El mundo sigue, sigue y cambia lento, muy lento y nosotros, vida tras vida tenemos la posibilidad de aprender la única ley que sustenta y sostiene todo. Solo una ley. Solo una. Difícil de comprender que siendo tan sencillo no podamos; que el miedo nos envuelva, que la codicia y el poder nos seduzcan más, que lo material y lo efímero puedan más que lo eterno.
Solo una ley que lo envuelve todo, que lo devela todo. Solo una ley, donde nada más necesitamos, y así y todo, el vacío ¡puede más! Como no podemos soportarlo y no podemos esquivarlo nos negamos a sentirlo aun sabiendo que después de tanta entrega a ese vacío, del otro lado solo la ley nos espera.
Si cada vida es una oportunidad de crecimiento hasta volver a completarnos con la ley, ¿por qué nos aferramos tanto al dolor y al deseo? ¿Qué nos sostiene? ¿La fe, la esperanza? ¿Acaso algunos recordamos la ley y seguimos intentando? Solo una ley nos mantiene y al final del camino puede ser que recordemos, pero como no la realizamos, volvemos una y otra vez.
Solo una ley y es la ley del amor. La ley del amor es la que trasciende todo. La materia, las creaciones, los pensamientos. Energía. Todo, todo está sintetizado en ella. Hasta la energía le pertenece.
¿Quizás acaso sea tan poderosa que al realizarla nos completamos de tal manera que en un sentir somos libres? Solo una ley. El amor ordena y redirecciona todo. Si nuestra fe fuera del tamaño de una semilla de mostaza comprenderíamos.
Mientras tengamos espacios de sombras y dudas seguiremos una y otra vez hasta completarnos.
Y así, el amor siempre espera.
Patricia Couceiro
Máster en Constelaciones
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