Daniel Pesce tiene 40 años, nació en Morón (provincia de Buenos Aires), es cura villero y dirige -desde hace cuatro años- el Hogar de Cristo en Posadas, un centro de asistencia para personas en vulnerabilidad, principalmente que atraviesan problemas de adicciones a estupefacientes.
El sacerdote que levanta como bandera la voz y palabra del padre Carlos Mugica, víctima fatal de la última dictadura cívico-militar argentina, fue consultado por PRIMERA EDICIÓN ante la conmoción por la muerte de un adolescente de 16 años electrocutado ayer por la madrugada, cuando intentó cortar un cable de alta tensión en la cabecera del puente de la avenida Blas Parera sobre el arroyo Mártires, en la misma zona oeste posadeña donde predica (Parroquia San Benito) y asiste a personas inmersas en la adicción.
Dialogar sobre lo que le ocurrió a Isaac Ortellado, adolescente que vivía con sus padres en la chacra 146 de Villa Cabello, para Daniel Pesce no constituyó un tema para lanzar premisas y soslayar la problemática. Fue directo y concreto, mate mano a mano en la mesa que comparte a diario con los varones, mayoritariamente jóvenes, que intenta rescatar su “Centro de Dios”.
Necesito que contextualices el incremento de violencia.
Lo que le ocurrió lo vemos en los barrios más vulnerables, para los pibes no hay ejemplo adentro de sus familias, no hay acceso a la educación, no hay acceso al trabajo digno. Te van quedando muy pocas cosas por hacer, a lo que se suma la violencia y un montón de realidades que acorralan a buscar una anestesia, la droga les anestesia el cerebro y sus emociones y cada vez necesitan más y cada vez el círculo es más vicioso y empiezan a robar en la casa, a los padres, a los vecinos, en todo el barrio y para el consumo que los va relegando y expulsando de sus familiares, del mismo barrio.
Para las familias el consumo de drogas sigue siendo un tema tabú, prohibido. Hace pocos días me contaron del caso de personas que niegan a su pariente o familiar que cayó en el consumo de drogas. Lo niegan y dicen “no, no está, viajó por trabajo, está afuera”. Ni siquiera en el seno familiar lo quieren admitir como un problema real. La drogadependencia es una enfermedad dentro del espectro de la salud mental y si no lo podemos asumir, hablar, prevenir, será cada vez mayor el problema y más en estos tiempos que se habla y pide que el Estado tiene que ser cada vez más chico.
Cada vez más grande es el problema, parece…
El acceso a las drogas en los barrios populares parte de niños de 12 y 13 años hoy. ¿Cuánto tiempo antes hay que hablarlo entonces con los pibes? Porque además cuando tienen 14 o 15 años consumen y ya quieren ser grandes, se transforma en su modelo de adolescencia el consumo. Tiene que haber cada vez más presencia del Estado acompañando la educación, por ejemplo.
El consumo está en crecimiento en Posadas también, lamentablemente. Es consumo y violencia, ambos problemas crecen, avanzan, debemos decirlo aunque sean muchísimo más bajos que los que se viven en CABA y Gran Buenos Aires, allí está desatado.
¿Se aleja el Estado?
Tiene que haber Estado, en nuestro Hogar de Cristo los chicos se atienden en el sistema de Salud Pública, con sus profesionales y redes. Es importantísimo para poder contener y acompañar.
Cuando un chico llega hasta el hogar y tenemos lugar para recibirlo lo empezamos a acompañar con los exámenes de salud integral, si hay enfermedades hay que actuar rápido porque el consumo de drogas tiene un montón de realidades. Hoy hay un rebrote de VIH, de tuberculosis, de enfermedades venéreas, todas vinculadas a este problema y que los pibes necesitan que se las curemos para poder avanzar.
La desigualdad preocupa…
La desigualdad estructural y de oportunidades es altísima. La mayoría de las familias que asistimos viven de changas, el trabajo formal prácticamente inexistente y tenemos que salvar a estos chicos del consumo, del delito, de la violencia, mostrarles nuevos paradigmas de vida porque cuando llegan a nuestros centros ambulatorios lo hacen con actitudes hiperviolentas y las arrastran desde el hogar y el contexto del barrio. Tenemos que enseñarles a que reaprendan todo, que vuelvan a tener la chance de reinserción educativa. El 90 por ciento de nuestros pibes abandonó la escuela en la primaria, en los primeros grados. El pibe abandona el sistema educativo y ese sistema es clave para salvar a los pibes. Debemos abogar por ello.
En la situación que atravesaba este pibe (Isaac) que murió anoche, no son pocos los que están. Es una locura ir a cortar un cable de alta tensión para robar cobre y perder la vida así. Mucha gente va a leer la noticia y van a decir “qué loco de miércoles” y en realidad todos tenemos que reflexionar que es una tragedia social. Como sociedad fallamos todos y más porque pensamos que “no es mi hijo, no es mi nieto, no lo conozco”. Pero es parte de nuestra sociedad, estamos fallando mucho para que un pibe de 16 años trepe a un poste de alta tensión a cortar los cables para robar, para consumir y perder la vida.
El valor por la vida prácticamente en cero…
Qué poco valor le estamos dando a la vida, los pibes van y la arriesgan de esa manera y debajo del mismo puente hay gente viviendo, en la calle. No podemos dibujarlo todo y taparlo, esto nos tiene que hacer ruido como sociedad y determinar de qué lado nos queremos parar. Es terrible lo que está ocurriendo, los episodios de los últimos días son muy violentos.
¿Cómo hacen en el Centro de Dios para no bajar la guardia?
Acá tenemos un sueño colectivo, heterogéneo de personas pero que luchamos en el Centro por un mismo ideal: mostrarle a estos pibes que hay una vida mejor. San Juan Bosco decía que no había jóvenes malos sino que hay jóvenes que no saben que pueden ser buenos. Yo creo que si hay pibes que no pueden crecer en un contexto sin violencia y sin educación, no vas a conocer otra vida que no sea dentro de ese consumo de drogas.
Imagino que este pibe que murió anoche habrá sufrido no conocer otra cosa, otros ejemplos de vida. Se produce una extraña acción y voy a inventar una palabra perdón, pero se desarrolla una ‘guetización’, una suerte de gueto en la villa, los jóvenes se autoexcluyen. Es cierto que ya hay una exclusión social impuesta, pero los pibes sienten que no tienen posibilidades de salir de su ambiente, de ir a la costanera a tomar un mate, cosas muy sencillas que las tienen que aprender a vivir.
No solo tienen que aprender a no consumir más drogas, tienen que aprender mucho más y por sí mismos. Hoy le pregunté a un chico que lleva cuatro meses con nosotros qué fue lo mejor que sintió durante este lapso, me respondió: “Me animé a llevar a mi hijo de cinco años la plaza, jugar y verlo sonreír y estar sano para verlo”.
¿Los pibes no tienen horizonte?
Los pibes no saben que pueden existir otras realidades, ellos solo sienten que no van a tener trabajo, que van a vivir en la calle y que solo van a tener derecho a mendigar y que reciban algún aplauso del clientelismo político. Tienen que entender que no deben perder su integridad, que no le están regalando nada sino que es lo que les corresponde. Vivir con dignidad no debe ser vivir en una fábula debe ser el destino de todos: salud, educación, trabajo, techo.





