OBERÁ. Para algunos menores trasladarse con sus familiares o amistades para tarefear consistía en una mezcla de trabajo y diversión porque eran todos conocidos del pueblo. Compartir la experiencia del trabajo con los adultos les hacía sentir parte del grupo.El lunes, pasado el mediodía la historia cambió de color y todo se volvió oscuro, el vuelco del camión en la ruta 220, cerca del acceso a Salto Encantado y que dejó como saldo cinco muertos, les cambió la vida para siempre. Ahora, cuatro de ellos permanecen internados en la misma sala del sector de pediatría del hospital Samic de Oberá, esperando recuperarse cuanto antes de las lesiones. Sin dudas que las marcas más profundas no quedarán en el cuerpo sino en la memoria de cada uno por el difícil momento que les tocó vivir. Es que al ser también protagonistas del accidente, que se cobró la vida de sus compañeros, ellos estuvieron ahí y escucharon los pedidos de auxilio y sufrieron por no poder ayudar. Leonardo Lisboa, padre de Antonio, de quince años, dijo “mi hijo dejó la escuela cuando estaba en séptimo grado y hace poco empezó a tarefear para ganarse su plata. Yo hago changas y con eso mantengo a mi familia, tengo diez hijos en total, a mí siempre me pareció muy sacrificada la vida de los tareferos, es difícil dejar a la familia para irse de campamento con lluvia, con frío, por eso prefiero machetear, carpir o hacer otra cosa para ganarme la vida”. Mientras tanto, adentro, en la sala del hospital el momento del baño fue difícil y desde el pasillo se escuchaban las quejas por el dolor. Más tarde, llegó la cena, el televisor encendido mantuvo atentos y alejados de una triste realidad a los cuatro pacientes que se recuperan en la sala “D”. “Dejé la escuela para trabajar”Rafael es uno de los más chicos del grupo, tiene solo once años. Descansa con un cuello ortopédico y muchas marcas en el cuerpo que le recordarán de por vida el accidente. “Yo dejé la escuela, iba a quinto grado en el aula satélite de la Escuela 424, pero no fui más. Empecé a trabajar para tener mi plata y esta era la segunda vez que me escapaba de mi hermano mayor para ir al yerbal. Ese día sentí que el camión iba muy rápido, pero nunca me imaginé que íbamos a volcar, yo iba sentado en la planchada y volé contra una montaña de piedras. La verdad que no me acuerdo como salí o quien me sacó. Me asusté mucho y ahora pienso en volver a la escuela” afirmó.En otra de las camas, con una pierna enyesada y golpes en distintos lugares del cuerpo pero muy lúcido, se encuentra Antonio (15), “hace dos semana que había empezado a tarefear , nos íbamos de campamento a Jardín América por una semana. La primera semana que trabajé cobré mi plata, yo quería juntar más para irme a Brasil con mi papá. La vida en el yerbal es sufrida, después de esto no quiero volver a subirme a un camión y mucho menos volver a tarefear, era horrible escuchar como todos gritaban pidiendo ayuda y yo no podía moverme, a mí me sacó la Policía. Siempre quise seguir estudiando y eso es lo que voy a hacer ahora, no veo la hora de volver a mi casa, por suerte nosotros estamos vivos porque nos pudo haber pasado algo peor”, expresó el adolescente.“Tenía mi compañero muerto encima” Rodeados del cuidado familiar los chicos aún muy doloridos por las contusiones, fracturas y golpes intentan reponerse de la pesadilla que vivieron. Ariel (14), quien es hermano de Rafael, accede al diálogo con este diario y dice que “esta no es la primera vez que nos escapamos con mi hermanito, otras veces lo hicimos cuando íbamos a yerbales cerca de mi casa, esta era la primera vez que nos íbamos de campamento. Actualmente hacía un mes que estaba tarefeando porque se me perdió el teléfono celular y trabajaba para poder comprarme otro, porque en mi casa no me faltaba nada. Fui hasta sexto grado y dejé la escuela, no me gusta estudiar”. Mientras charla con PRIMERA EDICIÓN, el chico se muestra calmo, pero en la medida que se acordó de algunos detalles se le llenaron los ojos de lágrimas. “Lo que me acuerdo del accidente es que íbamos todos sentados, el camión tenía una carpa que flameaba y hacía ruido porque íbamos muy rápido, hasta que volcamos. Al caer me quedé bien abajo de todos, cuando me di cuenta tenía a un compañero muerto encima, sobre mi pecho y no lo podía correr, me estaba ahogando. Escuchaba que todos gritaban hasta que me rescataron, yo me podía mover muy poco porque me había fracturado una pierna. Tenía golpes por todos lados, fue muy feo todo”, agregó.El recuerdo del trágico accidente está muy fresco en la memoria de cada uno, se reconocen afortunados por estar vivos y poder contar la experiencia de una travesura que por poco les costó la vida. En el último lustro murieron 16 tareferos en tragedias vialesAPÓSTOLES. Las muertes de Miguel Miranda (55), Luis Godoy (33), Fabián Da Silva (23), Hugo Franco (33) y Diego Ferreira (17), los cinco tareferos accidentados el lunes al despistar el camión en que viajaban, sobre la ruta 220, casi en el acceso al Parque Salto Encantado, elevó a 16 el número de trabajadores rurales misioneros fallecidos en accidentes ocurrido en los últimos cinco años. Cuatro de los muertos de esta lista eran menores de edad y se contabiliza además el fallecimiento de una niña que viajaba junto a una cuadrilla en 2008. En todos los casos que se repasan a continuación, existió un denominador común o una serie de ellos: precariedad laboral, informalidad, clandestinidad vial, irresponsabilidad empresarial e ineficacia de controles del Estado. 