Lo sostuvo en Posadas el intelectual Franco Bartolacci, quien interpeló el status quo de la Universidad Pública a casi 100 años de la Reforma.De visita en Misiones, el intelectual Franco Bartolacci, brindó una magistral conferencia para reflexionar sobre el pasado, presente y futuro de la Universidad Pública Argentina que está transitando casi 100 años de la Reforma que cambiaría radicalmente la concepción de la educación superior en Argentina.
Recordar la Reforma de 1918 es de alguna manera poder volver a mirarnos en el espejo donde elegimos reconocernos desde hace prácticamente 100 años, dijo Bartolacci a PRIMERA EDICIÓN quien es Decano de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario.
Durante la conversación con este Diario, reclamó la necesidad de una nueva transformación para que la Universidad Pública no quede ajena a los cambios del mundo tal y como es ahora.
Una tendencia histórica en procesos similares de estas características es pararnos sobre posiciones conservadoras, tratando de preservar ciertas conquistas que la Universidad Pública había alcanzado; sin embargo creo que hay que evitar esa distorsión, pidió.
Su estancia en la provincia tuvo lugar durante la apertura del programa de Extensión La Reforma Universitaria y su Pensamiento Estratégico, de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la UNaM, donde se presentará un variado programa de actividades que permitirán ver, en perspectiva, los hechos salientes de aquella reforma.
¿Cómo sugiere concebir la Reforma del 18?
Creo que hay distintas maneras de poder recordar ese aniversario de la Reforma: desde una perspectiva nostálgica, poner en valor lo que significó el proceso para la Universidad argentina, o podemos utilizar la excusa del centenario para poder repensarnos y resignificarnos como universitarios. Hay particularidades del proceso reformista que fueron posible y dieron forma a un tipo de universidad en un contexto determinado no solo de la Córdoba de 1918, sino el país y el mundo estaba en un contexto muy particular que promovió ese proceso.
¿Cuál es hoy el papel de los actores que están construyendo el futuro de la Universidad Pública?
En los ’90, frente a ciertos avances hacia la educación superior terminamos parados en posiciones conservadoras. No obstante, la idea del reformismo no debe ser una posición de la cual se apropien solo quienes tienen actitudes reaccionarias. Debe ser una idea que reivindiquemos nosotros, los que nos consideramos reformistas, y que defendemos a la educación como un derecho.
Hay que optar por la posibilidad de utilizar el centenario para poder repensar la universidad pública hoy, cuáles son los desafíos, en qué cosas estamos fallando…
Salvando las distancias temporales y los contextos históricos, si repasamos todas las esferas que hacen a nuestra vida como universitarios vamos a reparar que, efectivamente, existe un desfasaje. El reconocimiento de ello es al mismo tiempo el desafío de lo que tenemos que afrontar en los próximos años.
¿Con qué prácticas y de qué forma?
Tenemos una universidad que está muy lejos de los procesos de renovación, de reformas que se han dado en todos los ámbitos institucionales que uno pueda reconocer, en nuestros formatos académicos y pedagógicos y en nuestra forma de relacionarnos con el otro, que son los tres grandes ejes de la vida universitaria: la docencia, la investigación y la extensión en un contexto de ciertas políticas institucionales. Creo que en los tres ejes hay un desfasaje muy fuerte que es al mismo tiempo un desafío de poder afrontarlo a futuro.
Lo primero que hay hacer es reconocer esa distancia, ese estado de situación, saber qué nos pasa. Si no sabemos aquello que nos pasa es muy difícil poder transformar lo que uno no reconoce como un problema, y en función de ese reconocimiento avanzar hacia una transformación que a mi juicio tiene que ser una segunda gran reforma universitaria.
¿Qué destacaría del legado que dejaron los reformistas?
Uno puede reconocer muchos aportes que hizo la reforma del 18, es el modelo que le dio sentido al formato de universidad pública que conocemos en Argentina, y que insisto, es única en el mundo, pero si tuviera que destacar un legado para mi fue la vocación y ese espíritu profundamente democratizador que tuvo el movimiento reformista. Creo que algo de eso tiene vigencia en términos del desafío que tenemos por delante: democratizar nuestras casas de estudio. Esto no implica solo pensar nuestras formas de gobierno y en nuestras formas de autorepresentarnos. Implica pensar también en las posibilidades de acceso y como garantizamos que sea efectivo, como un derecho humano esencial que es el acceso a la educación superior. Implica también pensar, una vez que acceden a la universidad pública, cómo generar políticas institucionales y académicas que esos estudiantes transcurran dentro de la universidad y que puedan egresar en un plazo razonable.
A su juicio, ¿cuáles son esos desafíos, en el marco del centenario de la reforma?
Tenemos que hacer un esfuerzo mayor para salir de nuestra zona de confort. Esto implica pensar como hacemos un esfuerzo mayor para retener a los que hoy no pueden quedarse en el sistema. Como pensamos estrategias para sumar a los que llegan a la universidad, que son muchos actores. La interculturalidad es un tema central a trabajar en estos tiempos, que no estaba presente hace algunos años pero que hoy es un imperativo para trabajar.
En general, yo tengo -aunque suene contradictorio-, por un lado una ponderación, una valoración muy importante, el esfuerzo que la Universidad Pública hace para garantizar ese derecho a la educación superior. Pero por otro lado, la sensación de que aún, con todo ese esfuerzo, no estamos haciendo lo suficiente o no lo estamos haciendo lo suficientemente bien…
En los últimos años se desataron fuertes críticas y se señalaban ciertas falencias que presenta el sistema…
Hay maneras de entender la educación: o la entendemos como una mercancía, como un servicio o como un derecho. Soy de los que creen que la educación es un derecho y creo que no hay ingenuidad en algunos planteos, respecto de ciertas falencias que presenta el sistema público de las Universidades Nacionales.
Lo primero que hay que decir, es que el sistema público argentino es incomparable con cualquier formato de cualquier parte del mundo. El primer error en el cual se incurre, y creo que no de manera involuntaria, sino intencionalmente, es en comparar nuestro sistema (o las tasas de graduación) con otros sistemas del mundo, que no son comparables precisamente por las características de ingreso, permanencia y egreso de nuestro sistema y el del resto. Hay que decir que efectivamente, a menos a mi juicio, hay un esfuerzo de la comunidad universitaria por hacer que ese proceso de acceso a la educación superior sea un derecho efectivo y no letra muerta de alguna ley o algún documento. Creo que hay que hacer, de igual modo, un esfuerzo más y ese es el desafío que tenemos que asumir.
Se está en un proceso de aprendizaje…
Absolutamente. Tiene una historia que más allá que se pueda leer en un contexto de un centenario, también es una historia que tuvo altos y bajos. La permanente inestabilidad institucional de nuestro país en el siglo pasado marcó a fuego, también, a las universidades nacionales. No es que el proceso reformista del 18 abrió un capítulo que hoy sigue presente. Hubo rupturas, irrupciones en medio que hicieron que muchas veces tuviéramos que volver a empezar.
Discussion about this post