A pesar de los recientes informes que sugieren un liderazgo de los molinos correntinos en el mercado de la yerba mate, un análisis profundo de la estructura productiva del sector confirma que es Misiones la que se mantiene a la cabeza, tanto en producción como en ventas. Lejos de ser un dato aislado, esta preeminencia se basa en un modelo económico y social robusto, con una atomización que favorece la sostenibilidad y el arraigo territorial.
Esto es así, ya que la provincia concentra más del 85% del total de la hoja verde producida en Argentina, Esta cifra se sustenta en la presencia de cerca de 90 establecimientos industriales de molienda que no solo generan empleo directo, sino que también consolidan la cadena de valor completa, es decir, desde el cultivo y la cosecha hasta el secado, molienda y envasado.
En contraste, Corrientes cuenta con solo seis establecimientos, una diferencia abismal que subraya el rol central de Misiones en la industria.
En cuanto al liderazgo de algunas marcas con dominio fiscal en otras provincias no refleja la verdadera dinámica de la producción. Marcas de Córdoba, Buenos Aires o Santa Fe a menudo procesan su yerba, total o parcialmente, en establecimientos misioneros. De hecho, durante el primer semestre de 2025, esta realidad quedó evidenciada, luego de que Misiones con 86 empresas, envasó y comercializó casi 58 millones de kilogramos, superando ampliamente a Corrientes, donde seis empresas (dos de ellas con un gran volumen de ventas) comercializaron 47 millones de kilogramos.
Esta estadística demuestra que, si bien Corrientes puede tener marcas líderes en volumen de ventas, es Misiones la que sostiene al sector con una base productiva mucho más amplia y diversificada.
Al respecto, Jonas Petterson, productor yerbatero y miembro de la Asociación Civil de Productores del Norte, dialogó con PRIMERA EDICIÓN y confirmó que el líder estructural en lo que refiere a la producción y venta de yerba mate es Misiones.
“La producción en la provincia es totalmente superior a la de Corrientes. La gran mayoría de secaderos los tenemos acá y -si bien no son tan grandes como las dos principales de Corrientes- entre todas las industrias de Misiones se produce mucha más yerba que en la provincia vecina”, dijo y agregó que “nosotros tenemos un sistema de producción que está basado en la distribución de la tierra en pequeños productores. Mientras que Corrientes tiene todo lo contrario, si bien tiene pocas industrias, son grandes, por lo que manejan toda la concentración de la producción de su provincia”.
“Entonces nosotros tenemos un modelo de producción disperso y con muchos protagonistas en la cadena yerbatera”, explicó, mientras que Corrientes plantea un sistema de concentración de riqueza sobre todo en pocas manos.
“Yo creo que Misiones, además de tener la mayor cantidad de producción, también tiene la mayor cantidad de trabajadores del sector, o sea, damos muchísima más mano de obra a la actividad y generamos más ingresos a la economía de los pueblos”, destacó Petterson.
A diferencia de un modelo concentrado en pocas manos, la industria yerbatera misionera se distingue entonces por su atomización, compuesta por cooperativas, PyMEs familiares y empresas medianas. Esta estructura no solo distribuye el ingreso de manera más equitativa en la economía regional, sino que también fomenta una gran diversidad de productos, marcas y perfiles de consumo.
Actualidad yerbatera
Pese a que Misiones sostiene el liderazgo estructural de producción y ventas de yerba mate, los productores continúan atravesando una de las peores crisis de las últimas dos décadas. La situación, marcada por una drástica caída de los precios y plazos de pago prolongados, se vio agravada tras la eliminación de los controles de precios por parte del Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM) a raíz del DNU 70/2023.
“Hace más de 20 años que no pasamos por una situación así. Nos están pagando hoy a plazos de hasta 120 días”, lamentó Petterson.
Según indicó el productor, mientras antes se llegaba a cobrar hasta 400 pesos por kilo de hoja verde (cuando el INYM regulaba el precio), hoy la mayoría de los productores reciben apenas entre 240 y 250 pesos, con algunos casos excepcionales que alcanzan los 300 pesos. Esta caída se produce en un contexto de valores del combustible tres veces más altos, lo que encarece significativamente los costos de cosecha y transporte.
La eliminación de la facultad del INYM para fijar precios permitió que las grandes empresas, que concentran gran parte de la riqueza, “manejen a su placer” a todo el sector.
“Pueden fijar precios tanto en la materia prima como en el producto terminado y eliminar a la competencia”, explicó Petterson, quien señaló que la industria busca destruir a los pequeños productores y también a las pequeñas y medianas empresas.
Esta situación no solo impacta en los ingresos de los productores, sino que también ahoga a las pequeñas industrias, impidiendo su crecimiento y llevándolas a “achicarse cada vez más”. Desde el sector aseguran que la desregulación y la concentración están poniendo en riesgo la supervivencia de un modelo productivo que, históricamente, fue el sostén de miles de familias.





