Después de luchar contra un tumor en la médula espinal, Lucas Gabriel Villalba encontró en la metalúrgica y en la fe el sostén para luchar.
En un pequeño taller de metalurgia y herrería, en el barrio Poujade, Lucas Gabriel Villalba (39) recupera sus ganas de vivir y su dignidad. Tras haber vivido una pesadilla por la enfermedad, que lo dejó en silla de ruedas y le dio un giro de 180 grados a su vida, el hombre se sustenta con los trabajos que le encargan sus clientes y no pierde las esperanzas de volver a caminar.
Hoy después de siete años puedo mirar todo de una manera distinta. Agradezco a Dios las fuerzas que me da, que aunque me encuentre en silla de ruedas puedo valerme por mí mismo, contó el hombre a PRIMERA EDICIÓN en un alto en sus tareas cotidianas.
En el taller es totalmente independiente y no se limita: realiza todo tipo de soldaduras, muebles de caños, pinta y lo que haga falta. Su historia inspira a quienes se sienten sin esperanzas.
La historia sobre su enfermedad, un cáncer en la espina dorsal, es muy anterior, de cuando trabajaba en la industria metalúrgica y también era un aficionado del fútbol. Cuando empezaron los primeros dolores que no lo dejaban dormir e incluso ni caminar durante días o semanas, Gabriel jamás imaginó que la enfermedad que tenía era tan grave.
Primero sentía que se me aflojaban las piernas, ya no podía correr. Me empezaron a hacer estudios y por años nunca sirvieron para que me detectaran la enfermedad, porque me pedían estudios de la columna vertebral nunca de la parte dorsal, recordó.
Después de tantos diagnósticos errados y cuando su condición no daba para más, por fin se detectó que tenía un tumor en la médula espinal y muy pocas chances de volver a caminar incluso después de la cirugía.
Ya había llegado a un punto que no daba más. Primero no pude correr más, después caminaba apenas, me tenía que sentar cada dos pasos y por las noches no dormía del dolor. No tenía vida. Después gracias a Dios y a una radióloga que me tuvo paciencia, descubrió que el problema estaba en el conducto raquídeo.
Tras pasar por situaciones de las más difíciles y que -según reconoce el hombre- hasta le quitaron las ganas de seguir viviendo, tuvo una experiencia espiritual que le proporcionó las fuerzas para empezar a mirar la vida desde otro punto de vista.
Antes de ir al quirófano me dijeron que si el tumor no era maligno, y si la médula no estaba muy dañada, con el tiempo podía volver a caminar.
Gabriel Villalba cree, en ese sentido, que no todo está dicho. Con la metalúrgica y las ganas renovadas de vivir, él ya camina con un andador y espera poder hacerlo pronto con las muletas.
Agua con limón
Gabriel Villalba cuenta como si fuera un milagro de cómo se salvó de someterse a tratamientos con rayos. Como los médicos le habían extirpado el 90% del tumor, por donde estaba alojado, después de salir del quirófano ya sabía que tenía que hacer quimio.
En ese tiempo me volví a quedar sin trabajo ni obra social, por lo cual no pude seguir el tratamiento. Pero me habían dicho y también lo había leído que el limón previene y ataca al cáncer, empecé a tomar mañana, tarde y noche. Al cabo de un tiempo cuando me vuelvo a hacer estudios para empezar los rayos, ya no tenía nada. Yo creo que gracias al limón se desintegró de mi organismo lo que quedaba del tumor, contó.
En la actualidad, el hombre, no baja los brazos. Con su historia, después de todo lo que tuvo que pasar alienta a otros a seguir remando la vida.
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