Por Pamela [email protected] POSADAS. “Soy millonario porque tengo tantos amigos…”, dijo alguna vez don Isaco Abitbol, dejando a la luz que la amistad era uno de los mayores tesoros de su vida. Sin dudas, en su sencillez estaba su grandeza y en sus manos la bendición de la música. Desde el bandoneón, su alma de calandria echaba vuelo y anidaba en cada corazón chamamesero, es así que hoy, a 19 años de su muerte, sigue latiendo fuerte el recuerdo del gran Patriarca del Chamamé.Este viernes, como ya es tradición, se realizará un Homenaje a Isaco Abitbol, desde las 19, en la plazoleta de avenida Mitre y San Luis, de esta capital, donde bailantas, artistas y agrupaciones tradicionalistas se reunirán para remarcar las huellas que dejó este gran músico alvearense que por tanto tiempo hizo de Posadas, su hogar. Entre tantos amigos que quieren, admiran y recuerdan a don Isaco, está Miguel Ortega, quien hace seis años preside la Comisión de Homenaje al Patriarca del Chamamé, en Posadas. Con el cariño intacto a su entrañable amigo, Miguel llegó a PRIMERA EDICIÓN para compartir una charla llena de nostalgias y de palabras bellas hacia el maestro del bandoneón. Consigo trajo fotos inéditas para que “no quede en el olvido” y porque más allá de la muerte, para Miguel: “Isaco sigue estando cerca y muy presente”. Con la música en el almaRodeado de fotos en blanco y negro, Miguel hizo un repaso por lo que fue la vida artística del Patriarca del Chamamé, un ser excepcional que nació el 29 de noviembre de 1917, en Alvear (Corrientes). “¡De tan joven, Isaco se inició en la música!”, exclamó Ortega e indicó que a los trece años el músico integró un conjunto en Alvear. “Fue Sebastián Hidalgo, el padre de la recordada Ginamaría Hidalgo quien le enseñó a tocar el bandoneón a Isaco, era un gran músico bandoneonista, y el que le guiaba a Isaco era su hermano, Salomito Abitbol”.“A los 18 años, Isaco parte hacia Buenos Aires donde se encontró con grandes músicos, como (Mario del Tránsito) Cocomarola, Damasio Esquivel, Ernesto Montiel, Tarragó Ros. Allá vivía en Necochea 1030 en el barrio de La Boca, cerquita de la imprenta de la revista Iberá, de Pedro de Mendoza, donde se encontraban y musiqueaban, y había muchos músicos de estirpe paraguaya, también”, agregó Miguel. En Buenos Aires Isaco se encontró con el tango, género con el que también maravillaba. Basta con escuchar la grabación del tango “Dicha pasada”, interpretada por Isaco y Roberto Galarza para sentir esas melodías que, casi como lágrimas, brotaban de su bandoneón. “Don Aníbal ‘Pichuco’ Troilo le auguró a Isaco como ‘el mejor bandoneonista’ y le quiso llevar a la orquesta de él, pero don Isaco le dijo ‘no puedo perder mis raíces, pero nos vamos a juntar en fiestas, en cumpleaños’”, contó el amigo del virtuoso bandoneonista. “Si Isaco tocara tango, estaríamos hombreando bolsas”Una anécdota que trascendió el tiempo y se hizo popular fue la que compartió don Salvador Miqueri, leyenda viva del chamamé, en una entrevista reciente con este diario. “Lo escuché a Isaco tocar tango con Grela, el guitarrista en el trío de Aníbal Troilo. Una vez estuve en un espectáculo en la Casa de Corrientes en Buenos Aires, Troilo estaba dedicando a todas las provincias algunos temas, hasta que por ahí saltó uno y le dijo ‘che vos estás en la casa de Corrientes y no sos capaz de dedicarle un tema a la provincia de Corrientes’, y él le respondió ‘yo dejé a esta provincia para el postre para hacer mención a Corrientes porque hay un correntino, de Alvear, que se dedicó gracias a Dios a hacer chamamé, porque si hubiera estado tocando tango, nosotros estaríamos hombreando harina, dijo Troilo sobre Isaco. Y yo estuve presente, yo estuve allí, era el año 49 o 50”, recordó Miqueri.Tríos de Oro y Pancho CuéEn 1942, Isaco y Ernesto Montiel fundan el Cuarteto Santa Ana, junto a las voces