Vivimos tiempos de gran sensibilidad emocional. Las palabras pueden herir profundamente, y los insultos, ya sea en la calle, en redes sociales, en el trabajo o incluso dentro del círculo íntimo, generan una carga energética negativa que afecta tanto a quien los recibe como a quien los emite. ¿Cómo actuar ante esta violencia verbal? ¿Qué herramientas ofrece la cromoterapia para protegernos y sanar? ¿Es posible poner límites sin perder el equilibrio?
Recibir un insulto no significa que debamos responder con otro. Es importante validar lo que sentimos: enojo, tristeza, miedo o sorpresa. Una reacción consciente comienza por respirar profundo y no responder en automático. Luego, expresar con claridad:
“No acepto que me hables así. Me gustaría que podamos comunicarnos de otra manera.” Poner límites no es rechazar al otro, sino proteger nuestro propio espacio emocional.
Los colores recomendados para momentos difíciles:
Rojo: nos conecta con la fuerza interior y el valor. Ideal cuando nos sentimos disminuidos o con la autoestima baja después de una agresión. Un accesorio rojo (pulsera, prenda, labial) puede ayudar a recuperar el poder personal.
Amarillo: activa la claridad mental y el pensamiento positivo. Sirve para no quedarnos atrapados en el rencor o la tristeza. Rodearse de amarillo ayuda a verbalizar lo que sentimos sin dañar al otro.
Azul: el color de la comunicación serena. Nos calma, baja la ansiedad y nos permite hablar desde un lugar más empático. Es ideal para conversaciones en las que debamos poner límites o mediar en conflictos.
Violeta: transmuta la energía negativa. Ayuda a liberar resentimientos y a perdonar sin olvidar lo aprendido. Usarlo en la ropa, en una vela, o visualizarlo al meditar puede ser profundamente sanador.
Verde: el color del corazón. Nos conecta con la compasión y la armonía. Recomendado cuando necesitamos perdonarnos a nosotros mismos o al otro para seguir adelante sin cargar con el enojo.
Ejercicio práctico para después de una agresión verbal
1. Cerrá los ojos y respirá profundo.
2. Visualizá una luz verde que envuelve tu pecho.
3. Repetí mentalmente: “Soy digna/o de respeto. Me libero de esta emoción y vuelvo a mi centro”.
4. Luego, imaginá una esfera violeta envolviendo toda la situación, purificando la energía.
Podés acompañar esto con una piedra del color elegido, música suave o una infusión reconfortante como tilo, salvia o menta. Los insultos hieren, sí. Pero no nos definen. Podemos transformarlos en oportunidades de crecimiento si nos detenemos a observar lo que activaron en nosotros y respondemos con conciencia.
La cromoterapia no reemplaza una terapia psicológica, pero es una gran compañera para devolvernos el equilibrio emocional, recordándonos que el color que elijamos también es una forma de lenguaje.
Gabriela Gómez
Especialista en Cromoterapia
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