En la nota anterior citábamos estas palabras del Maestro Danilo Hernández: “Las posturas de Yoga no son simples poses o ejercicios, sino un diálogo con el cuerpo para profundizar en su inteligencia”. En este sentido, la Profesora Ivonne Millerand aconsejaba: “La sensibilidad hacia uno mismo es el mejor criterio”, y explicaba que el Hatha Yoga trabaja el cuerpo como soporte para la unión con espíritu, mediante la respiración calmada y profunda que tranquiliza todos los niveles del ser en camino al conocimiento de sí mismo, “donde se descubre un estado de conciencia superior al de la conciencia ordinaria, un estado de concentración mental que, insensiblemente, conduce a la meditación”.En coincidencia, el Maestro Iyengar expresaba: “La práctica correcta de posturas proporciona ligereza y alegría al cuerpo y a la mente, acompañada de una sensación de unidad de cuerpo, mente y alma”. Pero advertía que en algunos principiantes una práctica defectuosa puede producir molestias y dificultades en los días siguientes; entonces deben decírselo al Profe para que pueda corregir el procedimiento. Así iremos progresando gradualmente hasta comprobar que el cuerpo adopta en las posturas diversas formas de vida que hallamos en la Creación, desde un insecto hasta un maestro de sabiduría, y comprenderemos que en cada una de ellas respira el mismo Espíritu Universal que se manifiesta en innumerables formas. Los nombres de las posturas ilustran el principio evolutivo y nos permiten hallar la unidad en la universalidad. De ese modo, vamos dirigiendo la atención hacia nuestro interior para sentir la omnipresencia de ese Espíritu Superior y, al percibirnos como su manifestación, nuestra práctica comienza a adquirir un bello sentido de entrega. De otro modo, decía el Maestro Iyengar, la práctica de ásanas (posturas) sería acrobacia pura.El Profesor André Van Lysebeth compartía el concepto de postura como conexión al manifestar: “Cuando el practicante de Hatha Yoga entra en comunión con su cuerpo, entra en comunión con la inteligencia superior que lo habita, de la que él es una manifestación. Para él, decir inteligencia es decir, al mismo tiempo, conciencia y psiquismo, porque sabe que nuestro cuerpo está impregnado de conciencia y psiquismo hasta en su célula más ínfima. Por esto practica con un profundo respeto hacia su cuerpo dejando que su conciencia penetre todas sus fibras”. De esta manera, cuerpo y mente conectados en la postura se integran con lo que los rodea y finalmente se sienten conscientemente conectados con el Cosmos. “Esta es la esencia misma del Hatha Yoga”, decía Van Lysebeth, y cuando el practicante realiza posturas, aún las más simples, lo hace con un sentido de integración universal porque “percibe en su cuerpo la actividad creadora cósmica que está trabajando y colabora conscientemente con ella”.Y nosotros en la colchoneta, en la hora de Yoga, en la hora del ahora experimentamos serena y sutilmente esa conexión, sin tratar de definirla, solo sintiéndola suave, profunda y benéfica aún hasta después de haber finalizado la clase. Namasté.ColaboraAna Laborde Profesora de Yoga [email protected]
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