La corrupción tiene niveles y hasta volúmenes. A grados menores, ciertos actos de corrupción parecen no afectar a grandes masas y por ello pasan desapercibidos y sin los debidos castigos.
Pero cuando se trata de la función pública la corrupción es grave por donde se la observe. Ello permite, por ejemplo, que quienes se enriquecieron sin pausa a costas del Estado y de los contribuyentes desfilen hoy por los estrados judiciales para, por lo menos, dar explicaciones y pasar vergüenza, si es que les queda rastros de ese sentimiento.
Ir a la Justicia o a la instancia que corresponda a explicar es la vía inmediata a la sospecha o la denuncia de un acto de corrupción. Pero para el ministro de Trabajo de la Nación, Jorge Triaca, la puerta siguiente a la revelación de una acusación fue la de las vacaciones.
Inmerso en un escándalo que se desató por un audio en el que llamaba pelotuda a una exempleada y que empeoró cuando la excasera denunció que el funcionario a cargo de la cartera laboral le pagaba parte del sueldo en negro, Triaca partió ayer de vacaciones.
A Triaca le bastó con escribir un breve tuit en el que se disculpaba por los exabruptos y aquí no pasó nada.
La denunciante aseguró que el dirigente blanqueó una parte de sus haberes días antes de las elecciones de 2015 y luego otra parte a través de haberes liquidados por el sindicato de marítimos, conducido nada más y nada menos que por Omar Caballo Suárez, el sindicalista hoy detenido y al que tanto atacó el propio macrismo.
Y no menos importante es que el gremio en cuestión estuvo intervenido por Gladys González, la senadora oficialista actualmente investigada por administración fraudulenta mientras intervenía el gremio.
Triaca me colocó ahí el 1° de abril de 2017 con contrato hasta el 12 de febrero. Pero mi prioridad era la quinta familiar, explicó la pelotuda a la que se dirigía el ministro, quien el miércoles admitió que le dio ese cargo político. Con todo sobre la mesa y mucho por explicar, irónicamente lo que le espera al ministro son varios días de descanso en La Feliz.
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