Para muchas familias, el receso escolar representa un verdadero desafío logístico y emocional. Mientras los niños y adolescentes descansan de sus actividades escolares, los adultos responsables de la crianza suelen continuar con sus rutinas laborales. En ese desajuste se originan muchas tensiones.
“Las vacaciones no siempre coinciden para todos los miembros del hogar”, explicó Fabiana Zarate, licenciada en Psicología y especialista en Terapia Sistémico Relacional, en diálogo con FM 89.3 Santa María de las Misiones,quien indicó que la suspensión de clases y actividades extracurriculares obliga a reorganizar la dinámica familiar. Lejos de imaginar ese proceso como una carga, la especialista sugirió construir “rutinas vacacionales” que, sin ser rígidas, den un marco a los días sin ir a las escuelas y reduzcan el estrés tanto en grandes como en chicos.
Zárate cuestionó el mandato de planificar constantemente y subrayó que “tener que tomar al aburrimiento de los niños o de los adolescentes como algo negativo genera más estrés en el adulto y eso impacta directamente en ellos”. Desde su mirada clínica, observó que las vacaciones en casa también pueden ser valiosas si se resignifica el tiempo compartido: no se trata de la cantidad de horas sino de su calidad.
Cuando los niños deben acompañar a sus padres al trabajo, Fabiana propuso resignificar esa experiencia. “Puede ser una oportunidad para conocerse más, para saber en qué trabaja mamá o papá, algo que a veces no se da en lo cotidiano”, explicó.

En ese contexto, una de sus recomendaciones centrales es no demonizar la tecnología. “También pueden ser opciones”, sentenció, aunque aclaró que su uso debe ser acompañado por adultos.
Al hablar de alternativas, Zárate insistió en que no hay recetas universales. “Las opciones se van a enmarcar según las dinámicas de las familias”, dijo. Por eso, si un niño debe acompañar a su madre o padre al trabajo, puede tratarse también de un momento de encuentro si se transforma en una experiencia compartida y significativa.
A contramano de la idea de que las vacaciones deben implicar viajes o actividades costosas, la psicóloga destacó que “también pueden ser unas lindas vacaciones quedarse en los hogares”, siempre que se propicien espacios de conexión. Mencionó pequeños gestos cotidianos como desayunar sin apuro o compartir una merienda como formas valiosas de encuentro.
Consultada sobre cómo abordar el malestar que muchos adultos manifiestan cuando deben organizarse para cuidar a sus hijos durante este receso, la profesional fue clara. “Siempre hay que pensarlo en relación”, sostuvo. Desde su enfoque, cuando un niño o adolescente permanece aislado o se refugia en lo tecnológico, muchas veces es porque no se le ofrecieron otras opciones.
En ese sentido, defendió el diálogo como herramienta fundamental. “El diálogo construido en relación es sanador”, afirmó. Recomendó, por ejemplo, contarles a los niños si una decisión familiar —como quedarse en casa— responde a una necesidad económica o laboral. La clave, según explicó, es que no lo vivan como una imposición..





