienzo en blanco, a un nuevo comienzo. “Cada trabajo es una nueva aventura, es un desafío”, afirma el artista que desde 1980 reside en Oberá y para quien la originalidad es parte esencial de su arte. “Desentropía” es el nombre que Tartarini creó para denominar la muestra que está presentando en el Museo de Bellas Artes Juan Yaparí (Sarmiento 319). En cada una de sus obras, la abstracción geométrica cautiva al espectador, desde la fuerza e intensidad de los colores hasta la precisión y el minucioso trabajo del artista que queda en evidencia. Espontáneo y directo, Carlos Tartarini compartió una enriquecedora charla con PRIMERA EDICIÓN en la que dejó en claro cuestiones que no le gustan del arte como pintar en serie, la negación del negro, como así también afirmó que para él “la inspiración no existe, es transpiración”.El primer tema que surgió en la charla con Tratarini fue que no le gusta pintar en serie. “Ese es un viejo vicio de los artistas, no me gusta trabajar en serie. Es fácil de esa manera generar muchas exposiciones, porque tirás una idea y después la repetís con distintos colores y vas estirándole, pero básicamente es una idea y después se repite de distintas maneras. Al trabajo serial lo odio, para mí cada trabajo es un compromiso, en cada trabajo hay un pedazo de mí y es una contradicción porque sé que cuando se concluye, el cuadro nunca está totalmente terminado, pero me encanta lo imperfecto, porque cuando trabajas serialmente, después terminás en la perfección y la idea va muriendo, muriendo… hasta que vos mirás uno y miraste todos”.Para usted ¿Cuál es el sentido de la pintura?Generalmente, tomo un punto de partida y dejo que la idea crezca, no quiere decir que alguna vez no retome una idea, pero vuelve a ser distinto, porque o sino te aburrís. Tengo 69 años y hace cincuenta que pinto, para mí cada trabajo es una aventura nueva, es un desafío, que me complico la vida solo, pero a la vez, cuando lo voy resolviendo me empiezo a sentir bien y por supuesto que llega el momento en el que sabes que es el punto y es ahí donde te sentís horriblemente mal porque nunca quedó como querés.¿Cómo puede definir ese momento en el que está frente al lienzo en blanco?La inspiración para mí no existe… es transpiración. Siempre hay un punto de partida, puede ser una línea, puede ser un plano, puede ser un color.Hay mucha precisión en sus creaciones…Sí, eso es porque soy muy maniático de la perfección, últimamente estoy tratando de componer un poco la perfección a través del color, entonces los mezclo, los estiro, busco que convivan entre sí los planos, que se contagien uno con el otro y sobre todo que tenga movimiento.Por lo que se puede apreciar en sus obras, está ausente el negro ¿A qué se debe?No lo uso y es la primera vez en casi cincuenta años que me preguntan por el negro, es un secretito que a veces tenía ganas de decirlo, así que rompo el secreto: odio el negro porque es la negación del color, para mí el blanco simboliza la sumatoria de todos los colores, si mirás la luz, en el blanco están todos y ¿dónde metes el negro? Jamás usé negro, lo niego totalmente.“En Misiones se encendió más mi color”La influencia de Misiones se hace sentir en la paleta de colores que utiliza Tartarini, donde predominan los: verdes, amarillos, rojos, azules y naranjas. “Nací en La Plata, que es una ciudad muy gris, jamás usé el negro, ni siquiera los grises, pero en Misiones se encendió más mi color, se hizo más vivo, además era muy purista mi color y acá empecé a trabajar más con secundarios”, contó el pintor, al tiempo que detalló que “no está puesto el color puro, trabajo con los tres primarios: rojo, amarillo, azul y con el blanco y después armo el color sobre la tela, voy fabricando los distintos secundarios a través de transparencias, y como utilizo aerógrafo, entonces trabajo con el punto, y es punto yuxtapuesto que te da la sensación. Por ejemplo lo que se puede ver de verde, es una mezcla óptica entre el amarillo y el azul. Trabajo con aerógrafo desde que empecé hace casi cincuenta años y soy unos de los primeros aerografistas del país”.Después de vivir durante algún tiempo lo que define como una “crisis entrópica, esto es, una pérdida gradual de la energía”, a fines de 2009 Carlos volvió a reencontrarse con los colores, con el aerógrafo y fue transformando esa energía en arte. “Para mí el arte es una forma de vivir, una forma de poder expresar. Considero que lo más importante es poder despertar algo en el otro, el cuadro no existe si no existe alguien que lo mira, por eso le tengo que decir gracias a la gente, si le llega mi obra me hace sentir pleno”, finalizó Tartarini.





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