En una persona sin patologías, excluir o demonizar alimentos no es saludable. Tengamos en cuenta que no existen alimentos buenos o malos, el secreto es el tamaño de la porción. Comúnmente se suele escuchar a personas que aseguran haber bajado de peso dejando las harinas, o vemos diariamente en las redes sociales un sin fin de dietas sin harinas que prometen milagros a la hora de ponerse en forma y, todo esto, sin perjudicar la salud. Antes que nada, hay que analizar lo que se entiende por harinas: no solo tiene que ver con el pan, las galletitas y los productos de panadería, sino también suelen incluirse en este grupo las pastas, el arroz, tubérculos como la papa y la mandioca y todos los alimentos que contienen almidón. Son los llamados hidratos de carbono.
En una dieta normal, los hidratos de carbono deben aportar aproximadamente la mitad de las calorías diarias, idealmente; el resto de las calorías son aportadas por las proteínas y las grasas.
La principal función de los hidratos de carbono es ser el mayor combustible del cuerpo, mediante el cual nuestro organismo realiza todas las funciones básicas necesarias y puede mantenerse con energía para encarar con éxito las actividades diarias.
Una buena salud no solo incluye el óptimo estado físico, sino también mental y obsesionarse con las harinas puede causar trastornos en la alimentación y una mala relación con la comida, acarreando, con el tiempo, problemas mayores en la salud.
Una dieta que excluya las harinas no es sostenible en el tiempo y, al momento de reincorporarlas nuevamente en la alimentación se produce el efecto rebote, en el cual se recuperan los kilos que se pudieron haber perdido, e incluso, más.
Entendiendo ésto se conseguirá saber porqué es importante incluirlas en la alimentación, en mayor o menor cantidad, de acuerdo con nuestras necesidades particulares. Lo ideal es consultar con un profesional que pueda realizar una dieta a medida y una buena selección de alimentos saludables y armónicos.
El objetivo no es empezar una dieta que tenga un inicio y un final, el objetivo es ir formando mejores hábitos alimentarios que reemplacen a los malos y que permanezcan a lo largo de la vida.
Colaboración de
María Romina Reckziegel
Licenciada
en Nutrición MP 291
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