POSADAS. “Santiago le mató a mamá”, dijo el niño con lágrimas en los ojos. A los siete años, era la segunda ocasión en que soportaba la pérdida de un ser amado. Esta vez, en forma atroz, violenta e impiadosa. Cuatro años antes había sido el turno de su padre biológico, producto de un mal incurable.El chico relató, “con una asombrosa valentía”, como expresó el juez Osvaldo Rubén Lunge, detalles y pormenores de la manera en que su padrastro, Santiago Benigno Dávalos, mató a su madre Liliana Elizabeth Falcón, en horas del mediodía del domingo 13 de enero pasado.Esa declaración fue trascendental para que el juez en lo Correccional y de Menores de Puerto Rico resolviera procesar a Dávalos por el delito de “homicidio calificado por el vínculo y por la alevosía”, trabar embargo sobre sus bienes por la suma de $80.000 y dictarle la prisión preventiva.En caso de ser declarado culpable en juicio oral y público, será castigado con la mayor rigurosidad que contempla el Código Penal: prisión o reclusión perpetua.También resultó decisivo el testimonio del agricultor Carlos Ramón Helin, en cuya propiedad el acusado buscó refugio con el ardid de que su esposa lo había abandonado con sus dos hijos a cuestas.La reconstrucción judicial estableció que Falcón fue asesinada el domingo 13 de enero, en horas del mediodía. “La degolló con un profundo corte en el cuello, causándole la muerte y arrastrando el cuerpo a un costado del sendero para ocultarlo en la maleza. Luego, entregó el cuchillo al niño (NdR: el de siete años, hijo de una relación anterior de la víctima) para que lo arroje y no queden sus huellas en dicha arma, advirtiendo al nombrado menor que si decía algo le iba a pasar lo mismo que a su madre”, se puede leer en los fundamentos del auto de procesamiento.Tras el alevoso crimen, el lunes 14 de enero, el imputado y los dos pequeños arribaron a la casa de Helin, en el poblado de Puerto Menocchio. Allí pidió albergue con la excusa de que no tenía dónde ir, que la mujer lo había abandonado para irse con otro a Buenos Aires.El dueño de casa dudó, pero sintió pena por los chicos, de dos y siete años.Lo dejó quedarse con la condición de que consiguiera trabajo. El viernes siguiente, cinco días después del crimen, Dávalos decidió viajar a Santo Pipó, supuestamente en busca de trabajo.La esposa de Helin aprovechó esa situación y preguntó al mayor de los hermanitos qué había sucedido con su mamá. La respuesta la paralizó y dejó sin aliento.Entonces llamaron a la línea de Emergencias 101 y pidieron presencia policial. Una patrulla de la comisaría de General Urquiza acudió a la chacra y escuchó la versión del menor. Eran las 23.30 del viernes 18 y el oficial prometió volver al día siguiente para buscar el cuerpo, pero eso jamás ocurrió.Pasaron 48 horas, por inercia e inoperancia policial, para que el cuerpo fuera encontrado, gracias a Helin y su esposa (ver Un accionar…).Por fortuna, en esta oportunidad, esa conducta no fue decisiva para el entorpecimiento de la investigación. No obstante, sería bueno que la Justicia penal actúe e inicie una investigación para individualizar a los uniformados que se cruzaron de brazos sin hacer nada para imputarles el delito de “incumplimiento de los deberes de funcionario público”. Un accionar policial lamentableLamentable, así de áspero es el calificativo a la hora de juzgar el accionar policial durante la primera etapa de investigación del crimen de Liliana Elizabeth Falcón, cuyo cuerpo fue encontrado el 20 de enero pasado, en medio de un pinar en el Paraje Colonia Naranjito, distante a unos siete kilómetros de la comisaría de Jardín América.Las policías de Corpus, General Urquiza y Jardín América sabían dos días antes, es decir, el viernes 18, de la eventual existencia de un crimen atroz, aún así no hicieron nada por comprobarlo.Es más, ese viernes, alrededor de las 23.30, una patrulla de General Urquiza se presentó en la casa de Carlos Ramón Helin, el agricultor que luego denunció el macabro episodio, y escuchó de labios del hijo de la víctima que su padrastro la había asesinado, pero no procedió, a sabiendas de que podía tratarse de un hecho espeluznante.En el expediente consta que el oficial a cargo de la patrulla aseguró al matrimonio Helin que al día siguiente -el sábado 19- regresarían para buscar el lugar donde se encontraba el cuerpo, de acuerdo con los dichos del pequeño.Lo insólito y lamentable fue que ese sábado “no llegó nadie” a la casa ubicada en Puerto Menocchio.Pero el escándalo no terminó allí. El domingo 20, a la mañana, la mujer de Helin llamó en al menos dos ocasiones a la Policía para avisar de que el sospechoso estaba con ellos, pero la respuesta o asistencia de los uniformados jamás llegó.El acusado, finalmente, escapó. Pese a la contundencia de estos indicios, la Policía de Jardín América tuvo la desfachatez de pedir al matrimonio Helin que se acercara hasta la comisaría para radicar la correspondiente denuncia.Así, la pareja debió caminar trece kilómetros para tomar el colectivo que los condujera hasta esa dependencia policial.Dicen que cuando alguien se quema con leche, ve una vaca y llora. Antes de llegar a destino, los Helin, que caminaban con los dos pequeños hijos de la víctima, se cruzaron con el hermano mayor de estos que nada sabía de lo ocurrido.Ante la desconfianza justificada de la inercia policial, decidieron ir ellos a buscar el cuerpo y lo encontraron. Fuentes judiciales adelantaron que se iniciará una investigación contra todos los policías que se cruzaron de brazos por “incumplimiento de los deberes de funcionario público”. FemicidioEl juez en lo Correccional y de Menores de Puerto Rico, a cargo por subrogación legal del Instrucción 1, Osvaldo Rubén Lunge, aludió a la figura de femicidio para referirse al crimen de Liliana Elizabeth Falcón.“Que los llamados femicidios íntimos, esto es, cometidos por varones con quienes las víctimas tenían o tuvieron una relación de intimidad, familiar (en muchos casos de convivencia o siendo ya sus ex parejas) se inscriben en relaciones de dominación patriarcal. La violencia es constitutiva de toda política de opresión y sirve, en el caso de la opresión de
género, para reafirmar la posición de inferioridad sexual y social de las mujeres. Dicho en otros términos, cuando un hombre mata a una mujer, con la que lo une un vínculo de afectividad, este crimen se inscribe en el cuadro de una relación de dominación masculina y de subordinación femenina. Se trata de un crimen cometido con la finalidad de controlar a la mujer, a quien el hombre ha convertido en su objeto de posesión…”. La relación entre Santiago Benigno Dávalos y Liliana Elizabeth Falcón estaba plagada de antecedentes de violencia sexista, doméstica.El hijo de siete años de la mujer contó en Cámara Gesell, “en una declaración que nos erizó los pelos”, como reza el auto de procesamiento que lleva la firma del juez Lunge y el secretario Arturo Duri, los episodios de violencia que se vivían habitualmente en su casa.Falcón decidió abandonar a su pareja, con la que tenía un hijo de dos años, pero eso no impidió que la matara. Los dos chicos están ahora al resguardo de su hermano mayor, de 19 años.





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