2008: la tragedia de CuruzúEl 31 de agosto de 2008, un accidente en la ruta 14, a la altura de Curuzú Cuatiá, puso fin a la vida de ocho misioneros, oriundos de los parajes Laguna Azul y Dos Hermanas, de Bernardo de Irigoyen. Todas las víctimas -excepto una niña de 5 años-, eran peones rurales que iban a trabajar a un campo entrerriano. Viajaban hacinados y de madrugada para no ser descubiertos por los controles. En Dos Hermanas y Laguna Azul, el 90% de los habitantes se dedica al trabajo de campo. Aún hoy llegan los móviles de empresas correntinas o entrerrianas en busca de mano de obra barata. Uno de los que más familiares perdió aquel 31 de agosto fue Anadir de Lima (54): sus hijos Rogelio (28) y Roberto (26), su nuera Vilma (18) y su nietita Daniela (5). “En los mese
s que siguieron al accidente estuve muy deprimida. Quería morirme también, pero gracias a Dios hoy puedo estar tranquila, aunque tengo recaídas”, reconoció Anadir.“Soy viuda y mis hijos eran todo para mí. Nunca estuve de acuerdo con el trato que le daban los patrones. Los hacían viajar de madrugada, a veces escondidos y otras con criaturitas. Y nunca les daban recibo de nada. Nunca pensé que pasaría algo así. Lo más triste es que hoy nada cambió. Las ocho muertes no sirvieron de nada. Hoy toda la gurisada y jóvenes de Laguna Azul están trabajando en los campamentos de Corrientes y Entre Ríos en las mismas condiciones. Es el único futuro para nuestros jóvenes. No cambió nada”, contó la mujer en una entrevista a este diario al cumplirse el primer aniversario de la tragedia. 2009: muere un tarefero de 16 añosEl 17 de septiembre de 2009, Juan Ramón Morel, un tarefero de sólo 16 años, murió cuando el camión en que viajaba junto a un grupo de cuadrillas, en condiciones inseguras, fue colisionado desde atrás por otro vehículo. El accidente ocurrió en Montecarlo y dejó, además, 40 heridos, todos tareferos. En el camión viajaban al menos diez niños y mujeres. El choque se produjo sobre la ruta nacional 12, en inmediaciones del acceso al Zoo Bal Park, cuando un camión Scania con semirremolque, sin carga, que circulaba al mando de Marcos Darío Espíndola (32), colisionó la parte posterior de un Dodge 600, dominio WPO 727, con carrocería tipo planchada. El vehículo más pequeño era conducido por Diego Alberto da Silva (24) y circulaba en el mismo sentido transportando en la carrocería a más de cuarenta tareferos. A raíz del impacto, el Dodge con los peones fue despedido hacia la banquina oeste y dejó de existir el joven Juan Ramón, domiciliado en Santa Ana. 2010: turno de ApóstolesEn febrero de 2010, el tarefero Fabián Pereyra (36) falleció a raíz de los golpes que sufrió cuando el vehículo que lo trasladaba a un yerbal de Apóstoles fue impactado por otro rodado. En total, unas doce personas viajaban en una carrocería sin protección alguna. El accidente ocurrió cuando un Ford 600 transitaba por la avenida Primeros Colonos. Producto del impacto, Pereyra cayó pesadamente al camino de tierra y las ruedas traseras del camión pasaron por sobre su cabeza, produciéndole estallido de cráneo con pérdida de masa encefálica, según informó entonces el médico policial. Roque Héctor Fabián (27) y Juan Alberto Silva (22) resultaron lesionados y llevados al hospital de área. Allí recibieron el alta médico días más tarde. Los peritos informaron, posteriormente, que una de las barandas del camión, que eran de madera, se quebró y por ello los obreros no pudieron aferrarse ante el impacto. 2011: adolescente muere maniobrando una grúaEl 20 de julio de 2011, Oscar Miranda, peón rural de apenas 15 años, que trabajaba informalmente en un yerbal, perdió la vida tras electrocutarse maniobrando una grúa hidráulica. El muchacho era de Concepción de la Sierra y, al momento de fallecer, integraba una cuadrilla que trabajaba en el lote 61 de la zona agrícola de Tres Capones. Oscar había llegado junto a su madre, Rosa Neu, quien al igual que el resto de la familia vive del trabajo en la tarefa.El padre del adolescente fallecido habría reconocido que “Oscar, al igual que mis otros hijos, desde pequeño iba al yerbal a acompañar, pero terminaban trabajando, y en este caso mi hijo estaba haciendo una operación que nunca le puede corresponder a un gurí de 15 años”.





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