En tiempos de noticias desalentadoras, donde abunda el individualismo y la falta de interés por el otro, recibir más de cien mensajes de buenos augurios en una sola jornada, es para destacar. Es algo que le sucedió a Enrique Venancio Verón, empleado de una fábrica de pastas de la ciudad desde hace más de cuatro décadas, que el lunes 11 cumplió 59 años.
“Creo que el afecto se logra con el tiempo y con el comportamiento de cada uno”, dijo, sorprendido, al abrir sus redes sociales y encontrar tantos elogios y muestras de agradecimiento por parte de los clientes que visitan con frecuencia el comercio donde trabaja.
“Recibir esos mensajes tan lindos te alegra y quiere decir que uno no está haciendo mal su trabajo. Con cada cliente, con el paso del tiempo, se establece una amistad basada en el respeto y en lo que uno puede ofrecer. Hay a quienes ya los llamo por su nombre. Aprendí que uno cosecha lo que siembra. Si sembrás amabilidad, cariño, vas a recibir lo mismo. Lo bueno que tiene el ser humano, hace la diferencia”, aseguró quien se considera un “agradecido”.
Entiende que se puede tener días “menos buenos”, pero “siempre hay que poner en la balanza las bendiciones que uno recibe. Con el solo hecho de tener salud, uno ya tiene que estar agradecido. Además, tener una familia y un trabajo de tantos años, que cuido como si fuera mío, hace la diferencia”.

Verón admitió que “brindo lo que aprendí en la vida: respeto, amabilidad, ser servicial, porque cuando uno sirve, recibe. Mis abuelos, mis padres, me enseñaron que hay que ayudar a quien necesita, a ser responsable, a ser honrado. Son los valores que me inculcó la familia y es lo que aprendí en esta empresa, donde trabajo desde muy joven, y con los clientes, porque ellos también enseñan mucho”. Contó que, durante su infancia, su papá, Don Aparicio Verón, tenía una despensa de ramos generales y carnicería en Troazzi 23 y que su mamá, Lidia Ester Báez, también trabajaba allí.
“De chico era un empleado más. Creciendo, aprendí a querer al cliente, a cuidarlo, porque es la base fundamental. Eran lindos momentos porque nos enseñaban a trabajar. Pedían que envasáramos azúcar -vendían al menudeo-, hacíamos las bolsitas con esmero y las colocábamos en los estantes. Enseñaban a ganarnos el pan para cuando voláramos de la casa. Que supiéramos ganarnos la vida, cómo desenvolvernos”, expresó el hermano de: Raúl, Ema, Graciela, Gabriel y Malvina.
Papá de Patricia, Mirian y Alejandro y abuelo de Luan y Luciano, celebró “la suerte de tener una linda familia. Dora, es la esposa con la que Dios me premió y parte de mí tiene que ver con la mujer que tengo al lado. La cuido y valoro porque ella me enseña a ser buena gente. Brindar amor y cariño en la familia, hace que el núcleo se torne fuerte. Hay que disfrutar de la vida que pasa muy rápido, y de las bendiciones que uno tiene, como la familia”.
Mensaje esperanzador
“Lo que uno deja en el corazón de la persona, es algo muy valioso. A los jóvenes les digo que no aflojen, que sean sinceros, respetuosos y que tengan el valor de la honradez, del servicio a la gente, como en nuestro tiempo”.





