Emilio Fabián Fernández había asesinado a su pareja en 1992, pero al ser juzgado lo declararon inimputable, por cierta insanía mental. Por eso este hombre, conocido como “Tasmania“, fue recluido en el pabellón destinado a los inimputables en la Unidad Penal de Loreto.
Seis años más tarde, sus familiares comenzaron a tramitar su liberación ante la Justicia. El Tribunal Penal 2 de Posadas, conforme lo establecen las normas, exigió para ello el dictamen de un psiquiatra y de una junta médica de especialistas en salud mental del Poder Judicial, además de que un familiar se hiciera responsable del liberado.
Finalmente, tras una internación en el hospital neuropsiquiátrico Ramón Carrillo, en 2001, “Tasmania” Fernández salió en libertad y se fue a vivir con su hermano.
Sin embargo, el 4 de agosto de 2004, en horas de la tarde, la desaparición repentina de un nene de tres años comenzó a preocupar a los vecinos del barrio Las Vertientes.
Se trataba de Rafael Lorenzo “Aito” Saravia. Alrededor de las 18.30 sus padres y otras personas se movilizaron en busca del pequeño.
Cuando fueron a la vivienda de Fernández, por la ventana, vieron el cuerpo de “Aito” sobre la cama, desnudo, boca abajo.
Según las investigaciones, cerca de las 18, Tasmania (por entonces de 41 años) circulaba en su bicicleta, acarreando un carrito. Por el camino se cruzó con un grupo de chicos, entre los que estaba Saravia.
No fue difícil para el hombre conseguir que el niño subiera a su carrito para dar un paseo. Instantes después lo llevó hasta su vivienda donde, luego de desnudarlo, lo violó.
Según la autopsia, mientras el abusador lo violaba, le apretaba el cuello con la mano, empujándolo hacia abajo, comprimiendo su rostro contra el colchón de la cama, lo cual le causó asfixia y la muerte.
La Policía llegó justo a tiempo para evitar que los vecinos lincharan a Tasmania, como era su intención al enterarse del hecho. La bronca de los allegados a “Aíto” sí alcanzó para que, a la madrugada siguiente, los mismos vecinos incendiaran la vivienda de Fernández, donde fue hallado muerto el nene. Del lugar sólo quedaron escombros.

Con posterioridad a su detención, Fernández confesó el hecho y desde entonces permanece internado, siempre como inimputable.









