El dólar volvió a ser noticia durante la última semana dando certeras muestras de que, pese al relato oficialista, la macro y la microeconomía y sus vaivenes están lejos de estar resueltas. Aunque la variante oficial sigue dentro de los límites que le impone el libre mercado (?), lo hace bordeando el límite superior de las ampulosas “bandas de flotación”, terreno al que llegaron a una velocidad inesperada si se tienen en cuenta la nula antigüedad del sistema y las seguridades que intentó transmitir el Gobierno cuando anunció el fin de la era del cepo cambiario, que en realidad no fue más que una moderación.
El oficialismo, más abocado en estas semanas a la política -tanto en sus internas como en su enfrentamiento con la oposición- apeló al relato para maquillar lo que el mercado interpreta con claridad a partir de los índices: si frente a la suba del dólar no interviene el Banco Central, se está naturalizando una nueva devaluación… y sin anestesia.
El ministro de Economía aseguró que el alza se debe a que “muchos deciden cubrirse porque hablan del ‘riesgo kuka’” de cara a las elecciones legislativas de octubre próximo”. Cabe recordar su frase irónica, pronunciada días antes de que comenzara la escalada cambiaria: “Si creés que el dólar está barato, comprá, campeón”.
El Presidente fue aún más enfático. Arremetió contra la vicepresidenta Victoria Villarruel, a quien responsabilizó por habilitar una sesión en el Senado que -según su interpretación- desató una corrida cambiaria. “Se armó un bolsón de liquidez y en ese bolsón, la traidora dio lugar a una sesión ilegal para que nos rompan el equilibrio fiscal. Eso generó ruido y habilitó una corrida”, expresó.
El presidente y el ministro intentaron justificar la suba del dólar con la misma liviandad que lo hicieron todos sus predecesores, cuando la respuesta debió haber sido simplemente: “Nos equivocamos”.
Nada nuevo bajo el sol: un Gobierno culpando a la gestión anterior, un presidente arremetiendo contra su vice. Cambian los nombres, no las prácticas. Por eso, las explicaciones ofrecidas no calaron hondo en el siempre frío corazón del especulativo mercado. La pregunta que se impone, ante la poca originalidad de los argumentos, es si el Gobierno está perdiendo el control del proceso de estabilización.
Milei y Caputo hablan de “kukas” y traiciones, pero el mercado observa otro tipo de señales. Percibe que el equilibrio actual es precario y que, si no se reconstruye la confianza, no habrá tasa ni esquema de bandas que contenga la presión cambiaria. El tipo de cambio, como se sabe, es un termómetro de la economía, pero también un barómetro de la confianza en el sistema.
En Argentina, la ecuación es clara: cuando la política titubea, el dólar no perdona. Lo han sufrido todos los gobiernos anteriores en particular, y los argentinos en general, que conocen como pocos el ciclo de atraso cambiario, salto brusco y crisis.
La inflación siempre llega
La economía argentina tiene una forma muy concreta de recordarnos su fragilidad: basta con que el dólar suba algunos puntos para que la vida cotidiana de millones de personas se altere de inmediato.
Estos días, su salto a valores cercanos a los 1.400 pesos encendió alarmas no solo en los mercados, sino también en los pasillos de los supermercados, donde las listas de precios de alimentos, bebidas y artículos de higiene llegaron con aumentos de hasta el 8%.
No es la primera vez que ocurre, y lamentablemente, tampoco parece que será la última. La relación entre el valor del dólar y los precios internos es casi automática, aunque a menudo desproporcionada. Las empresas -muchas de ellas multinacionales- reaccionan con rapidez: remarcaciones preventivas, ajustes por “costos proyectados” y nuevas listas que llegan antes de que la tinta del dólar se seque en las pizarras.
En este nuevo episodio de tensión cambiaria, firmas gigantes que dominan gran parte del consumo masivo ya comenzaron a trasladar los movimientos del mercado a los bolsillos de los consumidores. Como siempre, el mayor peso recae sobre los sectores más vulnerables, que no tienen margen para stockearse ni capacidad de defender su ingreso ante la inflación.
El Banco Central reaccionó elevando los encajes bancarios para reducir la liquidez en pesos. Una medida técnica con impacto limitado en el corto plazo, especialmente cuando la desconfianza es el principal motor de la corrida.
