Señora Directora: Al hacer un breve repaso de nuestra historia soberana, pienso que es bueno refrescar la memoria de muchos de nuestros compatriotas. El 9 de julio de 1816 nos declaramos libres e independientes de quienes fuimos dominados durante más de tres siglos. Es menester recordar que pese a constituirnos en un país soberano, nos faltaba establecer una forma de gobierno para todos, lo que se logró después de 37 años, el 1 de mayo de 1853. Fue el genial patriota y abogado Juan Bautista Alberdi quien redactó nuestras bases constitucionales. Allí expresó la forma de gobierno elegida: representativa, republicana y federal, y con independencia absoluta de los tres poderes democráticos en quienes el soberano “que es el pueblo” y “en quien reside el poder” delega el mandato por el tiempo que determina la Constitución Nacional. Es necesario comprender que ningún candidato elegido por la voluntad del pueblo no debe arrogarse el derecho de ser dueño de la Constitución, a la que debe administrar así como las leyes que dicten el Congreso de la Nación y las Cámaras de Representantes de las provincias, o las ordenanzas municipales.Es necesario saber que todo ciudadano tiene el derecho de postularse y “embarcarse” en el “vehiculo” de la política con la idoneidad, la honradez y la dignidad pertinentes, conociendo, en su sentido etimológico, lo que significa política y democracia, surgidas del discernimiento de los sabios pensadores griegos llamados “filósofos”, de quienes surgió la expresión Filosofía. Ésta compuesta de dos palabras raíces: “philo”, que significa “amor”, y “sophia”, sabiduría y que traducido significa “amor por la sabiduría”.Estos conceptos nacieron en la antigua Grecia, cuna de una gran civilización y amplia cultura. Lo primero que elucubraron hace 2.700 años fue la palabra política que definieron como “arte de gobernar”. Surgió del pensamiento de una sociedad de ideas positivas en beneficio del pueblo y de crecimiento y desarrollo de la patria.Luego, hace 2.500 años se sumó la “democracia”, etimológicamente también compuesta por dos palabras: “demo”, pueblo; “kratia”, gobierno,“gobierno del pueblo”.Como ciudadano argentino (artículo 3 de nuestra Constitución Nacional) deseo ser claro, objetivo y determinante en mis principios, manifiesto que no pertenezco a ningún sector partidario político que altere mi esencia patriótica, democrática y republicana, y que no he traicionado ni traicionaré bajo ninguna circunstancia a mi amada Patria. Estos sentimientos están por encima de toda ideología fanatizante que magnetice la verdadera esencia del espíritu de libertad de consciencia, de pensamiento y de expresión que es el fundamento intrínseco de la soberanía del pueblo.Es menester que entendamos y reflexionemos que el poder reside en el pueblo.Pienso que los ciudadanos que son elegidos por medio del voto popular, secreto y obligatorio (Ley Sáez Peña) deben representar y responder con honestidad y humildad en cualquiera sean sus funciones para contribuir con inteligencia y sabiduría en la conducción y gobernabilidad de las instituciones de nuestro Estado nacional. La ecuanimidad debe ser un principio fundamental para establecer la “unión” del pueblo argentino como lo establece el primer párrafo del Preámbulo de nuestra Constitución Nacional. Todos los funcionarios, sin distinción, deben cumplir indefectiblemente con las leyes para que haya orden, derechos y justicia.El artículo 16 de la Constitución Nacional, nuestra ley madre, manda y ordena que “la Nación Argentina no admite prerrogativas de sangre ni de nacimiento; no hay en ella fueros personales ni títulos de nobleza. Todos sus habitantes son iguales ante la ley y admisibles en los empleos sin otra condición que la idoneidad. La igualdad es la base del impuesto y de las cargas públicas”.El artículo 22 manifiesta: “El pueblo no delibera ni gobierna sino por medio de sus representantes y autoridades creados por esta Constitución”. “Toda fuerza armada o reunión de personas que se atribuya los derechos del pueblo y peticione a nombre de éste comete delito de sedición”, artículo 36, primer párrafo.Por último, debo agregar que la Constitución argentina no fue puesta al amparo de ningún poderoso ni jerarca de nuestra nación, ni de ninguna potencia terrenal, sino que fue puesta bajo juramento “al amparo de Dios, fuente de toda razón y justicia”.Como dicen las Santas Escrituras: “La justicia de los hombres es como ‘trapo de inmundicia’, pues es terrenal, carnal, animal y diabólica, es temporal y tenue como neblina que desaparece apenas aparece la verdad. En cambio la justicia del Supremo Creador es sublime, clara, limpia, ecuánime y eterna”.
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