y guitarras de Samuel Claus y Luis Ferreyra.Cuatro años después, Isaco se desvincula del grupo y sigue haciendo su camino musical, hasta 1970, cuando junto a Roberto Galarza (voz y guitarra) y Julio Lorman (bandoneón) formó el recordado Trío de Oro. Dos décadas después, en 1992 creó el Trío Pancho Cué con Antonio Niz (guitarra) y Rubén Miño (acordeón).Amigo de la vidaDon Isaco tenía un gran respeto por la vida y por la naturaleza, amaba los animales y en cada lugar a donde iba se hacía amigo de un perro. Isaco amaba a los perros. Hay infinidades de anécdotas que lo pintan como ese bonachón compasivo que no pasaba de largo ante un animalito abandonado, o más aún, ante un niño con hambre. “Una vez veníamos en el auto de Rivadavia ‘Pololo’ Silva y éste atropelló un gato, entonces Isaco le dijo ‘volvé Pololo porque si ese gato no murió le vamos a llevar al veterinario…’. Así era don Isaco, “a él no le interesaba el dinero, me decía ‘Miguelito el dinero es lindo solo para vivir, porque no hace la felicidad’; para los chicos que pedían, él le hacía preparar empanadas cuando andaba por la terminal y le decía ‘llevá y comé con tu hermanito’, le compraba gaseosa. Si llegaba una señora con chicos y le pedía para el pan y la leche, él sacaba y le daba”, destacó Miguel Ortega.“En una grabación que tengo de él, Isaco decía ‘prefiero estar con la gente humilde, pobre, comer fiambre o comer un guiso carrero y compartir una musiqueada, ahí yo soy el hombre más feliz. Para él, el orgullo más grande eran los amigos”, agregó Miguel, al tiempo que recordó que tenía 26 años cuando comenzó su amistad con Isaco. Con el pasar de los años, un asombroso hecho ocurrido en el velatorio de Isaco Abitbol en Corrientes Capital, se ha vuelto casi una leyenda entre los chamameseros y amigos del músico. “En el velorio de Isaco en el Teatro Juan de Vera de Corrientes, dicen que fue un perro, se acercó al cajón y le lamió el pelo y la mano a Isaco… el perro quedó un
rato ahí y después se fue, saben lo que es eso… recuerdo que me contaron eso ni bien llegué esa noche a Corrientes”, rememoró Miguel.Imborrables recuerdosComo si fuera ayer, Miguel Ortega recuerda las charlas de sobremesa, las musiqueadas y tantos momentos que compartió con el Patriarca. “Isaco era muy conocido de mis padres, Zacaría Ortega y Dominga Sosa, y siempre quería ir a visitarlos, de ahí cruzábamos a la casa de José, mi hermano que tocaba la guitarra y en una oportunidad se armó la musiqueada. La tristeza que tengo es que hace unos años, justo cuando yo estaba en el homenaje a Isaco en la plazoleta, mi hermano me llamó para avisarme que mi padre había muerto, justo el mismo día que Isaco, a quien él quería tanto”, recordó Ortega. “Hoy destaco esa sencillez, esa humildad del bien llamado Patriarca del Chamamé. Isaco fue y seguirá siendo uno de los grandes del chamamé, porque dejó grabado sus grandes creaciones. Era generoso, siempre que podía le daba una mano a los músicos, a los amigos. Me parece que siempre está conmigo don Isaco”, expresó Miguel con la ternura que se le tiene a un amigo eterno. Don Isaco fue bendecido por el don de la música, aunque su legado fue más allá y en su paso por esta vida supo sembrar el valor de la amistad en tanta gente, en tantos amigos con quienes compartió momentos que hoy, al recordarlos son verdaderos tesoros. Siempre coherente con sus ideales, Isaquito andaba ligero de equipaje y de la mano de la libertad. Diecinueve años después de su partida, su esencia sigue latiendo en los corazones chamameseros. El 6 de marzo de 1994, “La calandria” madre cesó su vuelo pero dejó que otras cientos renacieran en fuelles del mundo entero. Cada vez que un bandoneón se abre para soltar una obra del Patriarca, él parece volver, porque don Isaco es música… es eterno chamamé.





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