A principios del presente año en esta misma columna se advertía que los tiempos normales de la política argentina se habían dilatado rápidamente de la mano de la impericia del Gobierno nacional.
“Marzo quedó lejos era el título de la editorial que reflejaba cómo el acentuado nivel de conflictividad, cuando recién se abría la temporada de paritarias, daba a entender que llegar tranquilos a ese mes, cuando normalmente arranca el año político, era casi una utopía.
El vértigo de gobernar con buena onda, pero sin una hoja de ruta predefinida y creíble precipitó los tiempos y hoy la sensación es que estamos ante un permanente diciembre, con todo lo que ese mes conlleva para el imaginario colectivo que de crisis está curtido.
En la Argentina del cambio sin contenido, lo único que cambia es el volumen de los bolsillos, cada vez menos cantidad para millones y cada vez más dinero en menos cuentas… las mismas de siempre.
Hoy los argentinos volveremos a ser testigos de un sinsentido propio de sucesivos gobiernos de diversos colores políticos que nada hicieron por proyectar un país sustentable y sólido en el largo plazo.
La oposición se prepara para asestarle un duro golpe al oficialismo si, como se prevé, le da la sanción definitiva a un proyecto que apunta a retrotraer y frenar el costo de las tarifas, esas que tienen un precio del primer mundo pero que sin embargo son de cuarta.
De tener éxito en esa instancia a la norma le aguarda el seguro veto presidencial que, en sus horas más oscuras, optó por abrir más la grieta que prometió cerrar.
Y en ese lapso de oficialismo versus oposición quedamos millones de argentinos que, una vez más, observamos cómo la ambición de poder y la total falta de planificación vuelve a dejarnos fuera. Y recién estamos entrando a abril. Quedan por delante varios meses de tire y afloje político y de improvisación económica con muchos aumentos por venir. Queda mucho año para andar a ciegas.
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