Sus muelles fueron testigos del ir y venir de mensúes, viajeros e hidroaviones. Aunque el progreso terrestre lo silenció, su historia persiste y renace en su nueva sede de Nemesio Parma.
El puerto de Posadas es mucho más que una infraestructura. Es memoria viva de la ciudad, un espejo del Paraná que reflejó los sueños y las luchas de generaciones enteras. Allí, a comienzos del siglo XX, comenzó a escribirse una historia de esfuerzos y contrastes. En septiembre de 1908, la Ley N.° 5.970 autorizó la construcción de un puerto comercial frente a Posadas, sobre la ribera del Alto Paraná. Tras varias transferencias de concesión, la firma “Aleu y Dupont” finalmente inició las obras en 1912, destruyendo parte del Cerro Pelón para rellenar la costa. En 1914 quedaba inaugurado el puerto, con muelles de hormigón y defensas de madera que marcarían un nuevo tiempo para la ciudad.

Durante sus primeros años, los muelles vieron partir y llegar lanchas de pasajeros que unían Posadas con Encarnación. Pero también quedaron grabadas las huellas más duras del trabajo esclavo, con la figura del mensú cargando el peso de la explotación. Décadas más tarde, en 1946, los cielos del Paraná se abrieron con la habilitación del hidropuerto, desde donde despegaban hidroaviones hacia Buenos Aires. Aquella postal de barcos, aviones y viajeros convalida la imagen de un puerto vibrante, que era símbolo de progreso.

Sin embargo, la modernidad que lo engrandeció también lo fue apagando. A partir de la década de 1970, el transporte terrestre comenzó a ganar la pulseada. Camiones, ómnibus y, más tarde, el puente internacional San Roque González de Santa Cruz le restaron protagonismo a la navegación. La privatización de la Flota Fluvial en 1980 terminó por sellar la decadencia. Los barcos dejaron de atracar, las balsas fueron un recuerdo y las instalaciones se apagaron en silencio.

Hoy, donde se alzaba el último edificio del puerto, una plaza recuerda su legado. La “Papa Juan Pablo II” se extiende sobre la costa con un géiser que brota hacia el cielo, como si quisiera devolver al río algo de aquella energía que lo hizo latir.
El tiempo, sin embargo, le dio una segunda oportunidad. A diez kilómetros del casco urbano, en Nemesio Parma, el puerto de Posadas encontró su renacimiento. Allí, en la confluencia del arroyo Apepú y el Paraná, se levantó una infraestructura moderna, con acceso a la Ruta Nacional 12 y al río a través de las esclusas de Yacyretá. El 18 de febrero de 2023 volvió a operar, convertido en una plataforma estratégica para el comercio fluvial y regional.

De los mensúes al hidropuerto, de los barcos a la balsa, del silencio al resurgir, el puerto sigue escribiendo la historia de Posadas. Una historia que no se detiene en el pasado, sino que se proyecta hacia el futuro, con la fuerza de un río que nunca deja de correr.







