En notas anteriores comentábamos expresiones de científicos, pensadores y maestros coincidentes en que el nuevo paradigma científico propone el diálogo con la naturaleza, en lugar de dominarla y controlarla. También compartió esta propuesta Ilya Prigogine, uno de los grandes científicos y humanistas del siglo XX, Premio Nobel de Química por sus investigaciones sobre las estructuras disipativas y profesor en las universidades de Bruselas y Texas, quien manifestaba: “La ciencia es un diálogo con la naturaleza… Como vivimos en un universo en evolución, la realidad del devenir es la condición de ese diálogo… Uno de los grandes proyectos del pensamiento occidental ha sido entender la naturaleza, que no debe confundirse con la idea de controlarla”.Pues bien, nosotros pertenecemos al Universo, a la Totalidad, somos parte de la naturaleza y en ella todo es inteligente. Por consiguiente nuestro cuerpo también es inteligente, se expresa de muchas formas y nos entiende. Nos dicen que hay que saber escucharlo, sí, pero también hay que hablarle. ¿Cómo? Desde la consciencia. Podemos responderle y hablarle con buenas palabras, con actitudes físicas y mentales, con provisiones adecuadas de aire, agua, alimentos, abrigo, higiene y cuidados afectuosos en el manejo de los movimientos y las posturas. Y a esto queríamos llegar. Volvamos poco a poco a nuestra colchoneta de yoga, porque durante nuestra práctica podemos establecer un diálogo íntimo y silencioso con el cuerpo, con atención plena.Como dice el maestro Danilo Hernández, en ella podemos percibir los mensajes que el cuerpo nos envía. Es un proceso de sensibilización en el que la consciencia empapa cada miembro, órgano, tejido y célula de nuestro cuerpo. Por eso hay que descartar la concepción errónea de la postura como un esfuerzo para dominarlo. No se trata de domar el cuerpo sino de comprenderlo, cuidarlo y desarrollarlo desde la vivencia de sus ritmos interiores. Con las posturas lo ayudamos a que pueda satisfacer sus necesidades legítimas de respirar, estirarse, comprimirse, expandirse, movilizarse, inmovilizarse, flexibilizarse, fortalecerse, relajarse, tonificarse, afirmarse y expresarse, porque cada postura tiene un efecto global y beneficia todos los sistemas del organismo físico, la estructura energética, el estado emocional y la mente. Entonces es importante ser muy cuidadoso y no violentar ni forzar el cuerpo. Hay que tratarlo con amor. Una actitud cariñosa hará brotar la comprensión de sus posibilidades y limitaciones y la reconciliación con su realidad actual. También nos permitirá conocer la forma más adecuada de colaborar en la regularización de todas sus funciones vitales y el desarrollo armonioso de todas sus potencialidades. Porque las posturas de Yoga no son simples poses o ejercicios, sino un diálogo con el cuerpo para profundizar en su inteligencia.En su maravilloso y perfecto diseño, tu cuerpo es consciente de todo – dice el Dr. Chopra. Cada célula sabe lo que piensa tu cerebro, cómo cambia tu estado de ánimo y dónde radican tus creencias más profundas. Además, gracias a la respiración profunda que se practica mientras el cuerpo realiza las diversas posturas, siempre consciente, con activa participación mental, en una constante dialéctica entre tensión y relajación, aplicando su clave de la no violencia sobre uno mismo –añade Tara Stiles- percibimos que el Yoga no es dominio, ni control, ni competencia, sino equilibrio físico, psíquico y espiritual, aquí y ahora, en actitud de máxima receptividad y ecuanimidad como diría Ramiro Calle. Namasté.ColaboraAna Laborde Profesora de Yoga [email protected]
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