La caída del consumo, el encarecimiento de los servicios y la pérdida del poder adquisitivo están poniendo en jaque a las panaderías todo el país. Con la motosierra del Gobierno nacional todavía encendida, el reclamo de los industriales del rubro crece en paralelo al cierre de comercios y a la imposibilidad de sostener los actuales niveles de empleo.
En ese contexto, Omar Acosta, vicepresidente del Centro de Industriales Panaderos de Misiones, trazó un panorama complejo para el sector en 89.3 FM Santa María de las Misiones, habló sobre las consecuencias visibles en todo el país y se refirió a la situación en la tierra colorada.
En primer lugar, el dirigente confirmó la renovación del programa “Ahora Pan” en la tierra colorada, que establece un precio de referencia de 2.400 pesos por kilo de pan. Destacó que se llegó a este acuerdo “con un esfuerzo de ambas partes” y celebró que el pan, como “producto noble”, pueda mantenerse a un valor razonable. Subrayó que el valor “no aumenta todos los días” y consideró positiva la continuidad del esquema.
Según detalló, unas 130 a 140 panaderías están adheridas al programa en la provincia. Acosta remarcó que todas las que participan están habilitadas y controladas, lo que ofrece garantías a los consumidores. No obstante, reconoció que algunas locales decidieron no sumarse en su momento por temor a inspecciones o por considerar que el esquema no era rentable.
El referente panadero no evitó referirse a la competencia desleal que representan las panaderías informales, fenómeno que definió como un problema crónico y extendido. “Es imposible erradicar ese tipo de negocios”, aseguró, y agregó que muchas veces estas alternativas se mantienen por ofrecer precios más bajos dentro de sus barrios.
Otro punto crítico señalado fue la caída en las ventas, incluso en épocas como el invierno, cuando históricamente aumentaba el consumo de productos como facturas o chipas.
“Estas dos semanas de vacaciones bajó un 20% la venta automáticamente”, reveló Acosta. A esto se suma una disminución previa del 40%, con una recuperación parcial que, según dijo, volvió a frenarse.
La reducción en el poder adquisitivo se nota en las decisiones de compra. Hoy los clientes piden cantidades pequeñas: cuatro pancitos, seis facturas, “ya no es como antes, cuando compraban por kilo o por docena y si sobraba no importaba”, describió. Las facturas, que solían ser un clásico acompañamiento invernal, hoy son un lujo para muchas familias.
Consultado por la rentabilidad del sector, Acosta fue claro. “Ya no hay casi venta”, afirmó, y sostuvo que los márgenes de ganancia son muy acotados. Los costos fijos, como alquileres y servicios, siguen en aumento. Actualmente, dijo estar pagando cinco alquileres, situación que cada vez se le hace más difícil de sostener. “Te preguntan cuánto fue el índice y si no podés pagar, te lo suben igual; y si no, te vas”, relató.
El costo del gas también se convirtió en una carga significativa. Misiones es la única provincia del país sin un metro de gas natural y el consumo de gas envasado representa un gasto muy alto. Acosta comentó que, en una reunión reciente en Buenos Aires, otros referentes del sector no podían creer el monto que él paga semanalmente por este servicio.
“Está muy difícil”, repitió en varios momentos de la charla
En cuanto a los insumos, señaló que si bien la harina se mantuvo relativamente estable, productos clave como la margarina y la grasa aumentaron considerablemente.
“Como el cebo se exporta, ahí está el problema”, explicó. Esta situación obligó a muchos panaderos a ajustar las recetas, reemplazando manteca por margarinas de mejor calidad, que hoy vienen mezcladas con un porcentaje de manteca para conservar el sabor y la textura tradicional.
Actualmente, una margarina ronda entre 4.000 y 5.000 pesos por kilo, mientras que la manteca puede costar entre 10.000 y 13.000 pesos. “Para que sea rentable, la docena de facturas debería costar al menos 12.000 pesos”, afirmó Acosta. Sin embargo, su panadería mantiene el precio en 8.400 pesos desde hace meses. “Aumentar no es la forma de crecer ni de vender más”, opinó, y reiteró que el principal problema no es el precio sino la falta de dinero en la calle.
El dirigente también se refirió al cierre de locales. Confirmó que muchas panaderías ya bajaron sus persianas, especialmente aquellas de carácter familiar o con poco respaldo financiero. Aunque aclaró que la situación afecta tanto a chicas como a grandes: “Mientras más grande es la panadería, más grandes son los problemas”, sentenció.
El panorama es mas sombrío a nivel país. Esta semana, Martín Pinto, presidente del Centro de Industriales Panaderos de Merlo (Buenos Aires), encendió las alarmas a nivel nacional al señalar que “la gente no tiene un peso y compra lo que puede, no lo que quiere”. En diálogo con CNN Radio, el dirigente aseguró que el problema no es el precio del pan, sino la falta de una política económica que permita reactivar el mercado interno. “Las facturas ya es como comer caviar”, graficó.






