En un contexto donde los ingresos pierden la carrera frente a la inflación y las tasas de interés siguen en ascenso, los bancos decidieron endurecer las condiciones para otorgar créditos, mientras las familias argentinas alcanzan el mayor nivel de endeudamiento de los últimos veinte años. Según datos recientes del Banco Central, actualmente los hogares destinan en promedio el 19% de sus ingresos al pago de cuotas, lo que marca un nuevo techo en términos históricos.
Este fenómeno se aceleró en los últimos doce meses, en plena etapa de desinflación y con el tipo de cambio relativamente estable. La paradoja es evidente: mientras el Gobierno celebra ciertos indicadores macroeconómicos, puertas adentro los hogares se sostienen con deuda, muchas veces para financiar el consumo básico.
Con el poder adquisitivo en baja y las tasas de interés cada vez más restrictivas, la presión financiera sobre las familias se vuelve cada día más difícil de sostener. A pesar de la desaceleración inflacionaria registrada desde marzo, los sueldos no logran recomponerse. Según estadísticas oficiales, los salarios del sector privado formal están todavía un 1,2% por debajo del nivel que tenían en noviembre de 2023. En el caso de los trabajadores estatales, la pérdida es aún mayor.
“El salario de bolsillo cayó 5,5% en solo cuatro meses, lo que representa la mitad de lo que cobraban a comienzos de este año, tras el cambio de gobierno”, advirtió el economista Federico Pastrana. En su opinión, los beneficios de la desinflación “ya no alcanzan” para compensar el deterioro sostenido del ingreso real.
A este cuadro se suma el efecto de las últimas medidas del Ministerio de Economía, que encarecieron aún más el financiamiento. La suba de los encajes bancarios y la decisión de licitar deuda en pesos al 65% anual impulsaron al alza las tasas de referencia, lo que rápidamente se trasladó a las líneas de crédito para empresas y personas. “Esto va a impactar en la economía real, y no se puede descartar una nueva fase de estancamiento o incluso una pequeña recesión en el corto plazo”, advirtió Sebastián Menescaldi, de la consultora Eco Go.
La consecuencia inmediata ya se observa en el comportamiento de pago de los clientes bancarios. Según el último informe del BCRA, la morosidad en los créditos a las familias subió al 4,5% en mayo, un punto crítico que preocupa a todo el sistema financiero. En comparación, la mora en los préstamos a empresas se mantiene en torno al 1%. El incremento general del ratio de irregularidad fue de 0,4 puntos porcentuales solo entre abril y mayo, lo que refleja un deterioro acelerado.
Frente a este escenario, las entidades comenzaron a cerrar el grifo del crédito. Además de endurecer los requisitos para nuevos préstamos, los bancos aplicaron fuertes subas en los costos financieros. El costo total anual del financiamiento con tarjeta de crédito se disparó del 150% al 184% promedio en solo unos días. A comienzos del año, ese índice rondaba el 114%.
Mientras tanto, las negociaciones paritarias tampoco ofrecen alivio. La mayoría de los gremios no logra acordar subas que equiparen la inflación acumulada. Solo el sindicato SMATA muestra una leve ventaja del 2,4% en el poder de compra respecto a enero, según la consultora Synopsis. Los bancarios, en cambio, apenas empatan con la suba de precios. El resto, pierde.
La consecuencia es previsible: más familias recurren al endeudamiento para cerrar sus cuentas cada mes, pero cada vez tienen menos margen para hacerlo. El resultado es una economía doméstica al límite, atrapada entre salarios que no alcanzan, cuotas que se acumulan y un sistema financiero que ya no parece dispuesto a correr riesgos.
(Fuente: IProfesional)







