La recesión nacional, el avance del contrabando y el aumento de los costos están dejando secuelas severas en el comercio formal de Misiones. Distribuidoras de alimentos, panaderías e industrias vinculadas al consumo cotidiano atraviesan una caída generalizada de la actividad.
La “motosierra” del Gobierno nacional, que detuvo la emisión monetaria a costa de una fuerte retracción del consumo interno, está teniendo efectos profundos en los sectores que dependen de la circulación de dinero y de la regulación del mercado en la frontera.
Carlos María Beigbeder, expresidente de la Cámara de Comercio e Industria de Posadas y actual gerente de la distribuidora JotaBe SA, resumió el panorama con una frase contundente: “El comercio ya colapsó”.
En diálogo con PRIMERA EDICIÓN, describió un escenario que combina la falta de competitividad por la carga impositiva local, el crecimiento del contrabando y la ausencia de medidas compensatorias para zonas de frontera: “Cuando ves que hay locales cerrados, es porque ya colapsó. Y a medida que siga cayendo la actividad, va a haber más negocios que van a cerrar, sin duda”.
El empresario aseguró que esta situación no se veía desde la época de Carlos Menem, en la década de los ‘90. Ni siquiera durante la gestión de Macri, dijo, fue tan extensa y profunda la recesión: “En la época de Macri estuvo complicado, pero no tanto, porque duró menos tiempo”.
Las distribuidoras, que antes se movían con fluidez por la demanda constante de kioscos, despensas y comercios de barrio, hoy están operando muy por debajo de su capacidad habitual.
La empresa que dirige Beigbeder, con casi 40 años de historia, también está sufriendo.
Uno de los factores determinantes es el contrabando. Según señaló el empresario, hoy es común ver productos brasileños o paraguayos en kioscos locales. “Todo eso es contrabando. Cuando vos querés importar un producto, tenés que pagar derechos, entonces ya no es rentable. Pero el mismo producto entra por contrabando, sin impuestos”.
Esta situación, remarcó, termina perjudicando a quienes intentan trabajar en regla: “El que hace las cosas bien, termina castigado”.
Para Beigbeder, no hay muchas soluciones a la vista. “¿Van a bajar los impuestos? No. ¿Va a haber mejores controles en la frontera? Tampoco, porque el negocio es de los aduaneros”. La resignación, entonces, se impone como estrategia de supervivencia: “Te tenés que achicar lo más que puedas para evitar morir en el intento”.
“Empezás a suspender publicidad, bajás costos donde podés y en algunos casos cerrás”, describió.
Por otra parte, afirmó que el problema de fondo es la carga tributaria. “Estamos llenos de impuestos que la gente no ve”, sintetizó.
Entonces, la propuesta de un régimen impositivo diferencial para Misiones vuelve a cobrar fuerza. Beigbeder considera que podría ser una herramienta para mitigar el impacto de la competencia desleal en la frontera. “Sería interesante poder generar algún tipo de exención, ya que estamos en una zona muy agresiva en cuanto a competencia”, indicó. La idea, afirmó, está siendo evaluada para ser planteada a la Provincia y desde allí a la Nación.
En su visión, una devaluación también podría mejorar la competitividad de las empresas locales, pero el Gobierno la descarta por su efecto inflacionario. “Han matado la inflación a base de recesión económica y eso nos arrastra a todos”.
Panaderías
La caída del poder adquisitivo es otro de los factores comunes en toda la cadena comercial. En el rubro panadero, el panorama no es menos crítico. Omar Acosta, vicepresidente del Centro de Industriales Panaderos de Misiones, señaló que en las últimas semanas las ventas cayeron un 20%, sumado a una baja previa del 40% que apenas había empezado a revertirse. La recesión pegó incluso en el invierno, una época donde históricamente aumentaba el consumo.
“Ya no hay casi venta”, afirmó Acosta en una entrevista con FM 89.3 Santa María de las Misiones, y agregó que el margen de ganancia es cada vez más reducido.
Los aumentos constantes en los servicios, alquileres e insumos hacen que la ecuación comercial sea insostenible para muchas panaderías. Contó que hoy está pagando cinco alquileres y no logra renegociar los montos a pesar de la caída en las ventas.
El dirigente panadero explicó que la manteca, por ejemplo, se vende entre 10.000 y 13.000 pesos por kilo. Para que la producción de facturas sea rentable, la docena debería costar al menos 12.000 pesos. Sin embargo, en su local la mantiene en 8.400.
“Aumentar no es la forma de crecer y vender más”, apuntó. El problema, según dijo, no es el precio, sino la falta de dinero.
La informalidad también es parte del problema: Acosta advirtió que las panaderías ilegales, que venden desde sus casas sin habilitación ni controles, generan una competencia desleal difícil de revertir. “Es imposible erradicar ese tipo de negocios”, planteó.





