Tener flores en casa, ya sea en un jardín, balcón o patio, no solo aporta color y belleza sino que también genera una sensación de bienestar y alegría que impacta positivamente en toda la familia. Si bien la primavera es la temporada ideal para que las plantas florezcan, es posible disfrutar de un espacio lleno de vida durante los doce meses del año. La clave está en planificar con criterio, conocer las especies adecuadas para cada estación y aplicar algunos consejos de jardinería.
El punto de partida
Antes de pensar en qué flores cultivar, el primer paso es preparar el terreno. Si se trata de un jardín, es fundamental limpiar el área de malezas, piedras y raíces que puedan interferir con el crecimiento de las nuevas plantas. Las malas hierbas compiten por nutrientes, agua y espacio, por lo que eliminarlas mejora considerablemente las condiciones para que las flores prosperen.
Una vez despejado el terreno, es aconsejable aflojar la tierra, airearla y labrarla un poco para facilitar el enraizamiento. Si se opta por la siembra directa, se recomienda hacerlo dejando unos dos centímetros de distancia entre semillas, en hoyos de aproximadamente 6 a 8 centímetros de profundidad. En cada uno de esos huecos se pueden colocar entre 15 y 20 semillas.
La otra alternativa, más rápida y visualmente organizada, es plantar plantines comprados en viveros, lo que permite también diseñar una distribución estética de colores y alturas en el jardín.
Sol, agua y abono
Una vez que las flores están plantadas, el mantenimiento es fundamental para asegurar que florezcan durante toda la temporada. El abono es el “alimento” de las plantas. Sin embargo, tanto la carencia como el exceso pueden ser perjudiciales. Las plantas con floración, especialmente en primavera y verano, requieren ser abonadas cada quince días. Los nutrientes más importantes para estas especies son el fósforo, el potasio, el calcio y el magnesio. Estos pueden obtenerse de abonos orgánicos como el humus de lombriz o el compost casero, o también de fertilizantes químicos disponibles en viveros, que suelen venir en presentaciones líquidas o granuladas.
El agua, otro factor clave, no cualquier tipo ni cantidad es adecuada. Lo ideal es utilizar agua de lluvia o de alguna fuente natural como un arroyo o un pozo. Si esto no es posible, se puede utilizar agua de la canilla, pero es conveniente dejarla reposar en un balde durante unas horas para que el cloro se evapore.
Además, la forma de regar también es importante: el agua debe aplicarse directamente sobre la tierra, no sobre las hojas ni las flores, para evitar hongos y quemaduras solares.
Luz solar: cada planta tiene requerimientos específicos en cuanto a la exposición al sol. Algunas necesitan luz directa varias horas al día, mientras que otras crecen mejor en espacios semi sombreados.
Colocar una planta con poca tolerancia al sol en un lugar demasiado expuesto puede marchitarla, mientras que mantener una especie amante de la luz en la sombra frenará su floración. En invierno y verano, es clave protegerlas de las temperaturas extremas, ya sea resguardándolas del sol fuerte del mediodía o del frío nocturno que se adaptan bien a macetas y canteros.
Eligiendo flores
Para mantener el jardín florido durante todo el año, lo ideal es combinar especies perennes -que florecen en diferentes momentos del año- con otras de las propias de cada estación.
Primavera: es la estación más propicia para la jardinería y el momento en que la mayoría de las especies despiertan. Las begonias, los jacintos, las margaritas y las caléndulas se destacan por su floración abundante y su resistencia. También es el mejor momento del año para los rosales, que muestran su máximo esplendor con flores grandes, fragantes y duraderas.
Verano: con temperaturas más altas, el jardín requiere cuidados adicionales, especialmente en el riego. Las flores típicas del verano incluyen a las hortensias, que necesitan sombra parcial y humedad constante; las petunias, ideales para balcones y macetas colgantes; las dalias, que se lucen en jardines amplios; y las verbenas, que se adaptan bien a macetas y canteros.
Otoño: el descenso de temperatura permite incorporar especies que toleran bien el clima fresco. Entre ellas se destacan los crisantemos, que ofrecen una floración prolongada; las siemprevivas, que resisten bien la intemperie; el hibisco, con sus grandes flores tropicales; y la camelia, que comienza a mostrar sus primeras flores antes del invierno.
Invierno: aunque parezca difícil, también en invierno es posible disfrutar de flores. Algunas especies que florecen en esta estación son la amarilis, el ciclamen, la prímula y las camelias, que continúan su floración iniciada en otoño. Eso sí, requieren cuidados específicos como resguardo del viento y del exceso de humedad, además de ubicarlas en sitios protegidos pero con buena luz.








