POSADAS. El comedor del barrio La Flor, en Itaembé Miní, funciona desde hace ocho años sin descanso. Julia Ester Zakovicz es la responsable y con ella trabajan codo a codo otras tres mujeres del barrio. Ninguna busca fama, tampoco quieren “entrar en la política” y están conformes con lo que pueden darles a los niños a través de la Fundación Ayudar, una organización nacional que les provee de los insumos necesarios para servir 280 raciones de comida diarias y, además, completar la alimentación de los niños sirviendo la merienda en el comedor.“Nos aseguramos de que los chicos tengan el refuerzo alimenticio de la tarde porque al mediodía llevan la comida y obviamente que la comparten con su familia. A la tarde les servimos cremas que preparamos con la leche reforzada que nos envían, es especial con calcio y hierro”, relata entusiasmada Julia Ester sin dejar de revolver el rico almuerzo de fideos con porotos y todo tipo de verduras. El comedor funciona en una de las casas del barrio y allí tienen una despensa con un freezer donde había, por ejemplo, carne molida que sería utilizada al día siguiente para las albóndigas. Mientras tanto, en el patio, en un brasero casero hervía la crema para el postre de la merienda. Julia deja de atender la gran olla para ultimar detalles de la crema y agregar las gotas de vainilla correspondientes a los veinte litros, que es la capacidad de las ollas camperas. La cocinera experta en preparados a granel explica que “la crema la dejamos enfriar y los chicos comen con cucharitas. Además les damos dulce de membrillo o galleta con dulce de leche, ellos eligen y también pueden tomar leche sola”. El estar en contacto con los niños y las madres del barrio hace que cada día se vayan conociendo más, los pequeños que llegan tristes encuentran contención y Julia dice que hasta hacemos de asistentes sociales sin serlo porque “acá llegan chicos desnutridos, golpeados y hasta violados. Lamentablemente tuve que recurrir a las mamás y luego llamar al 102 para que les brinden ayuda a esos pequeños”. Pero así como le parten el alma a Julia esos casos terribles, también le dan satisfacciones los otros que le dan fuerzas para seguir como cuando un pequeño va recuperando peso y “vemos las sonrisas en sus caritas y nos regalan besos y abrazos. Es una bendición de Dios”. Quieren que vuelva el colectivo El barrio está compuesto por 360 viviendas de Iprodha con familias relocalizadas por Yacyretá de distintos barrios de Posadas. Algunas de la zona del anfiteatro, de Las Vertientes, Loma Poí y Sesquicentenario. Todas de condición humilde que van viviendo el día a día como pueden y sin bajar los brazos desean estar mejor. El conglomerado está tan deteriorado como otros tantos que ya llevan más de diez años habitados y todos coinciden en que “fuimos abandonados, nadie viene y ya ni llegan los operativos para limpiar o para arreglar las calles internas”. Los pastos están altos, los mosquitos están a todas horas del día y no ven que en un futuro esté en los planes de nadie atenderlos. Igualmente, durante el encuentro en el comedor el tema que les urge es que “no devuelvan la línea de colectivo. Antes entraba hasta el barrio pero ahora hay que caminar y tenemos abuelos, niños que van a la escuela, adolescentes que tienen que entrar solos de noche, es muy importante que retomen el recorrido porque hace dos años lo quitaron y nunca más volvió”. Julia preguntó a viva voz entre las mamás que estaban allí a la espera de la comida: “¿Qué es lo que más necesitamos en el barrio? y todas, casi al unísono, exclamaron: ¡el colectivo!”, sin siquiera animarse a pedir nada más quizás temiendo que solicitar demasiado las seguiría privando del transporte. Una necesidad que es evidente y se quejan porque “no nos regalan el pasaje, igual tenemos que pagar y tenemos que caminar más. No sabemos por qué un día decidieron que no había necesidad de llegar a nuestro barrio. Así estamos, abandonados a nuestra suerte desde hace años y creen que no sufrimos por eso”. Necesitan arreglos del alumbrado público Durante la noche, el barrio La Flor queda prácticamente a oscuras. Ahora, en verano, mientras muchas familias disfrutan de sus plazas iluminadas, en este barrio tienen que “esconderse” en sus casas porque todas las luces están dañadas. Aseguran que apenas funciona un 10% de lo que fue en su mejor momento la iluminación de las flamantes 360 viviendas. Orlando Zamudio dijo que “necesitamos la presencia de un placero que pueda cuidar los espacios verdes. Ahora se ofrecen nuestros jóvenes para trabajar y mantener limpias las plazas, ojalá que el intendente (Orlando Franco) los vea y los elija porque ellos necesitan no caer en las drogas y el alcohol como la mayoría de nuestros jóvenes, que no tienen apoyo ni contención”. Como lo adelantó PRIMERA EDICIÓN, los jóvenes nucleados en una cooperativa se ofrecen a mantener las plazas para ganarse un dinero dignamente. Pero también esperan que desde los distintos organismos vayan mejorando o recuperando el barrio, principalmente en las mejoras de calles, iluminación, limpieza y hasta de operativos para la lucha contra el dengue.





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