La misionera que escapó de una red en Ramos Mejía habló sobre el horror, la complicidad policial y cómo alcanzó la libertad.Ni su nombre, ni su edad, ni su localidad de origen. Ninguno de esos datos aparecen en el expediente. La Cámara Criminal y Correccional Federal, en Buenos Aires, exigió resguardarlos para evitar la revictimización. No obstante, lo que importa es su relato. Permite conocer el oscuro mundo de la trata y, sobre todo, sirve a modo de advertencia y prevención.
La muchacha fue víctima de una red de prostitución que la captó en Misiones. En su declaración ante la?Justicia, a la que PRIMERA EDICIÓN tuvo acceso, aseguró que hubo más misioneras y también paraguayas bajo esas garras. Luego de escapar, lo denunció todo. Incluso la connivencia policial. Su coraje permitió que hoy dos de los tratantes permanezcan imputados camino al juicio oral.
Las actuaciones se iniciaron el domingo 18 de junio de 2014 en el Hospital de Ramos Mejía, en el partido de La Matanza, en Buenos Aires, hasta donde la misionera llegó como pudo. Presentaba un hematoma en uno de sus ojos a raíz de un golpe y evidencias de hallarse bajo los efectos de alguna droga, reza el expediente dado a conocer en los últimos días, a la espera del debate.
Una vez en sede judicial, manifestó la damnificada que hacía unos meses llegó desde Misiones por medio de una conocida L, para vivir en el domicilio ubicado en S. 3., PB A de esta ciudad, donde además trabajaba ofreciendo servicios sexuales. Refirió que allí -donde había otras chicas que vivían y trabajaban- fue recibida por la encargada, Celeste, que fue quien le abonó el pasaje, pues ella traía a esas mujeres de dicha provincia y de Paraguay, siendo luego de un tiempo privada de su libertad y obligada por esa persona a consumir drogas y a trabajar constantemente y sin descanso, reveló la mujer una vez que fue dada de alta, ante las autoridades del caso, quienes abrieron así la causa.
La misionera brindó un relato pormenorizado que, en síntesis, repite los mismos patrones de otras tantas redes de trata: drogas, prohibición de salir a la calle e incautación, por así decirlo, del documento de identidad. Sin el DNI, las jóvenes se transforman en rehenes de esos delincuentes.
También se repiten las falsas promesas de trabajo. Y ya conocido el destino que iba a tocarle, cómo los regenteadores incluso mienten sobre los sueldos?a pagar, siempre bajo distintas artimañas. Señaló que el sueldo se lo pagaba Celeste, pero que se lo guardaba a partir de unos robos ocurridos en el lugar, respecto de los cuales tomó conocimiento que habían sido encargados por la misma nombrada a un hombre, quien en otra oportunidad también golpeó a una chica que se retiró del lugar, siendo que a él le encomendaba ese tipo de trabajos, apuntó al respecto.
La joven tardó apenas horas en darse cuenta de que había caído en el infierno. Y?que, encima, no estaba sola. Todas tenían la intención de irse, pero no se animaban a hacerlo en virtud de las amenazas que recibían de Celeste, tales como yo las voy a encontrar en todo lugar donde se metan, recordó.
Pese a aquello, la misionera logró escaparse, sin documentos ni dinero, y con ayuda de un cliente, ya que aquella -por Celeste- le profirió golpes para impedirlo, dice la propia Justicia Federal.
Ya libre, en la calle, lo que sucedió es propio del espanto. Refirió que se presentó un móvil policial, reconociendo a uno de los preventores como quien se presentaba asiduamente al domicilio citado a cobrarle a esa mujer -por Celeste- un dinero, a cuyo pago las trabajadoras debían contribuir, y a tomar servicios de modo gratuito.
Dos días después del escape de la misionera, las autoridades allanaron el edificio. Allí se secuestraron varios panfletos promocionando servicios sexuales, una bolsa conteniendo gran cantidad de preservativos, cinco envoltorios con sustancia que resultó cocaína, teléfonos y los documentos de las víctimas.
También se liberó allí a otras cinco jóvenes, una argentina y cuatro paraguayas, quienes en sede judicial coincidieron en señalar a Celeste como la dueña del lugar. Refirieron temerle, ya que maltrataba a las trabajadoras gritándoles y obligándolas a trabajar constantemente, y que las incitaba a consumir estupefacientes para tener mayor rendimiento laboral así como que les decía que le entregaran sus documentos invocando cuestiones de seguridad, narraron.
Aquellas víctimas confirmaron e incluso ampliaron la denuncia inicial de la misionera. Señalaron que una de las chicas llegó a trabajar 20 días continuos de día y noche, y que hasta había días que no comían ya que no podían salir ni a comprar alimentos, siendo que el sueldo que percibían era la mitad del precio abonado por cada cliente y con ese monto debían afrontar los gastos de las comidas, los productos de limpieza que ellas mismas realizaban, de publicidad por medio de volantes en la vía pública y por quedarse a dormir allí.
También refirieron que personal policial concurría periódicamente a cobrar una suma de dinero que abona Celeste para recibir avisos de eventuales allanamientos que impidieran el funcionamiento del lugar, subrayaron.
El coraje de la misionera, que logró escapar y salvó así al resto de las jóvenes, permitió el inicio de la investigación. Los dos imputados permanecen ahora a la espera del debate oral, acusados del delito de trata de personas agravado, que prevé penas de entre 5 y 10 años de prisión.
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