PUERTO IGUAZÚ. Un adolescente de catorce años se autolesionó, fingió un robo y se quedó con poco más de 10 mil pesos de las cobranzas de su padre. El propio menor de edad no pudo resistirse ante tanto efectivo y quedó en evidencia al gastarlo en el kiosco de la escuela a la que asiste.El curioso episodio comenzó a gestarse alrededor de las 17 del pasado jueves 11 de abril en Puerto Iguazú, cuando el padre llegó a su casa y se topó con su hijo, que tenía heridas cortantes en los brazos. “Eran ladrones. Se llevaron tu plata”, fueron las palabras aproximadas que lanzó el muchachito ante la desesperación del hombre.Enseguida, el cobrador se dirigió a la comisaría jurisdiccional y radicó una denuncia por robo. Efectivos de esa dependencia y de la Unidad Regional V de Puerto Iguazú iniciaron un operativo que, obviamente, jamás llegó a buen puerto.Pensando quizás que los ladrones habían llevado a cabo un golpe perfecto, el denunciante prácticamente se resignó a recuperar el dinero y a reunir de sus propias ganancias ese efectivo para devolvérselo a la empresa para la que trabaja.En eso estaba, en medio de cuentas y más cuentas, cuando el último miércoles por la tarde recibió un llamado desde la dirección de la Escuela Provincial de Educación Técnica 4 de Puerto Iguazú, donde estudia el muchachito.Enseguida el padre partió hacia el establecimiento escolar, preocupado por lo que podía haberle sucedido a su hijo. Sin embargo, de ese lugar partiría pensando totalmente lo contrario: en la escuela, una de las preceptoras del adolescente le dijo que le llamaba poderosamente la atención el poder adquisitivo que su hijo había demostrado en los últimos días en el kiosco escolar.Entonces, todo cerró. De regreso a casa, el hombre encaró al menor y le preguntó si eso era cierto y si tenía que ver con aquel supuesto robo de una semana atrás.El niño no soportó el peso de la culpa y se quebró. Reconoció que todo había sido un engaño y que, efectivamente, el dinero había quedado en sus manos.Nadie lo confirmó, pero todo indica que el menor recibió un duro castigo. Al menos así lo notaron en el kiosco de la escuela, adonde volvió, pero para comprar “curitas”.





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