Cada 4 de agosto se celebra mundialmente el Día de la Conservación de búhos y lechuzas que existen en nuestro planeta.
Esta efeméride está destinada a difundir y crear conciencia sobre la importancia que tienen estas aves en la naturaleza, el rol que cumplen en el ambiente y los beneficios que nos ofrecen al cuidarlas y protegerlas.
Al conservar y proteger a búhos, lechuzas y sus ambientes, fomentamos el equilibrio natural de los ecosistemas y mejoramos la calidad de vida del ser humano.
Búhos y lechuzas: en qué se diferencian
La principal diferencia entre un búho y una lechuza radica en su apariencia física, especialmente en la forma de su cabeza y su cara.
Los búhos suelen tener una cabeza más redondeada y discos faciales circulares, mientras que las lechuzas presentan una cara en forma de corazón o almendrada.
Además, los búhos pueden tener mechones de plumas en la cabeza que parecen orejas, mientras que las lechuzas no.

En general, los búhos tienen un cuerpo más robusto que las lechuzas, ojos más grandes y colores más oscuros.
A la hora de comunicarse, los búhos suelen ulular, mientras que las lechuzas emiten chillidos, alaridos, silbidos y graznidos.
Datos claves
Existen más de 200 especies de búhos y lechuzas, aunque es posible que haya aún más por descubrir.
Ambos pueden vivir en casi todos los lugares, excepto la Antártida. La mayoría se encuentran más fácilmente en los árboles, pero otros se adaptan a vivir en pastizales, desiertos, pantanos o incluso en zonas urbanizadas.
Son depredadores nocturnos, con una gran afición a los ratones, insectos, lombrices de tierra y (en el caso de los búhos pescadores) a los cangrejos.
Otra característica es que la mayoría de ellos se tragan sus presas enteras.
En Argentina existen lechuzas muy pequeñas, de apenas 15 centímetros, como el Caburé yungueño (Glaucidium bolivianum); y otras muy grandes, de 55 centímetros, como el Nacurutú (Bubo virginianus).