La economía argentina se volvió adicta al dólar como termómetro de certidumbre, y mientras esa lógica no cambie, el círculo vicioso seguirá girando.
El momento no podría ser más inoportuno: con los sueldos recién acreditados y el consumo intentando recuperarse mínimamente, las góndolas vuelven a ser escenario de una nueva batalla entre precios y salarios. Todo esto en el marco de una campaña electoral marcada por el humor social, ya deteriorado por la pérdida del poder adquisitivo.
Desde el Gobierno se habla de negociaciones para contener las subas “más cerca del 5% que del 10%”, pero a esta altura esos márgenes ya no marcan diferencia. Lo que falta es previsibilidad: una hoja de ruta económica coherente que no esté atada exclusivamente al calendario electoral.
En definitiva, cada salto del dólar es un recordatorio brutal de cuánto falta por resolver en la estructura económica del país. Mientras tanto, los consumidores seguirán haciendo cuentas en los pasillos del supermercado, con la ya demasiado familiar sensación de que la inflación siempre llega antes que los anuncios.
En paralelo, los precios de los combustibles siguen su camino ascendente. Las estaciones de servicio Shell y Axion acaban de incrementar sus valores, mientras que la estatal YPF comenzó a aplicar el llamado “micropricing”. A nivel local, al cierre de esta edición, el precio de la nafta súper era de $1.365 en Posadas y $1.378 en San Javier, una diferencia de $13 entre ambas localidades.
“Acerté”
En este contexto reapareció el exministro de Economía, Domingo Cavallo, quien cerró la semana recordando que había anticipado el salto cambiario meses atrás. De paso, dejó una recomendación a Milei para “alcanzar la estabilidad cambiaria y el crecimiento sostenido”.
“Acerté sobre que habría un salto cambiario. Pero no acerté respecto a que ello consolidaría la estabilidad y el crecimiento, porque eso no parece estar ocurriendo”, señaló. “Tampoco se observa un mejoramiento del saldo de la cuenta corriente de la balanza de pagos, que sigue siendo negativa y no alcanza a ser compensada por la entrada neta de capitales”, escribió en su blog personal.
Según Cavallo, esto ocurre porque “aún no se ha eliminado todo el cepo” y porque “no hay suficiente confianza por parte de las empresas”.
En su mirada, la volatilidad del tipo de cambio se explica por la falta de previsibilidad en la política monetaria y cambiaria. “Algunas de las decisiones son difíciles de entender y explicar”, sentenció.
“Héroes” se buscan
Hacia el final de la semana se supo que el presidente Milei firmó los vetos a los proyectos que aumentaban los ingresos para jubilados, recomponían la moratoria previsional y declaraban la emergencia en discapacidad. La medida se oficializará mañana en el Boletín Oficial.
El Congreso puede insistir con las leyes, pero necesitará dos tercios de los votos en ambas cámaras. La clave estará en Diputados, ya que en el Senado ese umbral se supera con holgura.
Existe una sesión convocada para esta semana, aunque los vetos no formarán parte del temario. La estrategia sería incomodar al Gobierno más cerca de las elecciones de octubre.
Mientras tanto, el oficialismo busca nuevos “héroes” (como los anteriores 87) que ayuden a sostener los vetos.
Lo que Nación no da
El gobernador Hugo Passalacqua presentó ante la Legislatura provincial el proyecto de Ley de Presupuesto 2026. El cálculo de gastos y recursos para el próximo año asciende a $4.092.995.715.000.
La iniciativa prioriza áreas sensibles como salud, educación y asistencia social, pero también prevé ejecutar obras públicas e infraestructura con recursos provinciales, frente a la progresiva reducción de transferencias por parte del Gobierno nacional.
A propósito, el ministro de Hacienda, Adolfo Safrán, advirtió que la disminución de fondos no afecta únicamente a la tesorería provincial, sino directamente a la población. “Se han cortado programas de obras, pero también se han cortado programas de salud, educación y subsidios al transporte”, enumeró.
En paralelo, el Gobierno provincial y el Consejo Federal de Inversiones (CFI) presentaron el Fondo de Garantías de Misiones (FOGAMI), una iniciativa que busca facilitar el acceso al crédito para emprendedores, profesionales y PyMEs de la tierra colorada.





