Por Marlene Wipplinger – Directora General de PRIMERA EDICIÓNLa Navidad está a horas de ser festejada en esta parte del mundo, teniendo como evento principal la fecha del nacimiento de Jesús hace más de dos mil años. Pero también es una fecha propicia para plantearnos el renacer personal y espiritual de cada misionero y argentino, pensando en nuestra comunidad y dejando de lado las individualidades que tanta exclusión nos provocan en la familia, en el círculo de amigos, de compañeros de trabajo, en el club al que asistimos o en el barrio con nuestros vecinos.
En momentos donde las diferencias nos han llevado a vivir hechos lamentables de violencia y enfrentamiento (no solo verbal sino también físicos) por pensar diferente ideológicamente o por opinar sobre la actualidad del país, será bueno ponernos a pensar esta noche, cuando levantemos las copas al brindar, cuánto podríamos aportarle a nuestra querida Argentina si la misma energía con la que nos enfrentamos la pusiéramos para sacarla adelante. Eso se puede lograr, empezando por buscar, mediante el diálogo tan mentado y pocas veces puesto en práctica, los consensos y las coincidencias.
Cuántas veces destacamos las virtudes que tenemos como argentinos, las que tiene esta tierra bendita en la que vivimos y, sin embargo, no podemos conseguir que quienes buscan tener un país mejor con oportunidades para muchos más, sea un grupo mayoritario que movilice a los incrédulos y a quienes las divisiones los favorecen.
Son tiempos difíciles, de crisis, que requieren de la unión que Jesús predicó entre sus apóstoles y seguidores. Hoy, a poco de finalizar el 2017, necesitamos nuestra mayor predisposición y esperanzas para sobrellevar las tormentas de la mejor manera, aún con los impactos que recibamos de la economía, del mercado laboral, de la salud, de los malos funcionarios que solo buscan enriquecerse, de los dirigentes personalistas que recorren los medios de comunicación para denostar al oponente sin tener propuestas superadoras.
Nos hace falta un renacer ciudadano comprometido, para dejarle a las generaciones siguientes una Argentina pujante, en desarrollo pleno, produciendo alimentos para el mundo. Y un mensaje de estímulo al reencuentro afectivo, de comunión aun cuando tengamos diferencias. Que esta noche renazca, con la Navidad del Señor, ese espíritu superador.
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